sábado, 24 de mayo de 2014
Tránsitos
+ Contemplación de la muerte y de sus derivadas. Esta semana pasada, pude ver un camión despeñado. Allí estaba, en el fondo de la ladera de un terraplén. La figura del vehículo hundido en la tierra negra y húmeda era dolorosa: las ruedas, la estructura, la cabina aplastada, la mercancía esparcida: entre ramas y árboles agonizantes. Varias toneladas de fruta, entre la maleza y las piedras. El conductor había muerto, en un instante. La curva estaba bien señalizada y había una pertinente recomendación para reducir la velocidad. La velocidad. Los camioneros están muy presionados, plazos estrictos y salarios bajos. Es difícil no sentir compasión. 52 años. Al mismo tiempo, no dejaban de llegar coches para recoger los restos del naufragio. Con bolsas, a la carrera, un tanto azorados. El patetismo se establecía en los contrastes: la muerte, los despojos, los beneficiarios. La empresa propietaria del camión debió apostar dos vigilantes para impedir que los recolectores de chatarra se llevasen el metal, los contenedores de plástico y cualquier cosa susceptible de ser vendida. Así pasó la mañana del martes, el día muestra el detalle y la noche establece identidades. Esto último emergió sin solución. ¿Cuándo lo había leído, cuándo toma el valor que le corresponde?
+ El Sur, Borges, en Ficciones. Diciembre queda lejos, pero aquellos días en Madrid reverberan su presencia. La lectura del cuento de Borges inicia una recuperación de aquellos días. Parques en las primeras horas de la mañana, veredas transformadas por la helada, palpitantes focos, globos de luz amarilla que albergan la estatura de los parques. Sobre el pedestal, la estatua ecuestre se hace aliada de la lírica de la mañana, transformada en el testimonio de una historia que desconocemos, pero que allí está. Allí, a lo lejos, se suponen los campos. Falta una hora para la cita. Hay tiempo, un momento para registrar el instante que ahora se reproduce aquí. También El Sur es otro registro. Una constatación. Qué particular sustancia atesora una lectura. Hoy leemos una frase, la frase con que finaliza el cuento. Una vez más, la última frase: "Dahlmann empuña con firmeza el cuchillo, que acaso no sabrá manejar, y sale a la llanura". Y todo se ha transformado. La metamorfosis, acusada o ligera, ha obrado en nosotros. Ya no somos aquél que hundió sus ojos en el relato, que se embelesó con la estructura, con el final, con su articulación. Un día adolescente en su dormitorio, otro un hombre en un vagón de metro. Con el artificio se eleva su persona, otra persona. Este otro contiene al anterior, o no, pero se desvanece mientras lee. La disolución es necesaria, el día muere. Son inagotables las posibilidades, no hay otra receta.
+ Recogido al vuelo: Lucien Goldmann: "La literatura no es expresión de la realidad, sino parte de la misma". La sucesión de los días, la textura que la edad otorga, la muerte como medida, los ejercicios que conducen a la afinación de una destreza, la destreza. La realidad se transforma y se multiplica. El punto de vista es cambiante, perecedero. Cuáles son los procesos de ensamblaje, el diagrama de construcción, su materialidad. La realidad se construye socialmente [Berger y Luckmann], mientras el camión yace en el fondo del talud. La realidad es lingüística, las palabras son las que permiten encarnaciones y decesos. Discursos y transformaciones, influencias, silencios. Cuando camino solo existen los pasos, es necesario el concurso del paisaje para llegar a ese punto donde lo fluido reina sobre el estatismo. Alguien pregunta sobre la función de la literatura, lo pregunta porque desea una respuesta clara y satisfactoria. No tiene finalidad, le responden con acierto, pero no es suficiente. El utilitarismo se desploma ante la certeza de la muerte.
+ He comenzado a leer La mirada sin dueño, una antología poética de Miguel Ángel Velasco. No me pregunto por qué se elige un libro, por qué se posa en la mesilla de noche éste y no otro. No me planteo los porqués, ya que sé que no hay respuesta. En general, no hay respuesta. En particular, tampoco. En muchas ocasiones, me digo, el rostro del poeta, del pintor o del músico, es una guía hacia su obra. ¿Un acierto? Hay aciertos y hay errores, pero la intuición se convierte, con los años, en un instrumento insutituible, incomparable, tardío y fungible. Ante de domir: el poema a las lombardas, esa col, me parece grandioso, propicio para terminar el día, [v.gr.: "… raso añil como seda violenta…"]. El dibujo de lo cotidiano restablece una cierta confianza, un cierto crédito perdido. La poesía tiene esa inigualable capacidad de cambiar el rumbo, súbitamente. Como si en la lombarda se ocultase una joya de mármol y sobrerealidad, su manipulación y su candor. Mientras, el camión ha sido rescatado, llegan noticias: en tres semanas estará circulando, otra vez, con sus cargamentos, con sus prisas, con las urgencias y los desvelos. Otro conductor, otras vidas, otros afanes. Entre tanto, la lectura ordena lo que será desordenado cuando llegue el día. Y así se cierran los aposentos de la noche. Los trabajos y los días. Su reiteración.
+ Somnium imago mortis.
