sábado, 22 de septiembre de 2018

Soy otoño


Poitiers


+ «¿Obligado yo, de qué? / Quejoso de tantas cosas, / que pierdo en las más dudosas / lugar, el mundo y la fe.» Conde de Villamediana.

+ Varios vídeos sobre el último libro de Frédéric Beigbeder, Une vie sans fin. Escucho al escritor y a los entrevistadores, pero más que en el fondo de sus palabras me fijo en las apariencias, los peinados y el atuendo. La luz del plató. Resulta interesante la caracterización de este nuestro momento, este presente en que vivimos: Facebook, el selfie, el aqua-bike. Sirva la triada como una propuesta para una ampliación de posibilidades de la tele-realidad en la que estamos sumergidos. Veganismo y bicicleta, agua mineral y oración.  No deseamos envejecer, me sumo a ello pero sé que perderé. El resultado de la visión es la muerte, inevitable y los juegos que se realizan para conjurarla son bienvenidos. Y para finalizar todo termina con una canción de Daniel Darc. Daniel Darc murió en el 2013.

+ Todas esas buenas intenciones: ingenuas, fútiles, evaporadas. Suena la canción de D.D.: nací en mayo y yo soy la primavera. Yo también nací en mayo, como D.D., pero no soy la primavera, soy el otoño.

+ Finalmente me he comprado la novela de Agustín Fernandez Mallo Trilogía de la guerra. ¿Debo leer este libro? No estimo que se trate de obligaciones, sino de establecer una conexión con un mundo que me resulta próximo, donde disfruto de una cierta plasticidad y orden estético. Duerme en la estantería con otros libros del autor, a la espera de que le llegue su momento. Sé que hay algo supersticioso en esto de comprar un libro que no se leerá inmediatamente, pero las elecciones ayudan a replantear lo cotidiano y lo cotidiano tiene una dimensión inabarcable.

+ Dentro de las posibilidades que ofrecen los puntos de vista y sus variaciones, en estos días, hay una que me parece especialmente productiva e inspiradora. Olvidarse de todo lo que sabemos sobre cómo funcionan los objetos de la vida cotidiana: coches, vitrocerámicas, ordenadores, teléfonos, ascensores, televisores, relojes (…) y, como consecuencia, ver estos objetos impelidos por una magia ignota. Lo practico y me siento reconfortado. Hoy la vida es un prodigio de magia y misterio. La vida se transforma un vértigo agradable. Todas las estrategias son útiles para contrarrestar la única verdad: la extinción. Así he comenzado a releer [muy lentamente] El mapa y el territorio de M. Houellebecq. La primera afirmación de este párrafo se conecta con la lectura del libro, porque el libro me regala un punto de vista de la realidad que gira en torno a una nueva y más atractiva visión. Hay algo pop, algo low-fidelity, otra parte de la lírica de la vida cotidiana y el resto lo pone mi cada vez más acentuado afrencesamiento. Le terroir, par example. Esto tiene una clara relación con el redescubrimiento de la variedad de lectores y de lectura. La lectura es un fin en sí mismo, pero simultáneamente: un medio. Hoy es un medio para sobrellevar la muerte que nos cerca: los anuncios de la muerte que aparece en lo diario. Cada semana un funeral, cada mes un diagnóstico. Who's next?

+ Hace unos años vi una Stratocaster de Hendrix y era igual que todas, no necesité sabe cómo sonaba, con verla fue suficiente. Una gran lección.

+ Entre el deseo y el equilibrio. Una conversación. El deseo es un veneno, el equilibrio no es un proyecto: llega y hace, transforma y se remansa. No admite explicación, no se aclara con definiciones ni con fórmulas. El calor y un nido de avispas se ha instalado en el tejado del centro de trabajo. ¿Hay relación entre una cosa y la otra? Lo incontrolable, la contingencia vital que nos define. Rotuladores, lápices, bolígrafos rojos. La oficina es una estancia rectangular y aséptica. Ha cerrado las ventanas y si nos callamos el único sonido que se puede percibir es el zumbido de un ventilador. Hace calor, un calor que nos cerca y al que no nos acostumbramos. El deseo y el equilibrio, no soy deseo, soy equilibrio, quiero pensar, pero no estoy totalmente seguro. Agua y aceite. Renuncio al deseo y al equilibrio, sólo me interesa este segundo, pero no quiero buscarlo. El fuego de la llama, la madera que arde es fugaz, la llama no es eterna. Se despliega la mañana en un folio en blanco, no hay mucho más.

+ Paul McCartney bendice una guitarra con solo tocar un acorde en ella. Me interesa esa capacidad de elevar el objeto a fetiche carísimo. ¿Dónde se esconde esa energía, de dónde nace? Quizá el mercado y la mano invisible tengan la respuesta.

+ Definitivamente, abandonada Berlin Alexanderplatz, sin embargo: la lectura de El mapa y el territorio resulta fluida y próxima. Me gustan esos excursos sociológicos, la incidencia en la realidad, en las posibles realidades. Todo se narra con una maestra disposición. El escritor se utiliza y establece varios niveles de autoría. Las novelas seducen desde su interno principio, no es una substancia, sino una forma. Siempre una forma que contiene una necesaria y esperada substancia. Las revelaciones llegan de una en una, las vemos llegar y las deseamos. A última hora leo dos o tres páginas de la novela ya leída. Gran prueba es la relectura de una novela, es caso de El mapa y el territorio es paradigmático.

+ Inesperado viaje en coche a través de la noche. Los motivos no importan, cuenta la sensación. Música antigua y la amplia noche como escenario. Radio Clásica ofrece un programa de música antigua y la autopista es infinita en sus luces rojas, reflectores, captafaros, farolas, estaciones de servicio (…) Luces precisas en la profundidad de la noche. Creo entender una mensaje que se esconde en el contraste entre la certeza de la noche opuesta al día, la tecnología que permite la velocidad y esa pureza que se esconde en las misas medievales. El locutor habla de un poema de Guillermo de Aquitania. Farai un vers de dreit nien, algo así como: Haré un poema de la pura nada. Hay un ejercicio de reflexión donde se disuelve mi yo y da paso a una estabilidad, un flotar en la acuosa sensación de poesía, música y velocidad. Yo nunca corro, pero noventa kilómetros por hora me parece una gran velocidad si la comparamos con casi cualquier ente natural. Lleva en la memoria la barriga caliente de la gata, la urbanización, el sabor de la cerveza y las aceitunas aliñadas. La noche me acoge y yo entiendo ese mensaje que me transmite, que no nombro.

+ Hay versiones sobre los versos anteriores, pero no me interesan. Hoy me interesan. Me centro en el recuerdo de la noche, la música y el espejismo de la tecnología. Me centro en lo que Guillermo de Aquitania me comunicó sin él haberlo deseado. Sic.

+ Imagen: la fantasmagórica realidad del estacionamiento, espacios desposeídos de identidad. Me cuesta saber dónde disparé la foto, nunca lo sabría si la anterior y la posterior foto no indicasen la secuencia de los disparos. Francia, en algún momento de nuestras vidas. La identidad no es una meta.