sábado, 23 de mayo de 2015
El extranjero
+ ¿Soy un extranjero, un extranjero de mí mismo, en el corazón de mi mismidad?
+ Todo comenzó cuando yo conducía hacia el trabajo, cuando en el programa de radio de cada mañana llegó el invitado que habla de libros y de las impresiones que estos le producen, los sentimientos que se despiertan y las posibles conexiones. El invitado, esa mañana de martes, inició su intervención con Camus, con El extranjero. Afirmaba que sin duda era una metáfora del hombre que habría de llegar con la Segunda Guerra Mundial, la guerra y sus horrores. Expuso su punto de vista con detalle y precisión. Añadió que había leído la novela siete veces, siempre en la misma edición: un libro muy gastado ya, y muy anotado, desencuadernado, viejo y sucio, pero personal: la presencia de lo vivido. Volvería a él, otra vez, durante este verano: sin prisa, con delectación, a pesar del dolor que sabe que le va a producir. Entonces, cuando terminó está última afirmación sobre la lectura y el dolor, recordé la novela, vagamente, la recordé como un flash que deslumbra súbitamente al conductor despistado, ausente, evaporado. El invitado volvió sobre el libro una vez más: realmente era importante para él, algo definitivo en su biografía literaria. Me interesó su manera de entender su papel de lector: una suerte de regreso y alejamiento del libro a lo largo de los años, pero siempre palpitando tras él una idea, un recordatorio de las posibilidades de la indolencia y el mal. Me quedé pensando en ese desapego que el protagonista muestra y que el invitado subrayaba. Pero yo había perdido la verdad de la lectura, mi recuerdo no me sirve: es necesaria una impresión fresca para fundar un juicio. Decidí volver a leerlo. Y lo hice: en dos días, en un robo al sueño y al descanso, sin poder detenerme. Terminé el libro y regresó aquella sensación de la primera lectura. Todo estaba dirigido al discurso que el protagonista lanza contra el cura en el final del libro. Un discurso certero y definitivo sobre el absurdo de la vida, un negocio que no cubre gastos. Para mí lo más importante del libro es esa conversación, certifiqué que la narración es un contexto necesario e imprescindible para llegar a ese punto, al discurso: tan conectado con la modernidad, con el sinsentido, y al tiempo resulta una recolección de una suerte de literatura sapiencial que se extiende a lo largo de los siglos [qué largo sería detallarla]. Una cuestión de perspectivas. Lo que para él era relevante: la indiferencia del protagonista, su tibieza, su desapego, para mí era secundario [en cierto sentido], porque lo importante es su convencimiento en la falta de sentido de la vida, de que tanto es morir hoy como dentro de veinte años. Cómo me recordó a Marco Aurelio, qué presencia, qué herramienta para hacer que las preocupaciones desciendan a la profundidad. La irrelevancia del ser humano y sus preocupaciones. Nacer, crecer, morir: una vez que Dios ha muerto, el hombre ha de ocupar su lugar y establecer reglamentos y castigos, premios y ofensas. Una manera de conducirse que le aboca a la soledad, la soledad absoluta y absurda. ¿Cómo romper el maleficio?
+ No pudo ser de otra manera. Con su estilo claro y certero, la lectura de El extranjero impregnó la semana de melancolía. La melancolía es el desarrollo del humor negro, una enfermedad que obliga a la postración y a lo contemplativo. Indagaciones sobre la novela y su conexión con la realidad, esquemas sobre lo que es fundamental y lo que es accesorio, el sentido de la rutina, el dinero, el paso del tiempo, su huella, el cuerpo y sus esclavitudes. El paisaje se desdibuja, las conversaciones de los compañeros de trabajo son una música lejana y ensordecida, confesiones y la noticia de la proximidad de la muerte en las habitaciones de la muerte. Todo se acelera, pero hay un instante de paz. Es esa placidez de la ría a las siete y media de la mañana, el perfil de las bateas, el puente en su estructura de vieja reliquia anterior al diluvio, anterior a la glaciación. El día comienza y el tráfico se mueve con una inercia propia de seres con un sistema nervioso delicado, frágil, simple: como insectos. Los coches son insectos, me digo. Los coche insertos en sus carriles son muy poca cosa en comparación con los árboles y la lámina azul intenso. No hay nubes y el cielo es puro y exacto. ¿La vida es un regalo? El sentido que puede llegar a tener la vida es mediante una construcción diaria y sin interés, sin reflexiones sobre la trascendencia. El amor es la estructura: en un sentido amplio, sin abusar de la palabra, sin obligarla a contener espurias ataduras, esclavitudes y baratijas. El sol regresó y su luz tiñó la mañana de una alegría renovada: después de la tormenta.
+ La poesía: leo de Luis Alberto de Cuenca "Brujas suicidas en un bar" y rescato un fragmento: "Las brujas. Sus escobas alineadas / en el aparcamiento intergaláctico". ¿Me reconforta? Sí. Hago una pausa y recuerdo bares y desgarros. Como un licor, como un veneno, en ocasiones el pasado regresa y me recuerda quién soy o quién fui. ¿Hay alguna distinción entre una cosa y la otra? Hay brujas en el gym, con sus mallas doradas o fucsia, con sus tatuajes tribales o con esos dibujos de helados de cucurucho, muñequitas o nombres y frases. Esas brujas tan hermosas que esculpen con dolor y disciplina su cuerpo. ¿A quién besarán, quién acariciará esos muslos tensos y aéreos, el peso exacto de sus senos, el dibujo de su pubis? Y termina el poema, ya muertas las brujas en su suicidio etílico: "En cuanto a las escobas, nadie sabe / para qué sirven, ni le importa a nadie / qué ha sido de sus dueñas".
+ La modernidad es angustia, la angustia es miedo, el miedo es paralizante. Luchar contra el miedo. Nunca pasa nada, es la sentida sentencia: nunca pasa nada. Aquella cita que apunté y que retomo hoy: "durante mi vida he sufrido miles de desgracias que nunca llegaron a ocurrir". La risa como medicina. La cita podría ser de Montaigne, o no: en este momento carece de importancia.
+ [Imagen: colección de teteras en una tienda muy especial de Oporto. El té como bálsamo y certificado del presente: como ritual y presencia].
