sábado, 2 de junio de 2018

Bibelots


Arco2018


+ Regreso al centro médico a recoger los resultados de las radiografías y el calor, la humedad y el pesado aire todo lo impregnan. Un hombre le explica la corrupción política a una madre y a una hija. La madre habla, la hija calla. Detalla los gastos de un diputado y se ve que su información es buena. Vuelvo a ver el mismo paisaje urbano que la semana pasada vi. Lo estudio pero no alcanzo a encontrar nada nuevo. No estoy preocupado. El discurso del hombre avanza y llega al punto de que nada tiene arreglo, porque todo lo dicho es lo nuclear del hombre: la ambición. No intervengo. Hoy he traído un libro y es un grato refugio, un refugio útil y portátil. El hombre me mira y yo no respondo, ni asiento ni disiento con gesto alguno. He venido al médico y me ha roto la tarde. Hoy es ya un día perdido. Lo asumo. Pienso en el hombre que en su modesto automóvil carga los violonchelos. Tres o cuatro horas después, ya metidos en la noche lo vuelvo a ver en el museo provincial: mis sospechas se confirman: es profesor de música. El conservatario está pegado al centro de salud. Llegan hasta allí el sonido de algunos instrumentos de viento, es un ensayo. Observo la geometría del conservatorio y pienso que hoy he visto al arquitecto de ese edificio: parece tener una grave e irreversible enfermedad, tal vez cáncer: esa extrema delgadez. La pantalla indica que es mi turno. Entro y hablamos el médico y yo. No tengo nada, salvo las molestias de una mala postura. Me imprime las radiografías de mi columna y de mis caderas y añade que están es un estado envidiable, la osamenta de una persona de treinta años. Me dice que no corra, que es malo, yo asiento. Me despido y bajo la cuesta. Llueve, aprieto el libro y la impresión de las radiografías contra el pecho, el paraguas es molesto, pero no quiero que el libro se moje. El viernes se debate entre la tormenta y la abulia que producen las variaciones de presión atmosférica. La tarea está completa.

+ Tras unos días termina de cuajar la idea de un nuevo viaje. Durante unos meses nos aproximaremos en paralelo a esa geometría que nos lleva de un punto a otro. Leer, ver fotos y mapas, reservar entradas para conciertos [de música clásica, sin duda alguna], planificar, pensar y repensar, olvidar, reflexionar sobre nuestro papel en el mundo actual [esas casillas donde nos integramos, al igual que miles, que millones]. Es toda una tarea característica de nuestro tiempo: el desplazamiento por placer. Lo dicho. Todos queremos ser viajeros, pero no pasamos de ser otra cosa que turistas. Turistas en busca del parque temático, al que no deseamos llamarle así porque degrada nuestra intención, que debe revestirse de lo 'especial'. No dejamos de vivir en este parque temático que la televisión, las conversaciones o internet no deja de bendecir. Berlín, dos sílabas que flotan en la primera hora del lunes, antes de ir al trabajo. Berlín en octubre, repito antes de cerrar el ordenador y disponerme para ir al trabajo.

+ La posibilidad del viaje de placer o de formación era una actividad reservada hasta no hace demasiado tiempo a las clases altas. Los vuelos baratos y las viviendas en asequible alquiler mediante plataformas en línea han extendido esta práctica de ocio y felicidad a una gran parte de la población: en los países desarrollados. ¿Cómo definir su substancia, su centralidad, el genio viajero que gobierna la ilusión y no se apresta a ser definido? ¿Es esa suerte de coleccionismo, esas cacerías de fetiches, el atesorar fotos que nunca serán vistas, bibelots, otros armazones sentimentales? Cuando el viaje estaba reservado a unos pocos era nuclear la elegancia excluyente que el dinero siempre otorga, un dinero con tradición y brillo, el otro ingrediente resultaba ser la experiencia y el crecimiento interior. Pero yo veo una cierta debilidad en ello, porque en ningún momento dejaba de ser turismo y no viaje: es decir desplazamientos y estancias, en principio, sin riesgo. Los viajes son otra cosa, los viajes son lo que son lo que son porque el viajero se ve obligado a emprender el trayecto y no pretende otra cosa que regresar. Hay, sobre todo, una obligación. Cazar ballenas, recorrer un país para vender sartenes, enrolarse en una leva por hambre y descubrir la guerra y su envés: lo mejor del ser humano, pero también su brutalidad. Mientras pensamos en Berlin también pensamos en aquellos que por obligación allí tuvieron que ir. Muere el día.

+ Recupero una vieja libreta de notas. Releo lo escrito y reconozco el paso del tiempo, cómo los intereses decaen, cómo lo leído se olvida sin remedio. Notas para recordar, notas para fijar en la memoria balizas de un mar que nunca se volverá a surcar. Toda tempestad sufrida en la travesía se diluye en el inevitable retorno al olvido: el sueño, ese momento en que podemos percibir una imagen de la muerte. En primer lugar aparece una nota, en inglés, sobre la manera de comportarse para llevar el día a día: recetas para que triunfo. Y traduzco: cuidadoso, entusiasta, idealista, organizado, diplomático, responsable, con grandes dotes de comunicador que tiene una especial conexión con las personas. Lo releo y sé que la nota en sí es irónica, fue la ironía la que me llevó a copiar la cita, pero no recuerdo que me impulsó a guardar tal repertorio de cualidades. Ahora tiene otro sentido que enraíza con la melancolía. Porque quien me regaló la libreta desapareció de mi vida y le tenía aprecio: era la novia de mi hermano pequeño y un día se dejaron, entiendo que ha pasado a otra dimensión, que no es la muerte pero que con la muerte tiene ciertas semejanzas: también yo estoy en una muerte paralela a la suya y eso me entristece porque el tiempo se escapa sin remedio. Sin orden termino hoy = como tantas veces.


+ Imagen: ahora que recupero una foto tomada en Arco 2018 para la entrada me da la impresión que las características apuntadas en el último párrafo se ajustan muy bien a la persona que aparece en la foto; y repito: cuidadoso, entusiasta, idealista, organizado, diplomático, responsable, con grandes dotes de comunicador que tiene una especial conexión con las personas. No se refería a él, pero encaja en su persona. Sin ironía.