sábado, 4 de abril de 2020
Encierro (3)
+ Hemos superado otra semana, otra prueba. Otra prueba más. ¿Hay poco que contar? La vida íntima del estudio es muy amplia, pero hermética. La comunicación que se puede establecer no deja de pasar por la escritura. Una escritura técnica, precisa, depurada. El relato es un relato lejano y espaciado. La distancia lo define ya desde el primer momento: la persona que habla, bien una no-persona, bien una indefinida primera persona del plural. Este punto de partida está también en el propio trabajo de investigación. La distancia, esa herramienta.
+ ¿Contar? ¿Numerar, relatar, la consideración, confiar? He colocado entre interrogaciones algunas de las acepciones del verbo 'contar' que ofrece la RAE. 'Contar', del latín compuntare.
+ Una conocida cita de Kant: «La naturaleza, en lugar de ser algo dado, es un producto de la conciencia».
+ Toda realidad está construida, resulta ser el producto de la acción humana, individual y general. Así, mientras esta idea vuela sobre mi habitación, donde estoy encerrado, llega la noticia de la muerte de una mujer relativamente joven, es decir: con una edad próxima a los cincuenta años. La juventud, llegado un momento, es un punto de vista, una construcción interesada. No hay nada dado, salvo la muerte. La extinción es incontestable y definitiva. Es mi hermano quien me da la noticia y me dice que ha sido un fallo cardíaco no relacionado con el corona virus. El trabajo de la pandemia carece de voluntad, carece de finalidad, pero necesitamos otorgarle características humanas a su discurrir.
+ Pequeños problemas informáticos que hacen que pierda un tiempo precioso. ¿El tiempo se pierde, pero a dónde va ese tiempo perdido? ¿Lo recobra la magdalena o cualquier otro artefacto propicio para el rescate? El otro día comencé a escuchar a un ensayista en la radio. Hablaba sobre el tiempo, pero me quedé dormido y el sueño fue plácido. Solo puedo recordar el inicio de su intervención. Comenzaba con el análisis de la curiosa expresión que sucede a la pregunta ¿qué haces? Estoy matando el tiempo, responde alguien. El tiempo. El tiempo, en principio y en apariencia, no tiene entidad y nos podemos inclinar por pensar que es un facultad humana que configura la percepción o es un concepto sin reflejo en la realidad física, salvo para hacer cálculos [que no es poca cosa]. ¿Un constructo? Mi ignorancia en materia científica y filosófica es amplia, pero, en cualquier caso, nosotros no matamos el tiempo sino que es el tiempo el que nos mata a nosotros, pues nuestra sustancia no es otra que tiempo y ese su constante y cruel fluir que termina, siempre, por derrotarnos. A dónde han ido nuestros viajes, los viejos amigos, el sentido de aquella ilusión que ni siquiera recordamos. Ay, el encierro acentúa esta tendencia a la melancolía que parecía dormida. Escojo la nostalgia y rechazo la melancolía, pero, finalmente, me centro en este momento que no ha de volver. El problema de la instalación está resuelto y todo parece más claro y sencillo, más nítido.
+ En busca del tiempo perdido. Qué gran título, mejor: A la recherche du temps perdu.
+ Descanso en las instrucciones que me he dado para llevar a buen término el encierro: lectura y ejercicio, descanso y estudio, vídeo conferencias y conversaciones telefónicas. Este mismo diario, como compromiso semanal. Otro puerto al que llegar cada sábado, con puntualidad: 7:30 de la mañana.
+ C. me habla de Ca. Está triste porque no ve a su hija, preocupado por su trabajo y por la salud de R., su mujer. La contemplación del desastre nos acerca a la esencia de la vida, nos da el tono absurdo de la vida. La angustia y el aburrimiento son finos bisturíes que realizan la autopsia de lo vivido, de la vana carrera hacia la nada. Entiendo que todo es susceptible de sufrir una inversión, creo con firmeza que constatar esta única verdad nos puede conducir a la celebración de la vida, pero, también sé, no es fácil ofrecer al que sufre consuelos propios de la celda de estudio, de la contemplación lejana del dolor de los hombres y mujeres. Pienso en Ca., en su trabajo precario, en su hija, en su mujer, en su casa, en su biografía y los reflejos que tiene en lo diario. Concluyo que es una buena persona; sin embargo, ser buena persona no te libra del dolor, es más: lo acrecienta. Hoy es domingo, todavía faltan, como poco, dos semanas de encierro. Dejo ese pensamiento y regreso a mi indagación en la hermenéutica. ¿Frivolidad? ¿Solo dos semanas?
+ He construido un castillo durante los últimos quince o diecisiete años; ahora me protege, pero nada existe indestructible. Confío en su resistencia, al tiempo que sé de sus debilidades. ¿Frivolidad?
+ ¿Frivolidad? Lo frívolo estaba hasta hace un momento aquí, con nosotros. Hoy se ha desvanecido, aunque no totalmente. Las comidas elegantes, los comedores lustrosos, el brillo de los licores caros. El veneno del lujo y el juego, la apuesta y la risa. ¿La risa se puede equipar a la frivolidad cuando realmente es una herramienta para luchar contra ella? Reviso papeles, leo, escribo. Cambio un programa en el ordenador, hago ejercicio, me reconcentro, respondo correos y leo correos. Un hilo que se mantiene. Dejo las frases inacabadas, las remato y se mantienen sin pulir, sin ese necesario cepillado [qué hermoso símil el la carpintería y la ebanistería]. Frivolidad me digo y veo que debo usarla en mi beneficio y en beneficio de los míos.
+ He iniciado una temporada de ópera en mi claustro, mi enclaustramiento. Primera, Falstaff, de Verdi; segunda, La Traviata, también de Verdi; tercera, Tosca, Puccini. La sucesión de la música, la escena, el vestuairo y la interpretación me alejan de mí mismo. La disolución del yo en este fluir se agradece. El arte se impone a la vida, siempre.
+ Pensé en dar cuenta de mis lecturas y se ha desvanecido el propósito. ¿Regresará?
+ Imagen: pienso en un posible escenario y, en sí, la foto que cuelgo tiene un principio de esbozo para este mismo escenario. Lo irrelevante de su arquitectura es una pista para crear una alegoría. La foto la tomé un día de difuntos, ¿tiene un significado o se lo atribuyo yo en mi particular beneficio?
