sábado, 21 de junio de 2025

Dos días y medio en París: “End Bossiness Soon”

 


+ Tres días pueden resultar escasos o una eternidad. Esta idea me viene desde la lectura de Ébano de Ryszard Kapuściński. La lectura del libro llegó a raíz de un comentario en alguna red social de un antiguo compañero de trabajo, un informático que lee libros interesantes. Yo tenía un ejemplar de Ébano y sabía exactamente donde estaba. Nos fuimos a Paris con un propósito claro, del que en breve daré breve cuenta, y me pareció una buena compañía para el viaje relámpago. En el aeropuerto Saa Carneiro, el aeropuerto de Oporto, comencé la lectura. En los primeros compases se realiza una apreciación sobre el tiempo que yo llevo incubando desde hace unos meses: el tiempo no tiene porque estar necesariamente contenido por la dictadura del reloj. Hay un punto donde los africanos esperan en un estado de casi hibernación, absortos, hipnóticos, y no es una espera sino el apagamiento que se produce hasta que la seña se muestrasl: el acontecimiento, que no necesariamente responde a un horario (el autobús partirá cuando esté lleno, y no a una hora determínala, y así todo, apunta, más o menos Kapuściński). Por eso digo que el tiempo pasado en París no es tanto el que marca el calendario, sino el que hemos construido C. y yo en los aledaños de Place de la Nation, con las conexiones en metro, con la contemplación de la pintura, con el estudio de los atuendos, maneras y caminares, lentos, apresurados, elegantes, torpes o neutros. Como lo perros, como los gatos, que pueden estar horas sin moverse con la vista fija en una tapia, en la hierba, en un árbol. Sin más, ese tiempo que moldeamos en nuestro beneficio: tres días en París, que bien pudieron ser tres meses. La importancia se la otorgamos nosotros, no la acumulación de trofeos turísticos.


+ ¿Viaje o turismo? Hemos viajado porque teníamos un propósito. No hemos sido turistas: por nuestro atuendo, por nuestro propósito. El propósito, bien cumplido, fue la visita a la exposición de David Hockney en la Fundación Louis Vuitton, David Hockney 25. Sin más.


+  “End Bossiness Soon”: que el autoritarismo se termine pronto. Este es el lema que luce David Hockney en un chapa de su solapa en su autorretrato más reciente, donde ya la decrepitud anuncia el final. Y es comprensible y de plena actualidad. Ajustado a su momento, a nuestro momento. Me conmueve el cuadro por su significado, esa lucha porque la vida tenga sentido mediante la pintura y el trabajo, con la búsqueda de la celebración de la misma. Lo comprendo, sin más. No es necesario un escolio.


+ [Frédéric Chopin: 21 nocturnos interpretados por Thomas Schwan]. La música recoge algo más que un estado de ánimo. Se trata de un contexto. Lo fluido, lo maleable, una idea de Romanticismo, lejano, pero recuperable. El decorado termina por imponerse. Tras la visita a París no ha habido cambios, pero es de esto de lo que se trataba. De una permanencia que hoy la música alberga. Música escogida para este momento. No producen ya los viajes melancolía, se atraviesa el tiempo y se llega al punto del que se había partido sin esperanza, sin miedo. Qué de una vez se termine el autoritarismo, esa es la extensa lección.


+ La afirmación de D. H. me concierne especialmente. Quizá la brutalidad que nos acecha no sea nueva, sino que simplemente se viste de un ropaje renovado, un atuendo tecnológico, pero siempre ha estado ahí y ese autoritarismo que nos acecha debe finalizar. Quizá sea una imposición y las vías de desarrollo de la tecnología tendrían que ser otras, más humanas, más amables, pero, veo yo, llegará un momento en que el ajuste será insoslayable y en ese momento se repondrá el equilibrio, un frágil y delicado equilibrio, el equilibrio que hoy se ha visto subvertido. En este tiempo de neo-fascitas y neo-rojipardos debemos confiar en lo que la pintura de D.H. nos transmite: la celebración de la vida. De ahí la importancia de los dos días y medio en París o tres días en París (como se prefiera), esa velada visita a D.H., también algunos queridos pintores del Louvre.


+ Ay, la pintura:  nuestra conexión, nuestra comunión con esta privilegiada forma de comunicarse. En lo más alto de las formas de arte: la pintura, junto a la  la poesía y a música. 


+ Imagen: esos objetos baratos y kitsch que nos ayudan a entrever un universo, a simular una elegancia que establece distancia con el presente, una elegancia que no existe: y mejor así. [En París].