sábado, 17 de marzo de 2018

La puerta que el resfriado me abrió


arco2018


+ Un resfriado que terminó por afectar a los oídos, con una consecuente sensación de debilidad y vértigo. La cama como única posibilidad. Sin lectura, con la compañía de la radio, pero un con volumen tan bajo que resultaba imposible comprender qué se decía. Parecía el programa de unos ejercicios espirituales destinados a esclarecer las verdaderas razones vitales. El porqué de mis dos trabajos, la lectura como centralidad de lo cotidiano, la música que acompaña y matiza las ideas, desmorona certezas y erige palacios de la memoria. Esa revolución me aprisionaba contra la cama, no era un dolor físico, no era una pesadumbre moral, se trataba del nunca discutible vértigo. Pero una puerta se abría: no dejaba de estar haciendo un examen de conciencia, algo que llevo toda la vida realizando, y en este caso se dirige hacia a lo que poco a poco ha estructurado el deseo (intelectual) en mi vida.

+ El intento de observar con fría atención me resulta complicado. Los pasillos del supermercado, colores y luces, se ven poblados de hombres y mujeres en fin de semana. Su atuendo, el gesto y la ausencia de prisa les desvela. Hay toda una aproximación sociológica en mi investigación (¿se la puede denominar así?). Qué interés en la elección del producto, lectura de etiquetas, consejos a los hijos, presencia de recuerdos, elaboración de decisiones. La cotidiana tiene una riqueza que no se puede atrapar, pero tampoco lo intento. Todo se resuelve en imaginarias fotografías en donde el acto simple se descontextualice y se cargue de esa irrealidad que se percibe en la fotos colgadas en el museo. A poco que uno descienda y se fije atentamente en lo que le rodea, todo se vuelve extraño y de compleja comprensión. Sucede así con una palabra, con cualquier palabra: se pronuncia lentamente durante unos minutos, sin solución de continuidad y arroja un sonido extraño y la comprensión se desmorona. Hay errores en la mecanografía que resultan ser grandes hallazgos.

+ Aquél recuerdo del rostro del escueto fotógrafo me asaltó mientras discurría un sueño donde un archivo no dejaba de envolverse sobre sí mismo de una manera sistemática, que al tiempo también me envolvía a mí, que me atrapaba. Una pesadilla fruto de los medicamentos y la fiebre. La mirada de pájaro del fotógrafo me salvó de aquella trituradora de cifras estampadas en enormísimas sábanas de papel o de seda blanda. Yo lo había visto en la vigilia en una conferencia de la feria de arte. Era menudo, ágil y nervioso, pero estaba en silencio y expectante. Me senté y traté de atender a lo que el crítico decía, pero, realmente, no me interesaba mucho: sólo las personas me interesaban y mucho menos los discursos. Los pájaros son inocencia y vacío, pero mi pájaro preferido es el cuervo que se opone a las etiquetas anteriores, pero el fotógrafo era esto y esto es lo que veo en las fotos suyas que he buscado en la red.

+ ¿Cuántos meses han pasado? Prefiero mantenerme en la ignorancia y pensar que el tiempo carece importancia. Pero he vuelto a leer el primer capítulo del Ulises de Joyce. Y recordé lo que dijo el catedrático aquella tarde en Ávila, mientras llovía intensamente: Ulises es como las patatas revolconas, no me sienta bien su lectura, debo evitar la lectura como la ingesta de patatas. Y la lectura continuó y entendí el porqué de sus palabras, lo vulgar de su opinión, como un cierto vacío y unas risas que se lo permitían su dignidad cobró extensión entre el auditorio. No me ofende, pero sé que el Ulises es un libro muy próximo más por la cercanía con otros lectores que por mí mismo. Y, así, creo que la fiebre se mantiene y ha matizado esta lectura súbita e inesperada. Ha sido una inyección de auténtica pasión por la lectura, en esta tarde de marzo, en un tal que martes y 13. La lectura es esto: cierto decaimiento, abrir el libro, comenzar y sentir que siempre ha estado ahí y una fuerza y rememoración se eleva para hacernos más literarios en nuestro discurrir vital. La literatura es un compromiso con el día a día, en ello se manifiesta mi pasión por los libros, ya que son el tamiz mediante el cual comprendo lo diario. Manifiesto mi adhesión por Joyce, en esta tarde del final del invierno, cuando los días ya han crecido lo suficiente para albergar una esperanza que se funda en deshielo y la promesa de las playas y los amores adolescentes.

+ Una leve recaída una semana después. El dolor de cabeza, un mareo leve, el sueño pesado y muy extenso. Las metáforas del espacio producen una sensación de olvido y pesadez. La extensión del sueño se resuelve en historias nada oníricas, sino ancladas en lo diario. Lo diario es la matriz que nos constituye. La fiebre era escasa y al despertarme había desaparecido. Esa puerta abierta me muestra mi parte angulosa y desconocida, veo formas curvas, pero una indefinición definitiva. Se eliminan miedos y se muestra una sorpresa constante. No hay daño. Vuelvo al Ulises.

+ Imagen: me interesaban los cuadros, me interesan las personas y su estatismo.