+ Llega la lluvia. Me despierto a las cinco y media de la madrugada y la lluvia está ahí, rítmica y persistente. La lluvia crea una metáfora que no soy capaz de desentrañar y regreso a la cama, vuelvo a dormir y el sueño es agradable aunque no recuerde nada [el resultado ideal]. Los días se van y llegan las noches, un tránsito suave, grácil. Un tránsito que se asemeja bastante a la felicidad y esta palabra en sí no me gusta, pero acierta. La despreocupación cristaliza y la operación está próxima. Un estado de cosas que me permite detenerme durante un momento y rendir pleitesía al dios del momento, soy yo y mi dios lar. Mi dios lar, me digo y recuerdo una clase de una profesora de historia que nos hablaba de esos dioses particulares que los romanos tenían en sus casas para uso y disfrute. Llueve. No despierto hasta las ocho, que para mí es lo contrario a madrugar [una perspectiva arbitraria, finalmente]. No interpretaré los sueños, no leeré la palma de mi mano, tampoco echaré las cartas. No me hacen falta muletas para caminar, ni para interpretar, si de eso se trata, la vida, mi vida.
+ Nuevas vías que se abren al contacto con personas con las que hablamos a diario. Basta prestar atención a sus palabras y a sus gestos, detenidos en el pasmo de un breve instante. La fracción de tiempo es minúscula, pero suficiente. La paternidad, el control de las emociones, la responsabilidad en el trabajo, el amor, la amistad, la buena cocina, una sobremesa, los licores, el futbol, los padres, que ya son mayores, la imagen de la infancia y de la juventud en una conversación pausada, en la hora del café, la niña, que crece, el niño, que hace deporte, lecturas, los periódicos, los amigos, los conocidos, los compañeros de trabajo. Hablamos y las palabras parecen no costar nada y nos equivocamos. Una estela de éxitos y fracasos termina por no ser nada, mientras se diluye. Eso entiendo en la hora del café y de sus conversaciones. Todo lo he oído previamente y esto es un síntoma. La vejez no es otra cosa que un olvido larvado desde la juventud; ahora, que cobra sentido, lo ensalzo. Nuevas vías, tal vez.
+ El gusto nos da una forma de acercamiento a las personas, quizá, y mal está decirlo, un principio de clasificación. Observo las filias y las fobias y todo ello se dirige a crear compartimentos estancos, a distinguirse del otro o a unirse a personas mediante esta suerte de milicia. Lo que me gusta soy yo y lo que me disgusta son ellos. No son baladíes las preferencias, lejos de la frivolidad tienen un punto nuclear en el discurrir del día, de la vida. La vida es poca cosa, a veces, por ello se debe cargar de sentido y estas elecciones no tienen otra función que esa: la subordinación de lo posible a lo necesario.
+ He tomado una decisión. La decisión tiene su origen en el viaje que hicimos C. y yo a Asturias en abril. Llegué a la ciudad y sentí aquello de "La heroica ciudad dormía la siesta”, leí al respecto y elegí para la estancia hospitalaria La Regenta. Ahora ha llegado el momento. Sí. ¿Dudé? Sí. Ahora debo establecer una segunda lectura. Lo haré espontáneamente, pero no tiene tanta importancia. Ha llegado el esperado momento.
+ ¿Necesariamente esta entrada es breve?
+ Imagen: Muros como expresión plástica de una idea de pintura, la fotografía logra atrapar viejos anhelos de creación y aristocracia. Había un error, en el muro no lo hay. Es el tiempo el que triunfa, en su tamiz.

