sábado, 4 de agosto de 2018

Mercuriana


Costa Nova Aveiro


+ Todo es tránsito. Veo planos de carreteras y percibo una evolución. Lo que se establece, cómo se modifica lo establecido, las casas que se elevan, otras pasan a ser ruinas, las expropiaciones definen términos y líneas, líneas imaginarias, cómo se va de una función a otra y se mantiene la estructura, pero también ésta se puede ver modificada y con esa afección el paisaje cambia levemente. Una carretera es un organismo vivo, me digo, sus células son los que la habitan, los que la mantienen, conservan, cuidan, los que transitan por su geometría de vena oscura, los que sólo por ella pasarán una sola vez. Ese río de coches, ruido, humo, camiones, autobuses, furgonetas y furgones, autocaravanas, estelas, hitos, bicicletas, andarines, motos, (…) Pero la carretera habla de lo inestable que todo resulta, de cómo se hace cierta la frase de que un día el sol se habrá de apagar. Conduzco y dejo de pensar, dejo a un lado la sabiduría de las frases hechas, y una leve noticia musical es más certera que el conjunto de mis divagaciones, mi lucha contra la reiteración de los días, un aburrimiento substancial que indica cuál es la fórmula para completar la narración.

+ ¿Iremos a visitar la tumba de Hegel en Berlin? Octubre está próximo y hay preguntas que comienzan a tener sentido. ¿Compraré en Berlin la Fenomenología del espíritu? En la misma línea que la pregunta anterior. Cada cual elige sus propios ornamentos con los paralelismos que la oportunidad le otorgue. Se traza un plan y no se cumple, porque todo resulta ser contingente. Lo digo y la otra persona me dice que los planes quinquenales de la Unión Soviética funcionaban a las mil maravillas; no respondo. ¿Cómo se une ese silencio con la posibilidad de visitar la tumba de Hegel? La respuesta es una apertura, la posibilidad se materializa en el emblema que supone Mercurio.

+ Mercuriana era el título de una canción de Radio Futura que resuena en mi cabeza, que me trae el tiempo del servicio militar allá en las islas, fosilizadas como el territorio de una imposible fantasía: el recuerdo transforma la vida en narración. Mercuriana. sonaba sin parar, trazaba un frontera entre la edad que poseía y el tiempo que por delante de mí comenzaba a abrirse, pero resaltaba aquel paréntesis que las islas y el ejercito constituían. Bucear, mar transparente, rocas, perfiles de sierra, casas al borde del mar, los peces recién pescados, el pez atravesado por el arpón, la luna, el mar arropado por la noche, cuerpos desnudos en un lago salado, su unión, tejados rotos, caminos de ceniza, humo, whisky y sombras. Las armas, una oficina, los relojes, las noches, las guardias, los perfiles de los soldados en la garitas, historias y silencios. Palabras que regresan de aquel mundo al que nadie puede regresar, pero que todavía palpita.

+ Sábados en la provincia. El verano, las terrazas y la pereza propia de no hacer nada, ese placer. Una brisa tibia llega del Atlántico, los paseantes se han puesto chaqueta, algunos fuman y otros atienden su teléfono, los arboles no son sombras, un político observa a la gente: lo veo y es una parte del paisaje urbano. Tipos, señales, alegorías. No hay nada que descubrir. Como un plano general de una mala película, donde las personas miran a la cámara y se ríen, rompiendo así la magia de la ficción: el truco es perceptible. Este sábado me corté el pelo y soy otro. Esa otredad se manifiesta en mi porte. Me siento más joven, lo cuál no es poco engaño. La provincia es generosa en humillaciones. Sé todo sobre los que me cruzo. Me miden y los mido. El sábado resulta agradable, pero la urna donde estudio tiene a la perfección. No quiero juzgar, no lo hago y alguien pasa ante mí con un ridículo atuendo: el mal anida en mí, es el miserable veneno de los paseos sabatinos, dominicales. Durante el fin de semana unos se lucen, otros se esconden bajo el disfraz; a ninguno de estos grupos pertenezco, pero me siento más próximo al segundo. Perros carísimos, humo estéril, perfumes imposibles, «labios como espadas», el color del mercurio, la plata ennegrecida, las lenguas de humedad en las fachadas, el recuerdo del sol, nubes que en la noche cabalgan sin rumbo, mujeres transparentes, hombres luctuosos, heroína en la limosna, alcohol en la afirmación rotunda del empresario. Luces y sombras. Lo sé todo y nada recuerdo, que equivale a un fructífero vacío. Mi ciudad es la lectura, y esto no es triste.

+ La necesaria reclusión, el silencio, la distancia.

+ El voluntario apartamiento de la playa me da una extraña seguridad. No deseo analizar sus razones, pero ahí está: como un emblema. No se la castidad, tampoco el erotismo, ni siquiera una contenida lujuria. Las tardes son silenciosas, con una distancia enriquecedora, pero a veces dudo y me da la impresión de que tiendo hacia una enfermedad que infecta el ambiente de mi cuarto de estudio. La separación de lo cotidiano y el establecimiento de otras rutinas, sobre el suelo de lo diario. Volcado en la lectura me encuentro con un otro yo que comienzo a conocer. Nos estudiamos, pero no llegamos, por el momento, a ninguna conclusión. Desdoblarse es un doloroso trabajo.

+ Como pintor de domingo me entretengo en seleccionar y recortar las fotos que disparé hace meses. No es un ejercicio de rememoración, sino que se resuelve en una tarea constructiva. El pasado es moldeable, acepto como post-moderno que soy. Me sé negado, pero trabajo en esa horquilla del disparo y su recuperación en la pantalla del ordenador. No soy un simpático profesional. Me entretengo y eso es mucho.

+ No produzco objetos de museo. Gestos tampoco vendo. Y ambas renuncias a mi voluntad escapan.

+ En línea: Hans Ulrich Gumbrecht. La textualidad como forma de saber está cuestionada. El historicismo y la temporalidad. ¿Cómo influye la tecnología electrónica en estos, como él los llama, cronotopos (pero no en el extricto sentido de Bajtin)? El presente amplio frente al historicismo, la tensión en lo cotidiano del cuerpo y el espíritu, la relación con el mundo transformada por obra de las tecnologías electrónicas. Los fenómenos estéticos. El plan de la conferencia de H.U.G. en la tarde del domingo. Hoy no llueve.

+ Imagen: un bar [cerrado] en la Costa Nova, en Aveiro. Era invierno y todo estaba en calma, casi no había gente a pesar de aproximarse las navidades y ser aquél un período vacacional. No dejo de buscar una identidad en ese letargo, ese núcleo silente del invierno y sus aristas. ¿Estoy yo ahí?