sábado, 8 de febrero de 2020

Emanaciones

musee beaux arts rouen

+ Me encuentro con ellos a las siete de la tarde. Ella me reconoce y comenzamos a hablar, él se había adelantado con la perra, lo llamo, se acerca y sonríe. Ella me cuenta cómo sus problemas de espalda están minando su persona, su integridad. Sigue de baja laboral y no sabe cuándo volverá a dar clase. Su espalda está enferma, pero también su pie izquierdo. Tiene dolor el rostro, me fijo en sus manos y están contraídas, agarrotadas. Él me habla de disciplina y se refiere al deporte y a la lectura, yo le digo que eso es posible porque goza de buena salud, cimiento de cualquier actividad. Nos despedimos. Los veo alejarse con la perra, que salta contenta. Continua la lluvia, esa intensa humedad, el gris profundo que ya es noche cerrada.
 

+ Desconozco los límites, pero los percibo en su indefinido perfil.

+ Fuimos a Baiona, fuimos a A Garda. El mar encrescapado parecía una suma de suaves telas, espuma agradable y móvil. Como la belleza peligrosa del tigre, el mar manifestaba una hermosa imagen [desde el coche], pero su fuerza brutal estaba allí, su inmensidad, la ciega voluntad de su esencia. Se trataba de establecer un límite entre el tiempo de los ogros y una nueva edad, luminosa y prometedora. El cielo era gris y la carretera brillaba como la piel de un reptil negro, la intensidad de la gama de verdes orlaba el paisaje y se veía apagada por cortinas de lluvia. El escenario era adecuado para la situación, nuestra situación. Cansados, nerviosos, regresando de la tierra de los ogros, de su dominio y ambición, con dirección a ese nuevo espacio: el reino de C.


+ Pescado, cerveza, la soledad del restaurante en invierno. C. estaba contenta, pero prefería, por precaución, no alegrarse demasiado, yo estoy de acuerdo con ella. Hacíamos recuento de las mezquindades del ogro, sus faltas de respeto, el machismo, su estupidez. Recordamos que el primo de C. nos dijo que era muy astuto o un necio. El discurrir de los acontecimientos nos dio la respuesta. C. tiene ahora una belleza que emana de su bondad sin dobleces, pero también posee una fuerza que la hacen actuar con determinación cuando resulta preciso. Somos más fuertes, juntos somos más fuertes, mucho más fuertes.


+ Llegan los libros. En el buzón hay una nota de correos, como y voy a recoger el libro. El libro tiene una lírica intensa, lo esperado, las promesas. Quizá sólo lea unas pocas páginas, pero queda su constancia, el acero en la memoria. La estantería es un depósito donde se atesoran los colores y los formatos, se constituye así un extraño cuadro, un muro con inesperadas implicaciones. Esa selección soy yo y yo soy los libros que habitan en este espacio, los veo y siento su presencia, sin leerlos, sin intuir sus títulos. Hoy llega otro libro y yo soy el mismo, abro el paquete y se lo doy a mi padre. Será él quien lo lea, a veces hay un ejercicio generoso en la compra de los libros para los demás, pero el punto de egoísmo no te termina por desaparecer: todos los libros que compro son para mí, incluso los que regalo, también los que no leo.

+ Elie Wiessel, Trilogía de la noche. Las razones de la estupidez y la maldad me interesan especialmente.


+ La carretera resultaba amable, su geometría y su lírica. Esas historias que se atesoran en los recovecos, en su espesor, las personas y los animales, lo árboles y las casas. Me detengo y durante un momento trato de atesorar el presente, pero éste se abre y no consigo alcanzar su densa profundidad, sé que nunca lo conseguiré. A lo lejos una nuble flota, pasa un pájaro y la claridad resulta hiriente. Hay un regalo, pero no quiero que se desvele. Furtivamente conduzco y establezco un límite entre el tiempo del trabajo y el tiempo de la contemplación. Leer, ya lo he dicho, es más que un escapismo, pero nunca pierde esta característica. Mi debate se levanta y continúo con el trabajo, recojo esas derivaciones sin sabe si llevan o no llevan a algún lugar. Es martes y su reflejo en el calendario no tiene mucha importancia, como la escritura automática, no hay ningún plan previo. Apago la música y sólo el ruido del motor me acompaña. + He vuelto a darle uso al libro electrónico. Cuando voy al gimnasio lo colocó sobre la pantalla de la cinta y me entrego a la lectura. En este momento, Germinal. He pensado que tampoco hay tanta diferencia con los usuarios que ven las series en las pantallas de sus teléfonos móviles; al fin y al cabo, el sistema narrativo de las series no es muy diferente a lo que ofrecían los folletines. Los folletines alimentaban el ocio de diversas clases sociales, con las series sucede lo mismo. La diferencia fundamental es que los folletines son ya arqueología, que no está al alcance de una gran mayoría, pues la lectura, en contra de la pasividad de lo audiovisual, es necesariamente actividad. Esta arqueología tiene su interés para establecer puntos de vista o una posibilidad de alejamiento de la realidad dada, hay centro mi reflexión poco antes de regresar a Germinal.

+ La visita al gimnasio me acerca más a la misantropía y al nihilismo, dos polos de los que debo alejarme. No son sanos, pero la lectura de Germinal me hace desconfiar de lo humano, la sospecha sobre el lucro. En el gimnasio observo los tatuajes, los anillados y el atuendo deportivo, los movimientos y los cortejos amorosos. Todo se repite desde tiempo atrás, todo esto  ya ha sido visto por los siglos, pero la manifestación en el presente alcanza el relato de una figura totémica, a la que me remito en busca de un relato que me satisfaga, al menos durante el final de la jornada.

+ Creo en la necesidad de estar sano, una creencia adquirida a lo largo de los últimos veinte años. Desprenderse de la lesiva convicción de un malditismo provinciano me hizo daño, pero salí de allí victorioso. Me alejé sin olvidar que los tóxicos y los venenos también forma de mí, que ni los unos ni los otros regresarán, aunque su conocimiento me ayude a dibujar lo circundante. Voy al gimnasio, me alimento convenientemente y guardo unas costumbres horarias estrictas, las horas de sueño y las horas de las comidas. El gimnasio se integra en este fluir, el fluir soy yo, mi yo se disuelve en el cansancio, la cama me acoge y siento esa gran verdad donde sueño y muerte se aproximan; esa es la imagen de la muerte que construyo.

+ Imagen: C. y yo compartimos la foto que encabeza esta entrada, en ella en su teléfono, yo en este diario electrónico. Se trata del Museo de Bellas Artes de Rouen. Algo muy nuestro se manifiesta en esta foto, un protolenguaje compartido y ajeno a la pluralidad, nuestro particular idolecto. [Normandía, donde fuimos tan felices]