sábado, 23 de julio de 2016
Como el que oye el agua correr
+ Oigo a un poeta decir una tontería mayúscula. Algo así como que al que tiene talento literario no le conviene la formación, y si la tiene, cuanto menor sea ésta, mejor para su obra. Podría desmentir tal afirmación con ejemplos y contraejemplos, pero es una tarea inútil. No creo que él mantuviese durante mucho tiempo la sentencia. La conclusión es: no se deben mantener conversaciones con espectros. Y espectros son todos aquellos que hablan en la radio o aparecen en la televisión. Pensamos debido a esa inmediatez de la palabra hablada que podemos responderle y, obviamente, no es posible, pero nos empeñamos y en silencio mantenemos este diálogo imposible y estéril. Creo que el alarde descrito se contrapone a la lectura, donde el diálogo sí es posible, aunque no se trate de un diálogo en su literalidad. La cuestión se resume en la distancia que marca la letra impresa. Somos en la lectura más reflexivos y nos hacemos cargo del contexto en el que nos manejamos. La distancia lo es todo. Si hubiera visto escrita la opinión anterior, me hubiera sonreído y lo daría por un apunte irónico [aunque no fuese así, pero, como siempre, el sentido de la lectura se adapta a nuestros propósitos, intereses y filias y fobias]. La radio está bien, es mejor, con mucha diferencia, que la televisión, pero me impide esa necesaria distancia. Debo aprender, porque el problema no es de la radio, sino mío. La ironía es la clave. Pensaré en ello.
+ Vuelvo a la cuestión anterior otra vez: es mejor para un narrador carecer de estudios superiores, son un lastre para una carrera literaria. Esta era la tontería que el poeta que tanto aprecio, como poeta, profirió sin viento en la solapa, un viernes por la tarde, en un programa cultural de la radio pública. Se desmonta fácilmente: Leopoldo Alas Clarín, Iris Murdoch, Tolkien, C.S. Lewis (...) Estos cuatro nombre me vinieron a la cabeza mientras corría el domingo por la mañana con el viento de frente, con la compañía de la música de banda inglesa de entreguerras: música de baile sin duda: Jack Hylton. Se podría decir que una formación universitaria no garantiza la creación de una obra literaria de interés, lo cual es cierto, pero, así también es verdad, lo contrario no garantiza nada de nada. Es este un asunto menor, lo que realmente tiene importancia es la duda ante las afirmaciones categóricas que intuimos que los datos desmotan sin piedad. La duda se instaló en mi manera de oír y leer tiempo atrás. Hoy celebro ese momento bajo el abrigo de la maravillosa música de Jakc Hylton.
+ Si en lugar de analizar la narrativa, lo hiciésemos con la poesía: la lista se multiplicaría. Abandono esta diatriba sin interlocutor y me dejo llevar por la música barroca y el café helado. Prefiero que mantenga en la memoria la música de Jack Hylton, juguetona y erótica. Dancing, cocktails and smoke. Pistas de baile, alegría deseada, vestidos vaporosos, uniformes militares o entallados ternos, tabacazo y whisky helado sin hielo, lágrimas de cristal y besos furtivos en la inmediaciones de la estación del metro. Ay, el West End. Jack Hylton es ideal para correr. Me callo y escucho.
+ One Two, Button Your Shoe:
One, two,
Button your shoe,
Put on your coat and hat;
I play a game like that
While I'm waiting for you.
Three, four,
Open the door,
Hurry for heaven's sake;
I count each step you take
While I'm waiting for you.
Five, six,
My heart does tricks
As I picture all your charms.
Seven, eight,
You're at the gate
And you walk into my arms!
Nine, ten,
Kiss me again,
Tell me you get a thrill,
Just as I hope you will
While I'm waiting for you.
+ Parece que lo inestable e inseguro es algo propio de este tiempo y nada más alejado de la realidad: no es propio de este tiempo, es propio de la vida misma, desde el momento en que surgió. El cambio es el motor, el cambio caracteriza la vida como ninguna otra particularidad. Hay cambios muy grandes y definitivos y otros cambios menores, pero con un alcance no sospechado. Siempre se instala una tendencia a considerar el presente como el peor de los mundos posibles, cuando la realidad se impone en sentido contrario: vivimos en el mejor mundo de los posibles porque no hay otro y al decir esto el presente se extingue para dar paso a un nuevo presente (así hasta la nausea). Dicho esto, el adjetivo “mejor” se caería por la imposibilidad de comparar. Y, para no dar más vueltas, lo escrito anteriormente tiene que ver con el ruido que los comentaristas originan en diversos medios de comunicación. Es un ruido que molesta y condiciona. Terrorismo, paro, devaluaciones, inflación, deflación, recesión, crisis, inestabilidad (…) Sin negar la verdad de estas realidades, la voz de los comentaristas me parece prescindible, mucho más cuando un día opinan de un asunto económico y otro día se van hacia lo ingenieril, lo militar, o lo filológico. No hay porque tener miedo. El cambio es la única seguridad a la que aferrarse, como explicación y ante cada nueva pregunta hay que poner por delante la palabra mágica: cambio.
+ Jack Hylton me acompaña en el ejercicio diario. Hago todos los días el mismo recorrido y he abandonado, definitivamente, el reloj en casa. Prefiero correr sin condiciones. Jack Hylton marca el ritmo y el ritmo es alegre y me ilusiona. Un suspiro es ahora la carrera, un regalo que la orquesta me da sin pedir nada a cambio, sin establecer registros. Música, sólo música.
+ Imagen: la parte trasera de la instalación, la mujer que busca la fotografía y ella se convierte en motivo para otro objetivo, que no es el suyo. Los puntos desenfocados arrojan luz sobre los motivos ocultos, o eso me gustaría (?)
