+ Otro aniversario que se aproxima. Un cumpleaños, una fecha señalada, una efeméride. Celebrar fechas, porque son un logro, porque es una heroicidad llegar hasta aquí. Sumamos un año más y somos más sabios, o esto nos gustaría pensar. En busca de estilo fluido, acorde con este tiempo líquido. No sé si logramos, pero el intento es en sí una victoria. Reflexiono durante los últimos días sobre la consecución de la ataraxia y me digo que quizá, tal vez, se trata de indiferencia o falta de voluntad o compromiso; también me digo que da igual. La felicidad no es un planteamiento y prefiero la alegría. El trabajo bien hecho y el sueño reparador, la llegada la primavera y la aristocracia de la gata. Nada más, nada más pido y me dejo llevar por el sonido que producen estas maravillosa teclas de mi portátil. Pronto cumpliré años y todo está bien.
+ Nunca dejo de pensar en el estilo o en la distinción, como bandera de una cierta identidad observada en su evolución y mantenimiento. Para hacer fortaleza, nada mejor que unos pantalones o unas deportivas que todo el mundo ignora su procedencia y les resulta imposible pronunciar su nombre. La adecuación entre el atuendo y una idea de uno mismo parece alejar al sujeto de su propia realidad, una imagen construida que no se corresponde a su situación social. Es triste. La tristeza se traduce en falta de entidad, en líquida dispersión, la ausencia de compromisos y un vano dejarse llevar pero sin renunciar a ese estilo, la distinguida presencia del que nadie ha llamado. Podría ser este el comienzo de una novela; sin embargo, no hay fuerzas ni talento para la empresa, más allá de un párrafo hilado a la luz del chispazo breve de una ocurrencia. Así queda.
+ Leo y escucho algo sobre la “conquista del espacio de ejemplaridad” en la Edad Media, pero también en el presente siglo XXI. Los ejemplos siempre resultan útiles, indagar sobre su constitución implica establecer unos márgenes y unas inclusiones, pero también una sistema de exclusión. Los ejemplos, por su propia naturaleza, no son estables, están sometidos a los más característico de la realidad: el cambio. A lo largo de nuestra vida los modelos adoptados van variando hasta convertirse en transparencias que terminan por desaparecer. Dónde están aquellos Idolos juveniles, donde aquellas heroicidades de la primera juventud. Las princesas se disuelven en el mismo barro que los amigos imaginarios. La conquista de estos espacios es efímera, terrenos inestables y glorias vulnerables. Todo está en su punto, pero pronto se desvelará su inestable materia. Apago el ordenador.
+ Espelunca: cueva. Palabras que surgen de la nada. ¿De la nada?
+ Veo, una y otra vez, hipnótico, el vídeo de The Smashing Pumpkins “1979”: “Proud Parents of a ‘D’ Student” y me digo: ay, la adolescencia y la melancolía de la adolescencia. La querencia por el aburrimiento vital de las tardes de verano y el eterno vivir al que nadie es capaz de ponerle fin, aunque, siempre, termine por llegar. Veo los reflejos en el cristal del tiempo y no hay opción, todo se dispara hacia el infinito, la nada más absoluta, pero en ese momento carece de importancia. Nunca llegará el invierno. La canción continua sonando y yo me dejo llevar por la evocación que me produce la guitarra, tan certera, tan antigua. Yo soy antiguo y la adolescencia me recuerda a esos libros de poemas que tengo pendientes, que no he terminado, antologías necesarias como lo es el rechazo a todo aquello que nos aleje de la circunstancia vital: la lectura. Creo que es lo que queda de la adolescencia, la lectura. Sigue la canción y yo estoy aquí, entre la melancolía y la contemplación. Soy un observador.
+ Destroza la casa y la envían, como castigo, a estudiar a Irlanda, luego dice que es muy punki, luego anuncian un whisky. Nada ha cambiado. Otra vez suena esa guitarra y no me arrepiento. Acerté.
+ También el pasado y la melancolía es Mercuriana, de Radio Futura. “Monedas que reflejan soles nuevos” / “Yo soy parte fuerza y parte indecisión” y así. Eran otros tiempos: rocas, mar, submarinismo, el tiempo eterno de la juventud, ¿quién pagaba nuestra canción?
+ “El receptor, en contra de lo que ocurre normalmente, es el que tiene la iniciativa del contacto: es él quien se acerca al mensaje. Tampoco este acercamiento suele ser fruto de la urgencia comunicativa o la necesidad práctica. Su interacción con el emisor se realiza necesariamente a distancia: puede que no coincidan ni en el lugar ni en el tiempo. Por otro lado, y en virtud de este desconocimiento, el mensaje no está construido especialmente para él, sino que se le presenta como una realidad cerrada, conclusa: podrá asentir o disentir, pero nunca dialogar, replicar o modificarla.” Introducción a la pragmática, Victoria Escadell Vidal (210)“El receptor, en contra de lo que ocurre normalmente, es el que tiene la iniciativa del contacto: es él quien se acerca al mensaje. Tampoco este acercamiento suele ser fruto de la urgencia comunicativa o la necesidad práctica. Su interacción con el emisor se realiza necesariamente a distancia: puede que no coincidan ni en el lugar ni en el tiempo. Por otro lado, y en virtud de este desconocimiento, el mensaje no está construido especialmente para él, sino que se le presenta como una realidad cerrada, conclusa: podrá asentir o disentir, pero nunca dialogar, replicar o modificarla.” Introducción a la pragmática, Victoria Escadell Vidal (210)
+ Imagen: de 56 a 57 + un mes.