sábado, 31 de octubre de 2015

Descanso




+ Abro el juego de cartas [Oblique Strategies] que propone Brian Eno para facilitar la elaboración de un disco cuando se está en la sala de grabación o en la postproducción de la obra. Barajo y me sale, fruto del azar que facilita ese barajar propio de la baraja, una sentencia, una pregunta sin plantear, un mandato: Be less critical more often.  Ser menos crítico con mayor frecuencia, traduzco automáticamente. Una cierta evaporación, una levedad esencial, el trazo aéreo de la estela de un avión que se contempla desde la tierra con indiferencia, con la ignorancia absoluta de los que viajan en el avión. No tiene demasiada importancia, hay procesos de restauración lentos, pero seguros: la culpa no añade nada. Sin intención crítica, sin descensos, sin ascensos. El justo medio.

+ La ternura del monstruo. La criatura del Dr. Frankenstein nos sorprende, le vemos caminar, confundir a la niña con una flor y arrojarla al lago: ignorante de la brutalidad que acaba de cometer. La muerte lo acosa, pero el camina y parece no pensar, su camino ha sido trazado y no puede oponerse al proyecto. Su rostro, el rostro que nos hemos formado en la lectura, ahí está y ya forma parte de nosotros, somos indisociables, una unión de márgenes y fronteras: todos somos monstruosos, lo sé y lo admito y me ayuda. Ahora veo en una estantería a mi querido Herman Monster y le doy las gracias por hacerme reír y por ayudarme a tomarme menos en serio. Debes ser menos crítico, como recomienda Brian Eno, como susurra Herman.

+ Por razones que no vienen al caso, durante toda la mañana he estado contemplando la ría. Los undosos movimientos de la sedosa lámina de agua: primero suaves, luego agitados. Su observación aporta la certeza de lo minúscula que es la vida de un solo hombre, pero al mismo tiempo de la totalidad: qué ajenas son las mareas a los desvelos de los mariscadores, agricultores del mar, nada les importan sus vidas, sus desvelos, el frío y la humedad en sus cuerpos. Pero, ya de vuelta, sonó en mi selección aleatoria Anabel Lee en versión de Radio Futura musicada del poema, que realizó en el siglo pasado Santiago Auserón. La ilustración es precisa y me lleva a fantasías que anidaron en mi infancia sin consecuencias, salvo una cierta mirada romántica sobre la realidad, que ilumina sombras y oscurece luces. Lo sé y lo repito con frecuencia: como hijos del romanticismo, que no ha sido rebasado, ni siquiera en este momento de electrónicas y comunicaciones instantáneas. Sí: el amor, la fuerza de la pesadumbre, la amistad, el arrebatado impulso del arte, la certeza de una vida en dentro de nuestra vida: como cine, como novelas.

+ Más tarde, en un desliz, virtud de la casualidad, me encuentro con que existe la posibilidad de que la Segunda Soledad de Góngora esté localizada en la ría de Pontevedra. Me centro y trato de establecer un contexto que se aproxime al momento de la Ría de Pontevedra en el Siglo de Oro. Creo que sí hay una conexión: el cielo y el recorte de los montes, el agua que undosa aletea y hace cabriolas blancas de yeso y ceniza. No sé, quizá no se ajuste a nada esa propuesta que sitúa a Góngora en Galicia, pero es válida para elevar la circunstancia ordinaria del día. Llueve y la lluvia es eterna.

+ Una cita, un fragmento de un poema de Andrés Sánchez Robayna: "Madera de una silla rota,/ tirada, sin abrigo./ Fue fatiga y reposo, fue convivir pacífico." La verdad honrada de los muebles, su estampa, el hacerse a los cuerpos como los zapatos se hacen al pie. Y como un perro viejo, con crueldad se abandonan en los vertederos, se olvidan en las cunetas, en los sobrantes de las carreteras, cuando lo suyo, lo ideal, sería que se transformasen en leña y el fuego les diese una nueva y breve vida: plena de aristocracia y certeza. Sillas que un día fuisteis reposo y hoy sois basura. El viento del Sur, una vez más, trae lluvia y un calor espeso y sobrenatural [en clara exageración, se acerca el día de Difuntos].


+ Imagen: un hombre pinta los ornamentos que se superponen a las hojas de una puerta. Allí en lo alto de la escalera. Y un verso resuena, sin ser citado: "Descansa, al fin publicando sus penas; yo solo, mudo amante,/ los hierros callaré de mis cadenas". Sí, se trata de Las firmezas de Isabela de Góngora, ¿la relación con la escalera, con el pintor, con la puerta? Por determinar, pero en la senda del "mudo amante" y sus cadenas y la escalera como universo simbólico pleno y autónomo: o no.