+ Extrañas citas que me llegan sin desearlo. No sé a qué atenerme. Dedico un instante a la reflexión y no digo nada. ¿El silencio es una decisión o una muestra de la falta de sangre en las venas? No le doy importancia porque yo no quiero responder. Sé demasiadas cosas como para expresar mi rechazo. Es un truco que aprendí hace no demasiado: el silencio ante los terraplanistas es aplicable a muchas otras necedades, incontables necedades. Este es mi silencio. Leo, otra vez, la cita que ha puesto en su perfil y creo desvelar ciertos secretos, pero no es así. En realidad he recompuesto las piezas y me he aproximado un poco más a la totalidad, su totalidad. Lo dejo a un lado. No tiene importancia.
+ Estampas de la gran ciudad: obras, autopistas, aeropuertos, el metro, taxis, calles desiertas, calles abarrotadas, tiendas y bares giratorios, discotecas y pubs elegantes, decadentes, miserables. Todo lo recuerdo y nada olvido. Acabo de leer un breve texto de un escritor que en otro tiempo me gustó mucho . No leeré otra vez sus novelas, no quiero correr el riesgo de una decepción o de que regrese un transido entusiasmo. El gesto de una mujer con falta muy larga que apoya su pie en una pared para atar los cordones de sus zapatillas de baloncesto verdes: estudiar el gesto desde la anatomía y conformarse con el esbozo que se hace mientras todo se desvanece. Ese extraño erotismo que es suponer una vida, encajar en la suposición el amor y el deseo. Estampas que no olvido. La mujer que llora en el metro como si susurrase, nadie le dice nada, yo tampoco. En el metro otra vez, alguien ofrece pañuelos de papel mientras enseña la llave de una casa que dice que acaban de embargarle, nadie le mira y él pide que le miren a la cara, una mujer le da una moneda y él le ofrece el paquetito de pañuelos de papel, ella rechaza los pañuelos y le desea suerte al hombre. Desayuno tres días en el mismo bar, pido, los tres días, la misma comanda, veo que hay rostros que se repiten, otros no, no creo que haya un significado oculto en estas simetrías. Una pensión cerca del corazón de la ciudad: largos pasillos, puertas cerradas, la decoración extraña de las pensiones, algo humano, algo impersonal, célebres cuadros en formatos muy reducidos, un llavero con tres llaves: la del portal de la calle, la de la puerta de entradas, la llave de la habitación. Veo la televisión a oscuras. En la calle hay una manifestación. Rostros, animales de compañía, ropa de deporte, canciones que ya no recuerdo y alguien las silba mientras pasa delante de mí: estoy sentado en un banco y observo. Una lámina de agua muy brillante, un hombre vestido de verde y amarillo riega los árboles, no hay ruido alguno. Paseo y veo una placa: consulto el teléfono y veo que aquí asesinaron a un hombre de treinta y cinco años, soltero. Volvía de hacer deporte. Yo no olvido, fue ETA: qué miseria. Cerca hay otra placa: una mujer de setenta y dos años volvía de una celebración, la alcanzó una bomba, murió. Queda la placa. Todo se olvida, me digo y sigo el paseo sin poder dejar de pensar en aquellas vidas quebradas hace cuarenta años. Quizá son más de cuarenta años. No lo sé. Ya nadie se acuerda. ¿Alguien se para en estas placas? La vida no admite definiciones. La muerte cesa todo intento de definir la vida. Demasiado amplio todo para un instante. El metro una vez más y hay otras historias que prefiero dejar a un lado. Quizá en otro momento. Hoy no. Son las estampas de unos días que estuve en Madrid. Son asunto que poco a poco olvidaré. O tal vez no.
+ No es verdad que el buen paño en el arca se venda. Hoy menos verdad que nunca antes. Lo que no implica calidad, ni bondad, ni un posible optimismo.
+ En uno de los cuadernos de Luis Rosales me encuentro con la cita en latín: «Forsan et haec olim meminisse iuvabit» se traduce con un significado similar a "Quizás algún día nos acordemos de esto con alegría" o "Tal vez algún día nos plazca recordar estas cosas”. Gobierna el afán del día la posibilidad que abre, a modo de cura, a modo de táctica en el conjunto de la estrategia. Un día recordarás esto que te causa dolor con cierto agradecimiento: soy el que soy por aquello que fue. El afán del día de hoy es este.
+ Imagen: tres momentos: la pensión y la pintura simétrica [la reproducción del cuadro de Murillo que encuentro en el pasillo de la pensión habla desde el pasado y ofrece una visión que nos desarma, esa es la duplicidad o simetría], la calle y su expresión plástica que tiende a lo espontáneo [carteles que anuncian diversas noticias y convocatorias, el perro impasible que corona el conjunto, se conforma una inveterada expresión artística: la necesidad de ser y ser escuchado y el arte se destila de esta casualidad], el metro [la soledad, lo actual y la fugacidad: el tiempo se hace carne es su fluida realidad].


