sábado, 2 de diciembre de 2023

Noviembre: Madrid-Pontevedra




+ Una iluminación. Leo su artículo con interés. Su prosa se caracteriza por una extraña sintaxis. No soy capaz de llegar a comprender qué quiere decir. No sé. Quizá simplemente sea ambiguo o tal vez tampoco él sabe hacia donde va el discurso. Es un carácter que estuvo de moda hace diez o quince años y hoy es una señal del pasado. Hoy se ha solidificado, fosilizado. Es complicado escribir todos los días un artículo, no creo en la posibilidad de ser sublime sin interrupción.Un apunte.


+ [Madrid, 2023] He aprendido a callar. No es poca cosa. Escucho y observo. No lo sé, no sé si habría intervenido en esa circunstancia en otra ocasión. Lo duda. Nunca he sido amigo de participar en debates ajenos. En los propios, tampoco. No intervine. Una discusión en el metro en la que nadie tenía razón, bajo el prisma de mi criterio todos estaban equivocados. Una crispación innecesaria, pero dolorosa. Un malestar. La certeza del error. El silencio abre la puerta al conocimiento, aunque no siempre. No me desdigo. Los observo y no alcanzo a comprender sus razones, salvo en desahogo como un rugido, un gruñido o un lamento. La vida en la gran ciudad es desagradable. El desahogo como función especial de la bronca. Sentirse bien y conectarse con lo que fuimos y lo que somos, en la sabana los cazadores entorpecen el paso de las gacelas y, así, se arrojan sobre ellas, las acorralan y descargan flechas y lanzas. Puntas afiladas de sílex. Así bramaba el hombre, con los auriculares en la mano, la mujer se enervaba y replicaba y el hombre no gritaba aunque su mirada era amenazante, mostraba los incisivos. No creo que yo haya aprendido nada que yo ya sabía, salvo certificar intuiciones que se remontan muchos años atrás. Nadie tenía razón y yo he guardado silencio, observé y casi sin escuchar me dejé mecer por el runrún del metro, esa bestia subterránea.


+ W. Bejamin: una difícil escritura y una difícil lectura. Calle de dirección única. La dificultad es algo más que una virtud. Un rasgo, una estela, una pista. Los indicios construyen una visión. En ella estoy. En el tren: dos chicas, una estudia una partitura y la otra lee. Ruido blanco. Recuerdos recientes de Madrid y también de Toledo. Trenes. Cursos. Laboratorios. Las extrañas capacidades que se resuelven en compartimentos estancos; capacidades de mentes superiores. El tren de regreso: Madrid-Pontevedra.


+ [Recupero un texto del pasado, dieciocho de septiembre de 2008_Título: Five]: “El uso despectivo de una palabra: aficionado. Los cuadros sin gusto, carentes de ejecución, caligráficas y fallidas pinceladas. El domingo por la mañana, con su paseo y la culminación de la exposición del pintor de domingo. De todos modos debían de ser las doce  y cuarto y era tarde, aunque no lo parezca, en principio. Una madre, su niña y una amiga. Faldas de tubo y blusas de domingo y oro reciente y esculpido, bolso imitación cocodrilo, negro y grande, algo de fantasía y un poco de mala lengua, la mala lengua de la provincia. Es esa la extraña relación entre el paseante y las figuras del paisaje, oficios, matrimonios, hijos, pensiones, oftalmólogos e internistas, en cada palabra reside el emblema, sólo sonido, sólo significante. El camarero, el abogado, el pastor, el rey, el oficinista, el funcionario y el parado, la mujer que cruza el semáforo en rojo sin mirar, a la carrera [ya no es joven y fue hermosa, todavía hierven pavesas en sus ojos], compulsivos jugadores [por otro lado, como todos los jugadores: tragaperras, siete y media o los billetes marcados y los préstamos, esa esperanza], serias enfermedades y recientes incomodidades. Todo se soporta, todo se aguanta, por un hijo, suspende la voz y comprende mediante su maternidad el mundo, es equiparable. Músicos, pintores y poetas, el domingo por la mañana se citan en las salas de exposiciones y en las terrazas del centro, no importa: tenderos, mesocracia o menestrales con la copa de coñac de la sobremesa siempre en sus manos, el equipo de música y los recuerdos de los viajes en las vitrinas, en las estanterías, en los álbumes, estuches con monedas y la reproducción del avión que allí nos llevó, una tarjeta o un llavero. Músicos, pintores y poetas reclinados en su traje de domingo. Músicos, pintores y poetas que se desvanecen mientras la tarde del jueves muere.”


+ [Sobre lo anterior]Tampoco he cambiado tanto, me digo. Sé que es cierto y, al tiempo, se embosca en el paso del tiempo. Lo que permanece desaparecerá y así se ha de seguir el camino del olvido. Como una profecía.  Antiguos espacios, textos y olvido, se mantienen en el ciberespacio, pero no para siempre. Nada es para siempre. Leo aquella entrada de aquel lejano septiembre y me reconozco. La rescato. Qué me ocurría en aquel momento. Qué divisiones y estructuras ocupaban mis días. Seguro que la incertidumbre era mayor y los reflejos de la culpa me herían como ahora no me hieren. Me desprendido de todo ello, pero me ha costado trabajo. Lo he conseguido, que no es poca cosa. Lo menor ha crecido. Una encuesta, un examen y se eleva un nuevo día. No, no soy el mismo pero soy el mismo. En la paradoja me defino.


+ Collige, virgo, rosas. “[…] en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.” Así se termina el día, hoy. El lunes. El regreso al trabajo, la tarea, la preparación para nuevas tareas. Y se refleja en el huidizo temblor el olvido de los días pasados en Madrid, el reflejo del año que termina, la sucesión cíclica de los días y las noches, las estaciones, los años. Fui a una clases sobre geotecnia y creo que no aprendí nada tangible. La geología no me resulta indiferente, pero los planos eran paralelos. Sin intersecciones con lo práctica nada tenía sentido. La edad es la medida y yo ya me sentía lejos de aquellas pulsiones, de aquellas emocionantes ilusiones. No hay ya ilusiones nuevas, sino que las aquilatadas inclinaciones hoy son rocas endurecidas por los eones, esa medida de los tiempos geológicos. Hay hablo y ahí se debate mi olvido. Ahora, en este preciso momento, cuando el día llega a su fin, otra vez, el soneto de Góngora, de un temprano Góngora: “Mientras por competir con tu cabello” y así.


+ No es humo del cigarro del que habla el poema, sino del humus, allí donde se relaciona con lo humano y con la tierra. Ese manto vegetal, esa tierra negra producto de la putrefacción y el orgánico discurrir de las generaciones. Humo que no se mezcla con el aire, sino con los muertos.


+ [Pontevedra, 2023] A ello, al humus, sumamos el inicio del primer terceto: “plata o víola troncada” [Vale]


+ Imagen: Los pasillos del Reina Sofía, que son huellas que la cámara devuelve como ensayo de proximidad, como aproximación al ejercicio del observador. Una constatación de los laberintos de las soledad, esa soledad elegida del paseante. [Vale].