+ Trámites administrativos, trámites notariales. La muerte tiene este resumen, este correlato. No pienso mucho y me dejo llevar por música que transmite la mecánica lectura que realiza el notario. Todo fluye adecuadamente, como dice nuestra abogada. Pero la muerte gobierna el desarrollo de la jornada, en la recamara, tras las cortinas. La muerte de mis padres. Los actos que se distribuyen tras la desaparición de mi padre y de mi madre, si los observo detenidamente, tienen algo de rito, algo común con todas las muertes, pero, así mismo, a los hitos de la vida [nacimiento, matrimonio, divorcio…]. Balizas incansables que marcan compases y finales de vida, pero también de ciclos [ay, los ciclos]. Pensar en la burocracia como testigo de nuestra vida tiene algo desasosegarte y revela lo certero de su exactitud, el reflejo de la vida se percibe en el papel timbrado. Todo fluye, aunque no percibamos esa zapa que los cambios realizan en las galerías subterráneas.
+ He vuelto, con un poco de reposada serenidad, al libro de Antonio Colinas, a sus tratados de armonía. Qué mundo tan distinto al de GTB. Los nexos de unión están relacionados con mis ideas sobre escritura y como estas han evolucionado hasta llegar aquí. Una parte de arte, otra de ciencia y, quizá la más importante, de intimidad. Sin olvidar, nunca, la dificultad para aprehender su naturaleza. ¿Dificultad o imposibilidad? El producto que arroja la escritura es la persona misma en disolución, en el acto de escribir desparece o, mejor, se desvanece. Ahí estoy, en los días previos al viaje a París.
+ Nuestro viaje a París tiene un único propósito: los cuadros de David Hockney. No es poca cosa.
+ Hoy, lunes, he leído algunas historias sobre literatura y alcoholismo. La primera me pareció una suerte de epígono, algo ya leído. La segunda, más densa, más lacerante, se debe a una brillante escritora norteamericana. Esta última es una historia en la que destacaría la debilidad, la humillación y las deudas que se contraen con la ebriedad y nunca se terminan de pagar. Lo sé bien, muchas veces la senda de la borrachera es debida a la necesidad de olvidar y, llegado un momento, no se sabe ya qué olvidar, salvo la propia indignidad: la borrachera. Me gustó cómo se refería a la pérdida de consciencia etílica: el apagón. Yo hoy lo veo a lo lejos y me resulta extraño y esto es un buen síntoma. Siempre buscando que los demás te acepten y solo se trata de una engañifa, de un circunloquio que nadie se cree, ni uno mismo, o para creérselo uno mismo debe regresar a la botella. Dejé atrás esas lecturas y sentí que era algo lejano y prescindible, algo de lo que aprendí cosas, cosas que he olvidado. Afortunadamente. Mi mundo es otro. No necesito máscaras, no necesito disfraces, mi voz es única y auténtica.
+ También aquella era una muerte no pequeña, porque no volverá el que un día fuimos.
+ Imagen: minúsculos motivos escultóricos.

