sábado, 3 de enero de 2015
Elevación
+ El estado de ánimo se contamina, levemente, con el tránsito de lecturas y personas. Una violenta sucesión de días de ocio y pronunciamientos indeseados, relatos y escuchas. No es preciso detallar los principios, ni si su constancia es sólida. Vuela el viento sobre el paisaje y el hombre, qué certeza, es una sombra en un sueño o el reflejo de la luna en una gota de rocío en la punta del pico de una garza, [ninguna de las apreciaciones anteriores me perteneces, aunque las hago mías: de Grecia a Japón, de Píndaro a Dogen].
+ Eça de Queiroz: hace un momento he dejado O Mandarim a un lado. Queda el espacio donde se desarrolla la narración. Los lugares, los objetos, los olores. He leído en los últimos días dos entrevistas con escritores. Ambos coinciden en que comienzan a escribir mientras piensan en un lugar, desde él los personajes emergen de una manera que podríamos denominar, sin temor a equivocarnos, mágica. La magia está desprestigiada. O Mandarim relata las posibilidades y los peligros de la magia. Se puede leer como una metáfora de la ambición humana o buscar un punto de vista más literal, enraizado con el hecho literario en sí: el placer de narrar: más allá del texto impreso, de la recepción de la copia, muy próximo a la oralidad. Hay una certeza moral en el decurso de un relato, entrevisto y pluriforme. El libro descansa y las horas son dulces, como las de un escribiente lisboeta en domingo, dedicado a su dolce far niente.
+ El swing gitano, Django Reinhardt. La evocación es la medida: carreteras junto a la costa, un coche rojo descapotable, vino rosado, un hombre con bigote muy fino, una mujer vestida de blanco y rubia, acantilados y el furor de agosto. Una idea que fluye, una idea que muere. Una insinuación cinematográfica. ¿Comienza así una narración, aunque nunca se lleve a cabo? ¿Es un posible Simenon? Violines que se deslizan, el contoneo rítmico de la guitarra que funcionalmente es más percusión que acordes o melodía, escobillas sobre los tensos parches de una caja. El ritmo y el olor de los perfumes, del tabaco y del vino rosado. ¿Italia, Francia, España? Como tirar unos dados, pero sin coste de ningún tipo. Casinos, pistolas de nácar y fuego dorado, champagne, estilográficas de ámbar y oro. palmeras y zapatos bicolor: negro y blanco, teléfonos blancos y relojes sin agujas. Sin horas, la tarde muere en el fuego del océano.
+ Llegan libros y los acumulo en un estante próximo al lugar de lectura. La composición de una biblioteca establece los límites precisos de la persona. ¿Quién resiste el escrutinio de su biblioteca? Es complicado estar a su altura, los libros nos rebasan y nuestros propósitos son poco menos que un atisbo de esa idea.
+ Bajo un fragmento de una novela a mi libro electrónico, es un adelanto previo a una compra que no haré. El otro día en una librería leí la primera página del volumen físico [valga la redundancia que la lexía ofrece en este momento, en este preciso momento], y me dejó pensativo. Es cierto, me llamó poderosamente la atención la descripción que el autor hace de los primeros momentos de la muerte del ser humano. Me parece precisa y poética sin alejarse de lo literal, pero hay algo que me desagrada profundamente y no se trata del hecho en sí, es algo que viene de lejos, algo que he visto muchas veces y no alcanzo a digerir. Mi rechazo proviene de la diatriba entre los medios y el fin, entre lo deseable y lo deseado y lo alcanzado. ¿Por qué utilizar dolorosamente a la familia, a los amigos, a la pareja, en la narración, a costa del, repito, dolor, aunque la narración sea buena, muy buena? Siempre se mostrará ese filo: escribir es causar dolor o esto no es necesario. Pensaré, como tantas otras veces, en Cervantes, en su biografía, en su ejemplo.
+ Recuerdo a un eminente filósofo que afirmaba que daría toda su obra por poder interpretar al piano una sola obra de Bach. Ante mi falta de talento musical se me ocurre que la escritura es un pobre sucedáneo de la perfección que en sí contiene el todo musical. La tarde es un tablero vacío y Handel muestra como la perfección es posible. Me adormezco y cierro los ojos. Es una impresión falsa, pero está presente. el tiempo se ha detenido.
+ Imagen: [un hombre transporta un cuadro embalado, sube una cuesta muy pronunciada, parece cansado. Oporto, algún día del verano de 2014. ¿Se ha detenido el tiempo? Quizá se trate de una paradoja o de un aliento de ironía. No se puede explicar, sólo el ámbito de la pared en blanco del museo extraería una explicación-cuestión, pero, con total seguridad, eso no sucederá].
