sábado, 17 de enero de 2015

El inicio del año [2015]



+ Enfermedad [leve]: fiebre, malestar muscular, nauseas. Sin embargo, todas las mañanas me dirijo al trabajo y cumplo con mi horario y mis obligaciones. No es paralizante, es mucho menos que una incomodidad. Las medicinas, el agua, las naranjas.

+ [Clausura]. Entiendo que hay un cierre en muchas lecturas. ¿Es tiempo para la lectura, en general? Me asomo al Canto III de la Ilíada y me parece algo del momento, válido para cualquier edad, para lo actual, para los días presentes, para el año que comienza. La guerra y sus razones, tal vez. Pero no es hora para esto, ni para aquéllo.

+ Hay edades que se difuminan al contacto con una idea, como el papel que se acerca a la llama.

+ La enfermedad contamina el paisaje. No llueve, el sol hiere los ojos, una ronca y pesada respiración eleva el ritmo de la mañana. Como una ebriedad, la ligera fiebre desafía al fuego que se debate en el reproductor de música. Trompetas, la voz etérea, el ángel y el demonio, la misa de Bach, la oscuridad, el silencio posterior, los aposentes de la noche, los aposentos de sueño.

+ "Infame turba de nocturnas aves / gimiendo tristes y volando graves". Fábula de Polifemo y Galatea, Góngora. Cómo establecer un contraste entre el sueño y la ebriedad.

+ Biografías desconocidas, datos que iluminan la narración: viaja solo. Le vi dar una conferencia, le estudié, atendí a sus palabras. Fue hace muchos años, pero no le olvido. Era su rostro lo más llamativo. Su irregularidad: la boca pequeña, la nariz pequeña, las orejas pequeñas, y el marco del rostro grande, atravesado por unas gruesas gafas. Su pelo completo tenía visos de adolescente, pero pronto cumpliría los cuarenta; hace veinticinco años. El tiempo viaja en sus manos, huele a colonias inglesas y a tabacos del Caribe. Habla con confianza y se dirige directamente a cada uno de los que le escuchan. Lo sé, es el principio del año que ha traído sus fantasmas del pasado. La historia, fragmentos de batallas perdidas, esquirlas de muertos y vivos. El continua allí, con su salmodia y explica cómo se produce la primera palidez tras la muerte, cómo la sangre desciende hasta las partes más bajas del cuerpo, es la ley de la gravedad, vuelve a repetir cómo según pasa el tiempo es cada vez más difícil obtener una muestra de sangre, debido a la coagulación. No me asusta, ya no me asusta.

+ Si en mi estantería, frente a los libros en inglés, hay dos figuras de tigres es por tener presente a Borges, por esa misma razón copio este final de un poema suyo: "¿Quién serás esta noche en el oscuro / sueño, del otro lado de su muro?". Hoy los tigres permanecen junto un libro que explica como escribir ensayos histórico-artísticos y dos libros para acometer tareas propias del estudio universitario: trabajos y tareas. El primero lo compré en Londres, los otros dos en Cambridge. Por esta razón, su procedencia, encierran misterios que no desvelaré, en principio, por ejemplo: una posibilidad de bifurcación: si yo no los hubiese comprado, quién se lo hubiese llevado de las librerías, en definitiva: dónde estarían hoy. Si el posible/imposible poseedor alternativo se hiciese esa pregunta, la respuesta sería: yo. Así se cierra un círculo, eso semeja, aunque sólo es apariencia. ¿Todo es apariencia? Por descifrar.


+ Ilustración: un cocodrilo de mayólica, en Oporto. Una mañana especial de descubrimientos y laberintos, subterráneos y luminosas conversaciones. El cocodrilo atesora el momento y la sorpresa. Volveremos.