sábado, 6 de mayo de 2017
Arquitectura inútil
+ Tres verbos en primera persona: compro, utilizo, escucho. Su desarrollo discursivo me caracteriza en el día de hoy, un rastro que permanece, una expansión que deberá explicarse. Hoy, un viernes de mayo, llueve mientras recuerdo los pueblos que visitamos recientemente, junto al Cantábrico, en la costa Asturiana. Qué queda de aquéllo. Olas que dibujaron figuras. Una cuestión de estilo. [Una arquitectura inútil].
+ Compro libros en ese éter que resulta ser internet. Llegan hasta mi domicilio y abro los paquetes, todo un ritual. Los contemplo y descubro anotaciones, pequeñas etiquetas donde se leen las señas de una librería en Bilbao o en Murcia, anotaciones a lápiz, subrayados en fluorescente, una flor dibujada con bolígrafo verde, torpe pero tierna. Me pregunto por sus vidas anteriores, por sus anteriores dueños y sé que no hay respuesta. Yo sólo soy una estación en su infinito (?) viaje: un día esta acumulación de libros se disgregará y viajarán estos libros hasta otros hogares , viajarán guiados por esas etéreas librerías en internet o lo que en ese momento exista. No me produce desconsuelo esta constatación de lo temporal que se ofrecen las distintas signaturas. Aquí un hito en el camino, ese es mi yo preferido para el día de hoy: el lector que soy y que trata de atrapar los límites de su lectura. Hecho.
+ «En el asfalto fondos / De joyerías cándidas / Se aparecen a todos.» Noche céntrica, Jorge Guillén, en Aquí mismo de Aire nuestro.
+ Utilizo como marca páginas tiras que recorto de volanderas hojas publicitarias (zapaterías, pizzerías, centros de belleza…), que me entregan en las calles y guardo en un bolsillo con descuido. O bien billetes de tren, de metro o de autobús. También, boletos no premiados, marcadores, la entrada gris de un museo. No hay ninguna intención en ello, pero si una costumbre se sedimenta es porque algo se esconde tras sus costuras. ¿La humildad, las posibilidades funcionales, el colecciones mínimo? A saber.
+ Escucho a alguien decir que, en sus incios, escribió unas canciones sobre la fascinación que el alcohol le producía. Como éste incidió en su manera de desear y relacionarse, un Lucifer emergía desde los recuerdos infantiles. Considero el tema como una venenosa y potente lujuria. La lujuria alcohólica: botillería, líquidos, colores, formas, vasos o copas, transparencias, la media luz nocturna, gestos, los reflejos, la risa como evasión, la evasión como destino. Hablaba el compositor de reuniones familiares donde una amiga de sus padres le decía: «Pon más gin, pon más gin, Juan, más gin», y ahí nació la fascinación. Se pueden escribir canciones sobre cualquier cosa, pero el tema del alcohol encierra en sí peligros insospechados, turbulencias y escabrosas excursiones [excursión en ese sentido que tiene su literalidad: salirse del curso ordinario].
+ Autores pendientes de revisión (?): Fray Luis de León, Santa Teresa, San Juan de la Cruz. No es necesariamente una triada, pero hoy funcionan así los tres escritores, ¿mañana?
+ [Lo gastado]: (filosofía de), (dato histórico) (política de). En una contabilidad restan más que suman. Si a alguien le oigo emplear alguna de estas engastadas piedras no preciosas, pierde enteros. Hmmmm: ¿perder enteros? Ay, yo en lo mismo, yo en lo gastado.
+ Imagen: ¿hasta qué punto resultan intangibles las olas del mar, su dibujo, su impermanencia necesaria?