sábado, 9 de diciembre de 2017
Sintagma (unión)
+ Leo a Gerardo Diego y entreveo una vocación, su construcción y el edificio que de ella se eleva. Me corrijo y tal vez no se trate de un edificio, sino de algo orgánico y necesario, con una estructura espontánea. La elevación se origina en el hecho mismo de la escritura y por esta razón la suma de los pasos dados resultan ser mayor que las dimensiones del camino. Son frontera y apertura, los pasos. Veo que hay una similitud entre el poeta joven y el piloto de motos joven: la temeridad. Algo que se pierde, que se transforma, que restituye la conservación de la vida, alargada ya en el verso encuadernado y la silla en la cátedra, la placa en la ciudad natal, la veneración del periodista deportivo. Pero sigo leyendo y me maravilla la sonoridad y certeza que tiene el español en manos del virtuoso Gerardo Diego. La actualidad, el ritmo, el verso bien medido y sorpresivo. Como la cierva entrevista en el bosque. El bosque, la bahía, la ciudad, Góngora o el el Conde de Villamediana. El privilegio de la lectura me devuelve mi primigenia aristocracia sin poder alguno ya.
+ Así como lo digo, en una cafetería tan elegante como pasada de moda vemos al periodista deportivo. Ya no es joven pero conserva vitalidad: es su bigote abundante, el pelo espeso, el modernísimo casco de la moto, el reloj carísimo y actual, la chaqueta entre cámel y amarilla, las botas de motero. Toma su café y su croissant con parsimonia, abre un periódico y pasa la hojas con indiferencia, pero sin desgana. La luz de la mañana acuchilla los blancos quebrados de la cafetería. Las atildadas camareras de piel brillante y morena parecen tener una confianza que no apea el usted con el periodista deportivo. Me paro durante un momento y recibo la impresión de que todo el decorado es idóneo para un retrato que ilustraría la entrevista en la revista dominical: ese género. Pero ya no es así, ya no es esto. La vida ha cambiado mucho desde que yo idolatraba esas revista, ese tiempo en que leía sus páginas y estudiaba sus fotos. La vida ha cambiado mucho. El periodista consulta el Iphone y todo semeja intercambiable. Quien tiene un teléfono tiene el mundo, lo que nos iguala porque rebaja o elimina las diferencias [aparentemenet]. Lo que decía Warhol: nadie puede beber una Coca-Cola mejor que otra. Eso lo sabe él y lo sé yo. Nos miramos y creemos reconocernos, pero es una ficción: yo sé quién es él, pero él no sabe quién soy yo. Fuera Madrid relata una certeza: nadie se baña dos veces en el mismo río.
+ Sin duda uno de los grandes placeres de la vida es sentarse en una cafetería cualquiera en Oporto, pedir un pingo o un abatanado, una torradas y sentir cómo el tiempo se desliza por las costuras de la conversación, tal que el agua que se escurre por un tejido: lino o seda, el agua que continua su camino. El café y el pan tostado retienen en sí la honradez del trabajo bien hecho, me digo. Oporto, una vez más. Oporto, siempre.
+ A vueltas sigo con el Libro complido en los judizios de las estrellas. Mi intuición me dice que el pasado existen luminarias que desentrañan nuestro presente. Sigo lo que Umberto Eco decía: tratar a los clásicos como contemporáneos y a los contemporáneos como clásicos. Este ejercicio de cambio de perspectivas es lo que busco con el libro citado, y todo viene desde que leí esa unión entre la agudeza y el ingenio con la necedad; asuntos que aunque no lo parezca, no son incompatibles.
+ Imagen: recortes. La intencionada fractura que del edificio hacen los disparos fotográficos trata de atrapar ese momento, el encuentro en Madrid, la continuidad y la serena entrega del sí verdadero. El edificio como una nave perdida en la ciudad, así reconstruimos la travesía.

