+ He pedido un día de asuntos propios para hacer puente. Llueve. No es extraño, me he acostumbrado. La lluvia como metáfora, tal vez, aunque la prefiero en su desnuda verdad. Niebla, persistente niebla. Rebusco en la web algo sobre Gerardo Diego y creo que lo he encontrado. Los libros se constituyen en caminos por recorrer, que nunca se sabe a donde conducen, pues el recorrido está determinado por el ánimo y la casualidad. No sé si existe la casualidad, me digo cuanto termino de escribir lo anterior. No importa. Soy determinista en un grado muy elevado y estoy dispuesto a cambiar si se me aportan las razones pertinentes. Llueve. Los gatos están disgustados porque la lluvia no les gusta. Yo no necesito mucho, pero con la lectura a no es suficiente. Tengo frío en las manos y escribir no resulta fácil. Sin embargo, no tengo excusa y sonrío: ayer vi un número cómico sobre cuestiones de motivación y el personaje decía que su fuerza es más fuerte que las excusas. Lo sé, yo también digo tonterías similares. Leo sobre la actualidad política y veo que el liberalismo y la extrema derecha van de la mano. Laminaciones de lo público y degradación de las condiciones laborales, la imposibilidad del acceso a la vivienda y la carestía de los alimentos. Es un todo. Lo sé. Llueve. Cuesta abajo. Todo se tambalea. No le doy demasiadas vueltas, sé que está ahí y es difícil evitar la deriva. Llegarán, no lo dudes, me digo y acaricio al Monito, el último en llegar, nuestro querido gatito.
+ Minuciosos trabajos de investigación. Pequeños, irrelevantes, sencillos. Se llega por acumulación, así se concluye una manera de componer que nos resulta extraña. Hoy es extraña. Cada momento posee su tecnología que se solapa con la anterior, que la hace por menos. La lectura atenta de versos y comentarios sobre estos mismos versos es una labor tediosa, pero que termina por resultar agradable. Así pasa la lluviosa tarde del sábado. También la mañana. Simetrías, confluencias, alejadas sendas. Me detengo. Solo el rumor del ruido blanco.
+ Buscaré el lunes lo de Gerardo Diego.
+ [Sobre un poeta]. Hace menos de un mes lo vi cruzar La Castellana. Pasó a mi lado. Raudo y anciano. Tenía algún problema en su pierna derecha, cojeaba. Lo observé mientras se acercaba a mí. Nos cruzamos en un paso de peatones. Pantalón vaquero, americana y corbata discreta. Recordé sus versos y cuánto me habían gustado. No sabía si sería conveniente volver a leerlos, pero olvidé pronto. Otras tareas me ocupaban. Los afanes del día se distribuían en visitas a alguna biblioteca y clases que me interesaban, pero no me concernían. Madrid era un motivo más para tomar apuntes en la libreta roja, esos dibujos. Lo vi desaparecer en la esquina del Biblioteca Nacional. Ayer, C. y yo, fuimos a Sanxenxo y cogí el periódico con cierta desgana. Artillería vieja y agotada, me dije. Pasé las páginas y lo local era casi universal, podía decir el redactor en su ebriedad de sábado lluvioso. No. Llegué a un crítica del poeta que se cruzó conmigo en La Castellana. Hablaba el crítico del amor y que el amor vencía a la muerte [en fin, a la muerte nadie al vence]. Y el poeta, como todo gran poeta, es un poeta de la forma, no del amor. Qué importa. La página vibró en mis mano como la mariposa que muerte. Reviví el paseo de aquella tarde de noviembre, recordé algún poema y me dije que leería algo en domingo. Domingo es hoy. Leo y me reafirmo en la calidad de la forma, en el endecasílabo, en la elección de la estructura. El amor, una excusa. La verdad, una línea clara que se concreta en la perfección: el amor cortés, el neoplatonismo, Góngora o el Conde de Villamediana.
+ “Quién ha soñado el Puente de la Espada”, Luis Alberto de Cuenca en La caja de plata. Pues eso.
+ El inventario de los días y las noches da para mucho. Escribo y recuerdo, pienso y recupero los apuntes que he tomado del natural los días anteriores. Una empresa difunta, una empresa que no da de sí. sin pérdidas ni ganancias.
+ He recogido el segundo tomo de la obra poética completa de Gerardo Diego. Ahora tengo que revisar lo que al Conde de Villamediana se refiere. Tendrá su momento. Leí algo sobre la marcha y me resultó extraño. Una tesis, un profundo y arquitectónico poema. La arquitectura y la enseñanza. Oí cosas sobre el autor que no recuerdo, pero tenían que ver con sus necesidades económicas. Tenía muchos hijos y una manera de ensanchar los ingresos eran las conferencias. Lo sé. Era otro mundo. Cuando C. y yo fuimos a Santander no me acordé de él. Recordé ciertos poemas de José Hierro, ante la bahía y me dolió no tener mejor memoria. Los poemas no son una idea, un tema, son música en sí misma que si no se reproduce al pié de la letra, valga la redundancia, no valen nada. Pero no, no me acorde de Gerardo Diego. Ahora leo alguno de sus poemas y recuerdo Santander. Era primavera y no llovía, habíamos ido desde Oviedo, sin parar, me dolía un brazo, sentía que el Cantábrico no era mar sino tela extensa e indescifrable. Busco en la estantería y encuentro una antología del 27. Leo un poema cualquiera, que no es cualquier poema. “Están todas// También las que se encienden en las noches de moda// Nace del cielo tanto humo/ Que ha oxidado mis ojos// Son sensibles al tacto las estrellas/ No sé escribir a máquina sin ellas// Ellas lo saben todo/ Graduar el mar febril/ Y refrescar mi sangre con su nieva infantil// La noche ha abierto el piano/ Y yo las digo adiós con la mano” (De Manual de espumas). Citar así el poema es romperlo. Lo sé. Quería dejar constancia de cierta materia, de cierta estructura, el peso de las palabras o su liviana existencia. Queda. Vale.
+ Noticias que llegan desde el otro lado. Una mujer que cae y termina por morir, al día siguiente de la caída. La vida continua. Su marido está muy enfermo y pronto le quitarán un riñón. No tiene relación con sus hijas, le espera una soledad que siempre ha temido. La vida, la vida, alguien dice tras contarme los detalles. Recuerdo su cara y su mal genio. El tiempo todo lo borra.
+ Estos son los pequeños trabajos que ocupan mis días.
+ Imagen: Un viaje en tren, un viaje a Toledo. Una tarde, desde Madrid. Los poemas resuenan.
