+ [La etiqueta que abre la entrada pertenece a NIetzsche y la recojo en La construcción social de la realidad de Berger y Luckmann].
+ Vivir en la sospecha se hace cada vez más necesario. Las noticias, los rumores, las certezas. Nada es lo que parece, me dice alguien mientras regresamos del trabajo y yo asiento. Espejismos. Sólo leo y evito cualquier contacto con la televisión: el televisor apagado en una esquina del salón me parece un objeto extraño. No tengo teléfono, bueno: sí tengo teléfono pero es un teléfono que perdió su actualidad diez o quince años atrás. Es como no tener teléfono. Abro libros de poesía y sé que no es es lo que leo lo que me hace, trabajo en un sentido contrario porque el sentido en sí no me interesa. Quiero desmontar todo aquello que me dieron, examinarlo y decidir. No es fácil. Como ejercicios espirituales, como una plegaria a la nada. Aprecio la primera hora del día cuando es un día feriado. Ahí, en silencio, sin más sonido que el rumor eléctrico del respirar de los electrodomésticos. Cajas vacías.
+ «Hay tráfico lento en la carretera de La Coruña», en la primera hora de la mañana es lo que oigo en la radio, nada más despertarme. Trato de reconstruir la imagen que yo tengo de la A6, lo intento y se acumulan la imágenes sin orden. Lo dejo y pienso en el tráfico lento, en la anomia que el conductor ostenta, las filas, las ringleras, el río inerte que resulta ser una carretera. En sí misma la autopista es un paisaje sin alma. La autopista. Esto es una señal débil, porque bajo esa geometría existe una lírica suficiente y autónoma. Las conversaciones, los pensamientos, la música, las dudas y las certezas. Ese impulso que hace que el día comience. Apago la radio y desayuno en silencio: el pan en su honrada limpieza bendice el inicio del día. Un otro arte de vivir.
+ Correr con música resuelve muchas dudas, mejor: las diluye. El sendero, el río, orillas cósmicas, música aleatoria. Creo con firmeza en las posibles sensaciones que devienen del esfuerzo y la dedicación musical. Los perros ladran, el rumor de la corriente, el viento entre las hojas. Una leve brisa que recuerda el frío invernal, pero es primavera, primavera en su esplendor. Los cuerpos sumergen la duda en la corriente histórica: allí donde todo pierde su solidez. Corro. La tarea es llegar al no-pensar; alguna vez lo logro. Las tareas diarias restituyen la confianza en el ser humano, en la posibilidad de esquivar la muerte [esta falsa impresión me permite observar mis trucos y ver que son malos y prescindibles]. Corro.
+ Se manifiesta la idea de una biblioteca en ruinas. En estos días la biblioteca está en cuestión, el orden alfabético que propone, el orden temático [también]. Esa biblioteca en ruinas resuelve la marejada tempora. Cómo la muerte arrebata el impulso diario, su sola presencia otorga la textura única a lo diario. La vida precisa un sistema de pesos y contrapesos para ser estimada en su justo valor, para situarla en el lugar que le corresponde. La biblioteca en ruinas orla las ruinas de mi inteligencia. Libros, folletos, artículos, papeles, mis escritos, mis pobres escritos. La biografía no es transparente ni fija, su movilidad constituye su esencia: cada lector tiene su versión, la suma de las versiones no es equiparable a la verdad. ¿La verdad? Un substrato podría dar coherencia, pero ¿es posible hallarlo ya?
+ [Cita]: (Sloterdijk, Normas para el parque humano): «… hay en el mundo discursos que hablan de la comunidad humana como si se tratara de un parque zoológico que al mismo tiempo fuese un parque temático (…) el sostenimiento de hombres en parques o en ciudades se revela como una tarea zoopolítica.»
+ La cita anterior nos sirve de medida. En ocasiones nos resistimos a su aplicación, pero esta suspensión del juicio no es fácil, no es posible.
+ Imagen: el placer de disparar sobre las pantallas, el placer de deformar lo que ellas arrojan hasta convertirlo en una figura irreconocible. No sé cuándo disparé, ni dónde, tampoco sé quién es el retratado. La nada.