+ El ejercicio físico es una medicina. Me he marcado en la lista de tareas tres cuartos de hora diarios de carrera, estiramientos y flexiones. Comienzo a correr y no consulto la hora hasta que han sonado cuatro canciones, repito la operación y, más o menos, llego al tiempo estipulado. Una ducha y la resonancia de las canciones y el recuerdo de la energía empleada. Se abre un paréntesis. Quizá demasiado estrecho, pero efectivo. Suena el reloj en el silencio de la habitación y veo que me agrada su caminar. Leeré, estudiaré y, luego, no haré nada, mientras espero al sueño. Otro día que se desvanece sin dejar apenas nada. La vida.
+ El camino de la lectura es sinuoso. A pesar de tener un plan previo trazado se van abriendo posibilidades nuevas. Las estudio en detalle y me resisto a seguirla: qué peligro la dispersión. Regreso a la tarea y me doy cuenta de que el propósito de culminarla es una entelequia, necesitaría la eternidad para poder atisbar su consecución. Es decir, la clave reside en la selección y segmentación. Trabajo en ello.
+ Hay momentos para informarse y momentos para dejar a un lado la información. Le repito a mi hermano la frase: no hay hechos, hay interpretaciones. Lejano me resulta el periodismo y sus sacerdotes, obispos y cardenales. Pero están ahí, me dice una voz tras de mí. No lo niego, pero la cápsula me permite ciertas licencias.
+ Hoy, día 24 de marzo, mientras realizaba el ejercicio diario regresó la imagen de Berlín. Pensé en las amplias avenidas de la parte Este de la ciudad, en el trayecto que hicimos en tren para visitar Sachsenhausen, el campo de concentración: planicies y leves o vaporosos árboles; pensé en las personas que bebían cerveza en el metro, de regreso a sus casas, aquellas botellas de medio litro. Los rostros y la contención en los gestos. Ahora he cogido de la estantería el libro Los años de Berlín sobre la pintura de George Grosz. Esta tarde lo veré con detenimiento, trataré de recuperar una idea sobre el cabaret y los años previos al ascenso del nazismo, a la guerra, la barbarie, los campos de concentración (un recuerdo que permanece y emerge en los momentos más inesperados). Lo sé. Son puntos de conexión con un mundo que se intuye y se hace propio. Es en ese maremagnum donde me defino. (También en el ejercicio físico).
+ La frase, el lema que nos acompaña en el encierro: «No hay hechos, hay interpretaciones», Nietzsche.
+ En el televisor, durante un momento, escucho un análisis de las curvas del crecimiento de la pandemia. No puedo hacer nada, si pudiese lo haría. La impotencia se resuelve en el trabajo que me permite mantener alto el ánimo. ¿Cuándo comenzó todo esto? No lo sé, es algo difuso. Yo lo intuí cuando a mediados de febrero estuve en Madrid. Alguien se rió de mí por tomarme la temperatura a diario, hoy no creo que se ríese. Puedo ver el material que hierve, que luego habrá de reposar, de ahí se habrá de extraer lo que la historia muestra, la historia de las causas y de los efectos. No es momento de emitir juicios, es preciso postergarlos.
+ La disposición de los días y sus tareas es fundamental. Pero ya lo era anteriormente al encierro. Esta disciplina no deja de ser una prolongación de la anterior. Se confirman mis sospechas sobre la vida sana: estudio, deporte y ocio. El trabajo es muy importante, el estudio es en sí mismo un trabajo.
+ El periodista tiene una foto de Baudelaire en el salón de su casa. Me parece paradójico. ¿Baudelaire?
+ A esta hora temprana la música electrónica flota en un extraño plasma. Cierro el archivo musical y regreso al silencio. Regreso a la lectura, al leve sonido del segundero del reloj que preside la estancia. He establecido una serie de márgenes en lo diario, límites que se fundan en las rutinas y en la disciplina: estudio, ejercicio, estudio, comida, siesta, estudio, información, lectura. Entremedias, conversaciones telefónicas y vídeo-conferencias. Se sostiene la rutina, esa bendición tan denostada [recuerdo conversaciones en las que se despreciaba su naturaleza por aburrida y vulgar, enfangada en lo cotidiano, ese infinito ámbito que hoy esta no roto pero sí en un durmiente estado de postración]. La música electrónica define un momento, una pausa, una baliza en el día a día. Pronto pasará todo, entonces será el dominio de la historia, las posibles explicaciones, la constitución del objeto académico.
+ Imagen: yuxtaposición (Berlín) .
