sábado, 27 de mayo de 2023

El olvido

+ ¿Podríamos establecer una taxonomía para los humanos con la falsilla de la clasificación animal, en lugar de una morfología establecer una suerte de rango por su personalidad, por su carácter? ¿Se ha ensayado ya tal engendro? Qué complejo resultaría, qué imposible, y, sin embargo, está presente en todo lo que nos rodea. Hay hombres como leones, pero otros son zorros (positivo) frente a las que se las considera zorras (negativo), vemos hienas y conejos, felinos y entregados perros, de compañía o de presa. Todo ese despliegue tiene un claro reflejo en las fábulas, aquel tiempo cuando los animales hablaban. Creo que es mejor desdeñar esa forma de medir a las personas, porque de eso se trata y no de otra cosa: medir. Lo cuantitativo no alcanza a dar cuenta de lo cualitativo. Señuelo adecuados para presas fáciles. No es pensar, se trata de intentar que nadie piense por nosotros (no es un anhelo gratuito, pero tampoco fácil de alcanzar).


+ La prehistoria se aleja. El tema no está cerrado, pero mi propósito ve ve cumplido. He conseguido variar el punto de vista y entender lo humano como un camino sin solución de continuidad, desde allí hasta aquí. No tan distintos, no mejores, no peores.


+ La prehistoria permanece en el punto de vista alcanzado. Uno entre mucho, pero con una posición importante, relevante.


+ Fue mi cumpleaños y C. me regaló dos libros de Annie Ernaux. La place y Les années. He terminado el primero y no sé qué pensar, no sé qué opinar sobre la narradora, sobre su vergüenza acerca de la clase social de la que proviene. La indagación en el pasado desvela algo que resulta más común de lo que en un principio podría parece y que se circunscribe a esa razón misma: la vergüenza, el avergonzarse de los padres y de un origen humilde. Se plante, en algún momento, que para entrar en la burguesía debió dejar todo el equipaje a la entrada, fuera de la casa grande. Todas la narraciones aportan un margen de comprensión sobre las personas, los hechos y los lugares, en este caso veo a la persona que ha superado su entorno y se aleja de él en el el momento en que adquiere esa condición de la burguesía: la prohibición de la ingenuidad. Tal vez, el cinismo y la ironía, dos razones que no tenían cabida en la vida de la hija de dos tenderos. Sigo sin saber qué pensar, pero sé que hay algo que no me ha gustado, algo que se opone a las expectativas que sobre su obra me había creado. Ahora, domingo por la tarde, abriré el segundo libro, Les années. Leo la contraportada, veo la foto que ilustra la portada y destaco que bajo el nombre de la autora figura la etiqueta de “Premio Nobel de Literatura”, ay, la literatura.


+ Hoy escuché que a alguien le parecía que el término literatura era claro y podía hacer clasificaciones sin dificultad, y, así, proponía la etiqueta: libro de viajes factual. Cuando se marca el viaje como factual, el hecho narrativo o novelesco se aparta de ese casillero, pero, sin embargo, la razón poética palpita, sin duda. Annie Ernaux, dónde incrustar su obra sino en lo autobiográfico y me digo, o recuerdo, que todo lo que figura en primera persona es autobiográfico, como leí hace unos meses. Las lecturas me acechan y me desconcierta, a veces siento vértigo.


+ El dinero y la revancha son temas propicios para discusiones, debates tontos que terminan por no conducir a ningún lugar. Según  se acentúan las posturas, el dinero es espejo y las revanchas desentierran lo que creíamos ya liquidado. Son súbitos ajustes de cuentas. Nadie lo había percibido, el nervio estaba ahí, latente y sin vida, pero resucita. Me interesan las conversaciones subterráneas, su filo peligroso, la labor de zapa que no se deja vencer por años de olvido. Aquello sin vida que la retoma. Como un organismo aletargado recupera su camino.


+ En todo este tiempo no me había pasado, pero, para hoy, olvidé programar la entrada. Este es el olvido, poco olvido.


+ Imagen: un rasgo del pasado. 

sábado, 20 de mayo de 2023

Aniversarios

56

57

+ Otro aniversario que se aproxima. Un cumpleaños, una fecha señalada, una efeméride. Celebrar fechas, porque son un logro, porque es una heroicidad llegar hasta aquí. Sumamos un año más y somos más sabios, o esto nos gustaría pensar. En busca de estilo fluido, acorde con este tiempo líquido. No sé si logramos, pero el intento es en sí una victoria. Reflexiono durante los últimos días sobre la consecución de la ataraxia y me digo que quizá, tal vez, se trata de indiferencia o falta de voluntad o compromiso; también me digo que da igual. La felicidad no es un planteamiento y prefiero la alegría. El trabajo bien hecho y el sueño reparador, la llegada la primavera y la aristocracia de la gata. Nada más, nada más pido y me dejo llevar por el sonido que producen estas maravillosa teclas de mi portátil. Pronto cumpliré años y todo está bien.


+ Nunca dejo de pensar en el estilo o en la distinción, como bandera de una cierta identidad observada en su evolución y mantenimiento. Para hacer fortaleza, nada mejor que unos pantalones o unas deportivas que todo el mundo ignora su procedencia y les resulta imposible pronunciar su nombre. La adecuación entre el atuendo y una idea de uno mismo parece alejar al sujeto de su propia realidad, una imagen construida que no se corresponde a su situación social. Es triste. La tristeza se traduce en falta de entidad, en líquida dispersión, la ausencia de compromisos y un vano dejarse llevar pero sin renunciar a ese estilo, la distinguida presencia del que nadie ha llamado. Podría ser este el comienzo de una novela; sin embargo, no hay fuerzas ni talento para la empresa, más allá de un párrafo hilado a la luz del chispazo breve de una ocurrencia. Así queda.


+ Leo y escucho algo sobre la “conquista del espacio de ejemplaridad” en la Edad Media, pero también en el presente siglo XXI. Los ejemplos siempre resultan útiles, indagar sobre su constitución implica establecer unos márgenes y unas inclusiones, pero también una sistema de exclusión. Los ejemplos, por su propia naturaleza, no son estables, están sometidos a los más característico de la realidad: el cambio. A lo largo de nuestra vida los modelos adoptados van variando hasta convertirse en transparencias que terminan por desaparecer. Dónde están aquellos Idolos juveniles, donde aquellas heroicidades de la primera juventud. Las princesas se disuelven en el mismo barro que los amigos imaginarios. La conquista de estos espacios es efímera, terrenos inestables y glorias vulnerables. Todo está en su punto, pero pronto se desvelará su inestable materia. Apago el ordenador. 


+ Espelunca: cueva. Palabras que surgen de la nada. ¿De la nada?


+ Veo, una y otra vez, hipnótico, el vídeo de The Smashing Pumpkins “1979”:  “Proud Parents of a ‘D’ Student” y me digo: ay, la adolescencia y la melancolía de la adolescencia. La querencia por el aburrimiento vital de las tardes de verano y el eterno vivir al que nadie es capaz de ponerle fin, aunque, siempre, termine por llegar. Veo los reflejos en el cristal del tiempo y no hay opción, todo se dispara hacia el infinito, la nada más absoluta, pero en ese momento carece de importancia. Nunca llegará el invierno. La canción continua sonando y yo me dejo llevar por la evocación que me produce la guitarra, tan certera, tan antigua. Yo soy antiguo y la adolescencia me recuerda a esos libros de poemas que tengo pendientes, que no he terminado, antologías necesarias como lo es el rechazo a todo aquello que nos aleje de la circunstancia vital: la lectura. Creo que es lo que queda de la adolescencia, la lectura. Sigue la canción y yo estoy aquí, entre la melancolía y la contemplación. Soy un observador. 


+ Destroza la casa y la envían, como castigo, a estudiar a Irlanda, luego dice que es muy punki, luego anuncian un whisky. Nada ha cambiado. Otra vez suena esa guitarra y no me arrepiento. Acerté.


+ También el pasado y la melancolía es Mercuriana, de Radio Futura. “Monedas que reflejan soles nuevos” / “Yo soy parte fuerza y parte indecisión” y así. Eran otros tiempos: rocas, mar, submarinismo, el tiempo eterno de la juventud, ¿quién pagaba nuestra canción?


+ “El receptor, en contra de lo que ocurre normalmente, es el que tiene la iniciativa del contacto: es él quien se acerca al mensaje. Tampoco este acercamiento suele ser fruto de la urgencia comunicativa o la necesidad práctica. Su interacción con el emisor se realiza necesariamente a distancia: puede que no coincidan ni en el lugar ni en el tiempo. Por otro lado, y en virtud de este desconocimiento, el mensaje no está construido especialmente para él, sino que se le presenta como una realidad cerrada, conclusa: podrá asentir o disentir, pero nunca dialogar, replicar o modificarla.” Introducción a la pragmática, Victoria Escadell Vidal (210)“El receptor, en contra de lo que ocurre normalmente, es el que tiene la iniciativa del contacto: es él quien se acerca al mensaje. Tampoco este acercamiento suele ser fruto de la urgencia comunicativa o la necesidad práctica. Su interacción con el emisor se realiza necesariamente a distancia: puede que no coincidan ni en el lugar ni en el tiempo. Por otro lado, y en virtud de este desconocimiento, el mensaje no está construido especialmente para él, sino que se le presenta como una realidad cerrada, conclusa: podrá asentir o disentir, pero nunca dialogar, replicar o modificarla.” Introducción a la pragmática, Victoria Escadell Vidal (210)


+ Imagen: de 56 a 57 + un mes. 

sábado, 13 de mayo de 2023

Los días: trabajos y placeres

 

+ “Los placeres y los días”, titulaba un artículo Umbral, que luego daría titulo a su columna en El Mundo. Lo encontré, el artículo, en un pequeño y viejo volumen que hay en nuestra casa, en un altillo. El libro no es otro que Diario de un snob. Todas estos haces se dirigen hacia un punto que se desliza de mi personal y lectora biografía, los años en que esa suerte de dandismo era  una brújula. Hoy sé que eso no era más que una tabla de salvación o un salvavidas, en la deriva de los años adolescentes. Hoy sé de donde Umbral sacó su título y este hallazgo encierra una explicación bastante ajustada de aquellos lejanos años. La fuente es “Los trabajos y los días” de Hesíodo, el poema se resuelve en un calendario agrícola y es esa la razón que todo lo explica. Más que los placeres, lo que importa y cuenta es el trabajo y la división del tiempo en función de las labores del campo, como los ritmos de la naturaleza hacen que el hombre discurra más acorde con su verdad animal: nacimiento, reproducción y muerte, así sí se encuentra el sentido de la vida. Ay, pero vuelvo a coger el libro de Umbral y me acerco a lejanos asuntos de actualidad: las progres, el centrismo, los barrios que crecen en esos decolorados años setenta. Temas que reverdecen en mi memoria y, al mismo tiempo, son una extraña arqueología, viva para mí, muerta para los jóvenes. Ay, los jóvenes, ay, los placeres y los días.


+ El tacto de los papeles del pasado transmite una extraña forma de asombro. Un asombro que se une a la intriga que no se podrá, bajo ningún término, resolver. Quiénes compraron este tomo que ahora tengo en mis manos, quiénes lo leyeron, qué viaje sufrió hasta llegar aquí. Veo su desgastada portada y los signos son de uso y olvido. Mis amores son reales, la obra dramática de Joaquín Dicenta (Hijo), una pieza dentro de la investigación que, con más osadía que autoridad, he emprendido. Me pregunto por la vida del libro, del objeto y sé que es imposible descifrarla, como esas personas que uno se encuentra en una ciudad extraña, en el metro, en un avión. Uno se preguntas por sus vidas y es una apuesta por la equivocación. Hojas amarillas, letras desvaída, páginas dobladas como señal de última lectura. Todo eso y más, duerme su vida en mis mano.


+ Qué extrañas son las vidas de los demás, pero, cuánto más, las propias.


+ Quizá no estaría de más tener una idea del mundo literario más acorde con una profesión que con algo vocacional próximo al sacerdocio. No se debe obviar las razones sociológicas que condicionan el arte, el éxito y el fracaso, ese campo de batalla. Veo, en línea, a escritores hablar de su vocación y de las pruebas que han tenido que superar para llegar al eximio puesto que ocupan en el escalafón. No muy distinto ese prurito a otros

en esferas muy disímiles. Siempre hay engolamiento y el escritor en la televisión parece contrariado por el medio en sí mismo, algo vulgar, algo que carece de distinción, pero solo es una pose y en la pose se esconde la razón de su presencia: la promoción, pues es de las ventas y sus alrededores de lo que vive. Un espejo y una pistola, pero una pose es: no hay tal suicidio. Leo los viejos artículos de Umbral y pasado tanto tiempo, ahora, entiendo muchas cosas. La carrera y su consecución, construir un personaje y dotarlo de esa prestancia, del peso y la dignidad que solo puede otorgar el disfraz bien ajustado, la levita que se ha cosido en esos trabajos diarios, en los placeres nocturnos. En este sentido, siempre me ha llamado la atención la invocación al trabajo solitario y duro, a una suerte de obligación penitencial que parece dotar a este escritor en la televisión de una poderosa y misteriosa fuerza que se vierte en sus páginas, como si se hubiesen escrito con sangre. Sangre y lágrimas.


+ Claro, antes hablaba de un tipo de escritor. La clasificación es tan sumamente amplia que una golondrina no hace verano.


+ Uno debe dotarse de herramientas con las que trabajar los materiales para, de esta forma, obtener objetos y, en este caso, lecturas sociales de la realidad que le ha tocado en suerte. El problema es que herramientas y materiales, a veces, se confunden. Tanto lo uno como lo otro no dejan de ser la vida misma, eso creo yo. Así, he incorporado una herramienta nueva (que no sé si es materia de trabajo también o útil para modelar esa arcilla vital). Se trata de una visión construida mediante una idea de perspectiva de los hombres de las cavernas, de los hombres del Paleolítico y su inclinación por el arte. Veo que hay una evolución en la técnica pero el sentido artístico ya está completo en sus obras, bien estéticas, bien funcionales. Aplico esta herramienta de medida para evaluar el presente, mi presente, vuestro presentes, nuestro presente. Ver desde aquellos ojos lo que hoy se expande resulta dar un giro a la supremacía del siglo XXI. No se trata de maravillarse, sino de sentir cierta modestia entre nuestra mismidad. Somos los últimos de un conjunto de integrantes de una especie y, cómo no, también nosotros desaparecemos (conocemos el viejo dicho de que un día hasta el sol se apagará). Solo desde el arte prehistórico podré entender, aunque solo sea un intento, poco más que una vía de conocimiento que ilumine ciertas sombras y soberbias en lo diario.


+ A veces, cuando uno obtiene el resultado esperado, no siente esa satisfacción que se presupone necesaria. No está el acierto en el punto de la recompensa, sino que el hallazgo que cimienta la tranquilidad, la certeza de que el juicio certero, el plan bien trazado y la ejecución precisa conducen a ese éxito que se traduce en paz para el espíritu. Dicho esto, el anuncio de un desastre nunca es motivo de alegría, aunque sea el resultado de una ecuación antes prevista, valorada y resuelta con destreza. 


+ Imagen: el tren, placer y/o trabajo. 

sábado, 6 de mayo de 2023

Los condicionantes y las condiciones

 



+ Todavía sigo dandole vueltas al asunto del banquete. No creo que deba emitir juicios, desde hace tiempo escapo de las valoraciones morales por un asunto de higiene mental, me gusta mantenerme al margen, pero no siempre es posible, hay unos límites. Los limites se traspasan cuando afectan mi estado de ánimo y mi estado de ánimo se ha visto alterado por el choque entre lo que yo entiendo por correcto y lo se me parece como inadecuado. No sé si se trata de buen gusto o de una posición particular que he construido en los últimos años y que tiene una clara conexión con mi rechazo tanto de la ebriedad como de las supuestas bondades del alcohol, que no son tales bondades. Mi rechazo a la ebriedad tiene relación con el daño que me provocó hace ya muchos años. La posición que he alcanzado es la correcta, para mí, aunque no quiera imponerla tampoco quiero que me impongan la contraria. Así, el asunto del banquete, a pesar de que nadie me dijo que bebiese, gira sobre el eje de la ausencia al no tener ese punto que da la bebida. Uno es otro. Ese otro es el abstemio y esa lucidez molesta al que bebe. He pensado en esta posición en la que me encontré y en mi lugar en el mundo, pero no hay un lugar sino muchos, y son variables, móviles y abstractos. Se superponen planos y el pasado se hace presente, la explicación no es tal sino se subordina a una serie de causas y contextos. Poco importa. Esto no deja de ser un excurso y no una nota como tantas otras, se traduce, pues, en los últimos flecos que se resisten a desaparecer y me causan una leve desazón que tiene que ver más con mi biografía que con la de los comensales. Pensar en exceso es malo, pensar en defecto es un derecho. 


+ Leo algunos poemas de Dylan Thomas que K. ha traducido. Otro ámbito, otra voz. Se solapa con lo anterior. Se solapa, también, con la elección del libro para la próxima convalecencia: La Regenta. ¿Cuánto podemos ser a una tiempo?


+ Mi última ocurrencia es que no puedo entender lo literario sin un tiente sociológico. Es desde ahí desde donde quiero leer. Comenzaré con este presupuesto la lectura de La Regenta, pero no está claro cuando será la operación, por lo tanto: la novela debe esperar.


+ Los veranos vistos como un mundo eterno, una edad imperecedera, me embargan hoy. Los veranos y su ámbito eterno, que no tiene reflejo ni extensiones. Una edad que solo es posible en la infancia o en la primera juventud y que luego desaparece para no volver nunca, en el verdor de la adolescencia se percibe nítidamente esa Arcadia, pero, vaya, por poco tiempo. Un espacio que se ensancha y desaparece. Como si después de leer los poemas de Dylan Thomas quedase un anhelo de inmortalidad, mediante la letra o la música de la vida. Los veranos se han desvanecido y queda este otoño brillante de dorados y granas, rojos que van más allá de la sangre. Otra edad, otro espacio, otro mundo, aunque con las mismas raíces.


+ He llegado a Clarín, a La Regenta por el ensalmo del viaje recién terminado. Ahí se gestó la lectura que todavía no ha comenzado. La esperanza de continuidad se manifiesta en la intriga que me produce el tomo que guardo cerca de la cama, a la espera de que llegue el día de acudir al hospital para ser operado. Para la convalecencia guardo el libro, así se construye la ilusión.


+ Leo, en la mañana del domingo, unas pocas páginas de Viaje a Portugal, de Saramago. Hay algo en su prosa que me seduce y tiene más que ver con una atmósfera y una suerte de recuerdos que con el ritmo, que también es importante y aquí se da en su punto de maestría. La mañana es luminosa, oigo como los pájaros cantan, la primavera está en su esplendor y hay una serenidad que no es un estado sino un regalo. La lectura me ha inspirado cierta confianza. Una invocación al dios del instante me hace sentir la punzada agradable de la felicidad. No me siento un extranjero, pero tampoco un militante patriota. Es un término medio y en su justa temperatura. Este ámbito que nos han regalado se compone de piezas diminutas y no intercambiables, que permanecen exentas pero se pueden unir, me dejo llevar por geometría y trato de abstraer sus razones y rasgos, no lo hago. Finalmente, no lo hago. Dejo el libro y me paro a estudiar como la gata estudia a las urracas. Un estudio vano, porque las urracas, para ella, son inalcanzables, pero el gesto está ahí. Mi gesto, también.


+ La novela de la vida, cuántas veces vistas y siempre renovada.


+ Indago en las razones que me conducen a la lectura de La Regenta, que se demora hasta mi próxima convalecencia. Hay una conexión entre lectura y postración que me interesa y es aquí donde comienza la lectura, en esa premonición de lo que sucederá. Creo que se relaciona con mi tendencia a tener bajo control las acciones futuras y las consecuencias del presente, por eso dejar atado todo me resulta muy necesario. Y en ello estoy. He realizado algunas lecturas sobre la novela y el autor. Me ha llamado mucho la atención que durante el franquismo la novela estuviese postergada, que se considerase inmoral; también, que al hijo de Leopoldo Alas, rector de la Universidad de Oviedo, lo fusilasen. Los datos previos a la lectura la condicionan, pero yo deseo estos condicionamientos porque resultan ser los inicios de una suerte de argumentación, que da razones para su lectura y la explicación de la misma. Me siento en plenitud. Como el regreso necesario a los años ochenta, cuando por primera vez visité Oviedo. Lo recuerdo y el recuerdo es una unión entre lectura y conversaciones, que no deja esto de ser otro condicionante.


+ Y el eximio prosista escribe: “mi trabajo de campo y oficina consistía en…” y yo me pregunto: ¿por qué no campo y gabinete, tan evocador como poético y decimonónico? Es lo que tiene ser prosista y estilista, a tiempo completo, uno se conforma con ver y anotar, leer y olvidar. Qué si no. 


+ Imagen: la insistencia en un color podría tener un significado o un sentido, pero no: carece de propósito.