sábado, 5 de julio de 2025

Lo permanente y lo fugaz

 






+ Tarde de sábado. Calor. Releo unas notas que tomé con la intención de identificar tendencias. Notas del día a día e impresiones sobre lo que me antojaba no tanto relevante sino se me aparecía como marcas indiciarias de lo que podría venir. Notas que luego pasaba a limpio en el ordenador. Los apuntes más antiguos tienen diez años, los más recientes dos o tres meses. Veo que no estaba yo errado y que lo apuntado no era tan perceptible en aquel momento cuando lo escribí. ¿Un cierto poder de adivinación o capacidad para leer aquello que, latente, tomaba cuerpo paulatinamente?Ahora es distinto, muchas de aquellas posibilidades se han concretado y no son, ya, intuiciones. Calor. Por la mañana escuché un podcast donde intervenía Giuliano da Empoli. Fue algo deliberado. La radio pública francesa me ofreció varias entrevistas con el autor y seleccioné dos de un nutrido repertorio. Al mismo tiempo, llevo días, desde que regresamos de París, leyendo L'heure des prédateurs. Compré el libro en el el kiosco aeropuerto de Beauvais. Reservé la lectura para más tarde porque necesito cierta calma y la ayuda del diccionario que me ofrece el teléfono [en el avión, obviamente, no hay cobertura y sin conexión el diccionario no funciona]. Aterrizamos en el aeropuerto de Oporto y debí conducir en la espesura de la noche: ciudades que quedan atrás rápidamente, naves industriales que a luz de los focos semejan algo bien distinto, la estela roja de los pilotos de los automóviles que, por un momento, parecía infinita. Pensaba en el libro de Guiliano da Empoli porque recordaba otro libro suyo, Los ingenieros del caos. Había encontrado una llave para abrir la puerta que conduce a un espacio de la realidad que tiene relevancia y que yo no había contemplado hasta el momento. Es importante dudar, pero para la duda hay que construir algunas certezas, siempre prestas a ser revisadas. G. da E. contribuye a esta elaboración. Dormí profundamente durante la noche del sábado al domingo tras el viaje de regreso. No recuerdo lo soñado, pero sí permanece la sensación de descanso reparador tras el viaje de regreso: París, Beauvais, Oporto, Pontevedra. El cansancio que me producen las esperas y la conducción nocturna se diluyó, un cansancio. Ya en casa, a última hora del del domingo, acudí al libro comprado en Beauvais. En el libro hay algo que habla del momento actual de la política o de la historia, no sé, pero también que nos remite a la condición humana. Ese algo estaba ya en el libro antes mencionado, Los ingenieros del caos. Ese algo conecta el pasado con el presente mediante la guía de César Borgia. Claro y certero. Los nuevo Césares aparecen por la oportunidad que les da este momento histórico a sus personas y personalidades, que se desenvuelven con habilidad en el marco del desarrollo tecnológico y la consiguiente revolución técnica y social. La unión entre el curso de los acontecimientos y las personalidades de los ciber-Césares es un hecho que no se puede soslayar. Actúan así porque son así y porque la realidad, mediatizada por los teléfonos y sus extensiones, se configura en función de sus deseos. En otro momento de la historia no tendrían la relevancia que tienen hoy [no recuerdo quién decía que Maradona en la antigua Roma no había pasado de ser un volatinero]. No se trata ya de las argucias de la retórica del poder, de pesos y contrapesos, sino de la manipulación de las más burdas realidades dadas y creadas. Sus cualidades y una cierta falta de empatía adquieren relevancia conforme a una configuración de época. En definitiva, hay una regresión. Se deshilacha la urdimbre, se desvanecen certezas y la estupidez manda porque conviene que mande. Los teléfonos lo han cambiado todo y, me pregunto, si estamos ante un movimiento pendular que va del conflicto al acuerdo y un regreso al conflicto del que devendrá otro acuerdo y así hasta el final de la historia (?). ¿Estamos en el momento inicial del conflicto, vendrá a continuación una regulación de la realidad en la red, necesaria y perentoria? Quedam en el aire las preguntas y no veo yo que tengan respuesta inminente.


+ Mientras, en Venecia se ha casado el propietario de Amazon y la boda ha sido polémica debido a la ocupación del espacio público y las incomodidades que le ocasiona este evento a los habitantes de la ciudad de los canales. El derroche es importante. ¿Por qué Venecia? La ostentación es una marca del carácter y refleja carencias. Esto último explica el porqué de Venecia. La conquista consiste en transformar la ciudad en escenario y limitar el acceso a un espacio es más que poseerlo, un espacio que ya en sí no es ciudad sino parque temático. Cierro para mí el parque temático. Para mí y para los que yo he elegido. Poco más. La poética queda al margen, porque se impone una sentida cursilería que habla del amor, el romanticismo (en minúscula) y la eternidad. Pero somos mortales, absolutamente todos somos mortales.


+ En las profundidades del invierno viajaré a Venecia. Arropado por la lluvia y el desprecio de las masas. Lo sé. Viajaré en algún libro, en algún recuerdo de una ciudad nunca visitada. 


+ Se alejan los días de Paris y el recuerdo se ha modelado con la lectura. ¿Cuándo volveremos? ¿Volveremos?, quizá la pregunta debería ser: ¿nos hemos ido alguna vez de París? Me interesa la Revolución Francesa, Napoleón, me interesa la historia de Francia, me interesa la ida y la venida de la escritura, el lugar en donde estoy. Rimbaud o Baudelaire, Foucault o Houellebecq, libros diseminados por los estantes, agrupados en una balda, diccionarios y planos de Paris, una anticuada guía de viaje de Francia, las guías en inglés de Normandía y Burdeos, mapas de carretera, etc. Me interesa la vida del Marqués de La Fayette, la de su esposa y su amor por la escritura, me interesan los sansculottes, su deriva y su desaparición, la Comuna de París y la relaciones que puedo establecer con los chalecos amarillos. Escucho la radio en línea francesa. Me interesa el presente y el pasado. Me interesa Francia como me interesa Portugal, puntos de observación desde donde entender España. Hoy es Francia, por ende, París, pero mañana será otra cosa. La imposible labor de entenderme a mí mismo, entender el tiempo que me ha tocado vivir. Es esto lo que queda de París, lo que pervive. David Hockney, que era el motivo principal del viaje relámpago, colabora en ello. Colabora en lo permanente y en lo fugaz, dos orillas de la misma dimensión.


+ [Nota final] Houellebecq pronostica que el Cristiano pronto se extinguirá en beneficio del Islam. Añade que puede existir gente woke, pero que él nunca ha conocido a nadie que responda a esta definición. Culmina afirmando que “[e]l hecho de que la gente que me rodeaba tuviera una percepción errónea de las cosas fue un importante motor de mi escritura”, en referencia a El traje del emperador de H.C. Andersen. Dice, finalmente, que no hay que temer al futuro, haya o no haya soldados-robot. Bien. Me gustaría que publicase otra novela, pero ni por asomo se atisba en el panorama. 

 

+ Imagen: tres momentos de la mañana.