+ La inspiración poética es, para algunas escuelas, locura. Algo de esto hay, pero también muchas otras cosas contribuyen a una explicación para el inaprensible fenómeno de la escritura y del estar plenamente humano. Para la escritura resulta preciso cierto arrebatamiento que se provoca con trabajo y la consecución de un estado, previa, digamos, una visión. La expresión de un tiempo personal y de un tiempo total, absoluto, tal vez. Recuerdo poemas que me han transmitido ideas de paisajes, de su contemplación y de una conexión con lo propio y lo que no admite transferencias. Ciudades, campos, montañas, la idea del amor y la idea de la finitud, la lealtad, la traición, el trabajo honrado, el robo, el maleficio o la presencia desgarradora del deterioro de la edad. Pero, siempre, creo yo, persiste ese talento de locura y enlace con realidades que van más allá de los sentidos, sin que estos se desvanezcan. Se comparte lo propio con los extraños, leemos a los muertos, sus ideas nos fecundan, las reelaboramos y podremos recobrar patrias que no van más allá de la persona, que se alejan de las colectividades ignotas. La palabra estro recoge esta unión entre inspiración, talento y locura, pero también se refiere a una mosca vellosa que ataca al ganado y al período de celo o “ardor sexual” de los animales. Las tres ramas de la palabra invitan a esbozar una posibilidad de poema, una alianza entre la locura, el daño y la enfermedad, la impronta de la sexualidad que despierta con los celos y su culminación: la reproducción. Ahí queda la posibilidad, que no se habrá de culminar.
+ El racismo está en auge, sin duda. Pero no creo que sea algo que surge súbitamente, sino que permanecía larvado. Despierta mediante esta ola de estupidez. La estupidez es un mal grande y peligroso. Oímos a personas que esconden sus intereses al tiempo que disparan su flechas de podredumbre. No puede traer nada bueno esta marea. Terminará por perjudicarnos a todos.
+ “Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro, si no hace más que otro. Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas, porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca. Así que no debes congojarte por las desgracias que a mí me suceden, pues a ti no te cabe parte dellas.” Una cita de El Quijote. Resalto en la cita la frase “no es posible que el mal ni el bien sean durable”. Quizá sea una guía para estos días, que se pude hacer una de las múltiples traducciones que admite en este sentido: tras el temporal, llega la calma, pero, también, la calma que precede al temporal. No me cabe otra que la serenidad, a nadie le cabe otra que alcanzar una cierta o incierta ataraxia, compleja, difícil y, que con esfuerzo, nos ha de aliviar un poco, solo un poco.
+ La frase, aunque no resulte compleja, habla de un movimiento pendular con una traslación a la realidad difícil de cuantificar. Ni el bien ni el mal duran porque el uno sucede al otro e inversamente. La cuestión sería determinar los tiempos, pero eso no es posible. Para ello tenemos el ejemplo de los errores de los economistas y politólogos, por decir dos ámbitos de saber en los que el acierto, que es igual a la predicción, resultan especialmente complejos e inalcanzables y, al tiempo, piedras de toque para enjuiciar la realidad y sus derivas. “No es posible que el mal ni el bien sean durables” resuena en esta tarde de julio, cuando la temperatura ha descendido, y concluyó que es muy cierta y debemos estar preparados para cuando lo que nos pueda herir llegue, que llegará y no será tan terrible como nos han querido hacer ver. El miedo paralizante es una herramienta del mal, a ello me opongo.
+ Mientras, leo sobre los sucesos de Rostock, me da la impresión de que el mal se camufla y lo vemos cuando se asoma, pero no cuando, emboscado, se desliza por el subsuelo. Ahora está en Torre Pacheco, dónde será la próxima aparición, con qué intensidad. Las señales parecen claras. La deshumanización del otro, en cualquiera de sus vertientes, inicia lo que no se sabrá como detener. El genocidio nazi no comenzó en las cámaras de gas, sino cuando los políticos dividieron las sociedad entre nosotros y ellos. Esto lo he leído en una suerte de meme que se colgó en una entrada de Auschwitz Memorial en la que se pude ver a una niña sonriendo con placidez: Evika Herzl, que nació el 14 de julio de 1938 y la asesinaron en la cámara de gas en 1944. Tenía seis años y era judía. Poco se puede decir. Queda la idea: nosotros contra ellos. Nada más.
+ “[C]omo suele decirse: los datos jamás hicieron cambiar de opinión a nadie cuyas creencias, para empezar, no se basaban en los datos” Jesús Zamora Bonilla, en un paréntesis que aparece en un artículo sobre el filósofo (?) Byung-Chul Han.
+ Imagen: la ventana que se abre sobre el paisaje urbano y, tal vez sí, tal vez no, nos gustaría, en este momento, tener una apreciación sobre el hombre que mira, pero eso es imposible: su intimidad es intransferible. Así está bien.
