sábado, 15 de noviembre de 2014
Un año más tarde, Madrid (II) - [spleen]
+ [Aviones]. Mientras eleva el vuelo no dejo de preguntarme por el sentido que tiene tomar notas en una libreta: en un desorden estimulante, aleatorio y fructífero. Semeja que se fijan observaciones y ocurrencias, pero no sucede así: si se recuerdan los hechos es porque se han vertido en la libreta, no al contrario. La caligrafía constituye la materia del día, que ha nacido hace unos instantes. No importa. El avión es hermético. La música establece fronteras. ¿Bach? La música se confunde con el rumor de los motores. Es un vuelo tranquilo y la lectura avanza con singular fluidez. La música es papiltación y aliento. Anotaciones que reflejan el estado de un momento vital: la amistad. Un niño llora y hombres maduros consultan sus dispositivos: crucigramas y fotos de viajes. Una concentración excesiva. La lectura abarca una totalidad que se enmascara en la niebla. El género, el estilo, el miedo, la vergüenza, la inseguridad, una estructura, una dinámica ya prevista, el estatismo, la redención. Las palabras son evocadoras. Cierro los ojos y trato de no pensar en nada, salvo la realidad del vuelo: las explicaciones que la ciencia arroja sobre los hechos se apartan a un lado para elevar el misterio que la vida cotidiana otorga. La vida cotidiana es un espejo sin azogue.
+ Madrid (1). La lírica de los objetos. Nacimiento, vida, muerte. La ultramodernidad se desvanece. Deshilachados jirones de niebla. El suburbano contiene la metáfora del momento. Maletas, teléfonos, gafas, bolígrafos, abrigos, zapatos, pantallas, esferas donde se alojan cámaras. Sueños imperfectos que atraviesan el trayecto, sin una finalidad. Una señora entra en el vagón y explica porque se ve obligada a pedir una ayuda. Su rostro es tristeza y dolor, pero, también, hay dignidad. La dignidad es profunda y sólida. En el Mp3 suena María Callas, se une a la sensación de desamparo. Todavía es temprano en este sábado de noviembre. Una rutina.
+ Madrid (2). (…) arrojaba polvo de oro a los perros. ¿Soy yo?
+ Madrid (3). El todo terreno es un símbolo de seguridad. Barrios con acceso restringido y especulares superficies comerciales, autopistas y barreras automáticas. "Estos vehículos parecen disipar el temor que la clase media urbana siente cuando se desplaza por su ciudad de residencia o se ve obligada a detenerse en algún atasco". [Ray Surette: Media, Crime and Criminal Justice, citado por Z. Bauman en Vida líquida]. Cinco días en Madrid, cinco días fuera de casa; durante este intervalo de tiempo leí Vida líquida y, simultáneamente, su núcleo era un contraste entre el desarrollo del viaje y lo obvio que se extendía ante mis ojos. Los barrios, los medios de transporte público, los márgenes sociales, mi propia posición en el mundo y su flexible inconsistencia, la estructura del poder [se intuye y uno no sabe si su percepción es acertada o errónea, pero se mantiene esa desconfianza que conduce a una verdad que, paulatinamente, se fosiliza]. Hay una melancólica sensación de pérdida: son los años, tal vez, es el momento histórico, quizá. Ha terminado la postmodernidad, me digo ante un semáforo. Los coches cruzan rápidos ante mí, colores y formas, escenarios de comedias y dramas. El cielo está limpio y espero mi turno. La música también aporta hermetismo, me repito y observo los perfiles del Reina Sofía. Como burbujas o espuma liberada, así se desplaza la masa. Hay africanos que venden bolsos falsos, discos piratas y bufandas o guantes. La calidad del aire es transparente y tiene un tono ocre en el azul tan puro. Me parece que todo ha llegado de un mundo que he olvidado. La sinestesia me asalta: el olor tan penetrante de una muchacha que me pide la hora: entre humo de tabaco rubio y limpieza y jabón con aroma de remotos baños ingleses. El Museo espera. Se evoca otro tiempo y la melancolía se ha licuado. Soy otro porque soy el mismo: lo paradójico es mi signo. La muchacha se pierde en la multitud.
+ [Sinestesia: con la mezcla de tabaco y la lozana limpieza llega el aliento de la adolescencia. Tan lejana. Calles húmedas, lecturas virginales, tabaco, elevación, alcohol barato, el sonoro pop, el martillo de los deseos, aroma de invierno, monedas y hachís falso. Descreídos, cínicos, pálidos. Guitarras, amplificadores, playas en invierno. Otra vez se pierde en la multitud, durante unos minutos permanece una melancolía evaporada. Esa sensación agradable, el spleen, la transparencia, la niebla, el desarreglo].
+ Madrid (4). Las oportunidades perdidas. El amor, el sexo, el dinero. Hay una pequeña muerte en todo arrepentimiento. La melancolía es un atavismo. Diariamente se debe establecer una frontera clara entre el deseo y su consecución. Demasiado zen para este momento, me dice. Alguien me reprochó: no se puede estar inactivo. ¿Mi actividad? El estoicismo es una filosofía de señoritos, me dijo y volvió a beber de su cerveza, quedó en el vaso la marca aceitosa de su pintalabios y sacó de su bolso un omeprazol: mi estómago es un infierno en vida. ¿La acción? Recuerdo aquél momento, no tan lejano, pero de un modo vago, inexacto. Ubi sunt?
+ Imagen: los espejos y sus apariciones inesperadas. En un contenedor de escombros duerme el espejo, sin miedo, sin esperanza.
