sábado, 30 de julio de 2016

Cine




+ Volvería a ver con gusto dos películas. El espíritu de la colmena y El Sur, ambas de Victor Erice. Son unas películas buenísimas, pero mi interés va otro camino. Es un interés más sentimental que cinematográfico, que se liga al recuerdo y a las imágenes indelebles que se fijan por comunión, por cercanía, por semejanza, en la reflexión sobre la infancia. Las protagonistas de las películas, Ana Torrent e Itziar Bollaín, tienen mi edad, mi misma edad, y recuerdo ver las peliculas años más tarde de que se estrenasen y decirme “yo era niño cuando ellas eran niñas” y están ahí, en la ficción. Así, el cine traspasa su funcionalidad y se convierte en un testimonio enriquecedor que enraíza en la biografía propia. Como si ellas estuviesen en mi clase cuando yo tenía ocho años, y en alguna medida resulta una verdad escogida. En la medida que establece la construcción de un pasado, la elaboración de un relato biográfico, que responde más al deseo que a la verdad contable de los hechos. Ver El Sur me traslada a paisajes de mi infancia por una invocación. No es nostalgia, es la vida en sí. A veces creo que se trata de algo muy próximo a la oración. Así se acumulan las dudas fértiles.

+ Me gustaría realizar una investigación sobre el poder, a la manera aquella que se decía en Sobre héroes y tumbas ‘soy un investigador del mal’. He tenido la oportunidad de ver cómo se encarna el deseo de mandar, como la estrategia y la ausencia de unas normas elementales revelan el núcleo de la persona o, en expresión de Marco Aurelio, el principio rector. Aunque no llegue a investigar, la investigación es más pictórica que literaria. Una escena, una mujer, con la mirada entre la insolencia y el miedo, un miedo sordo y mudo, que se debate entre la vibración y el estallido. Crispación, tranquilidad, sombras, pájaros negros que vuelan sobre un edificio de plata, el ruido de los coches, el fiero viento de la mañana, que todavía no es cálido. No hay opción, el retrato debe entrar en las habitaciones del hiperrealismo, una definitiva pincelada que apunte unos ojos inteligentes pero dubitativos.

+ Hablo del cine como si hablase de una ciudad visitada hace muchos años. No voy al cine, no veo películas. No sabría explicar a qué es debido. Alguna vez, de visita en Madrid, acudo y me sorprende gratamente, me siento maravillado por el espectáculo, pero no vuelvo al cine, hasta el año siguiente. No lo entiendo y no busco una respuesta a la interrogante. La sala vacía, la oscuridad, la luz en la pantalla, los rostros, los autos, las ciudades, las casas, las habitaciones y los gestos. Todo ello tiene un momento hipnótico que reconozco y aprecio. Sin embargo no voy al cine. Acabo de recordar dos películas, y sólo es el recuerdo, sin más, ni siquiera deseo volver a verlas, me llega con esa certidumbre, con el aliento que llega de aquellos días en que las vi por primera vez. Hay días en que no me entiendo, otros días no quiero entenderme. Sic.

+ “… la sombra de diciembre sobre el río.” Juan Lamillar, Diciembre en la ciudad.

+ ¿Todavía mantienes tu filiación romántica, podrás escapar algún día de ella? En julio estas preguntas carecen de sentido, en invierno iluminarán el tránsito por las avenidas desiertas de la capital. A la espera de noviembre, a la espera de diciembre, pues ambos meses serán propicios para viajes propicios. Madrid, Londres. Está firmado.

+ Fuente perenal. La fuente perenal es aquélla que mana por siempre, sin interrupción, nunca se seca, siempre ofrece agua. Sólo quería dejar constancia de una definición que puede tener mucho de alegoría y/o metáfora. ¿Qué es hoy en día lo que nunca se seca, que siempre ofrece agua, con toda esa carga de simbolismo que el agua tiene? Las imágenes resultan herramientas sutiles y variables, como el agua misma. Salgo a correr y la definición se diluye en la verdad de la mañana, en la brisa suave y fresca, en la corriente de río y su undosa superficie, en los otros corredores y paseantes, en los perros y los pájaros que se dejan observar: gaviotas, urracas y gorriones. El vuelo es otro símbolo. Correr pone las cosas en su sitio y si el esfuerzo aumenta, se logra, así, una cota de desconexión muy apreciada [por mí]. Esta es hoy la fuente perenal, ¿mañana? La tarea: no aproximarse al futuro, no anclarse en el pasado. Vuelvo a la música y es la única verdad que se admite, en este único e irrepetible momento.


+ Imagen: como si la cúpula se convirtiese en una invitación, como la sugencia con la que se inicia una película (?); sobreimpresiones: los títulos de crédito, tal vez.