sábado, 25 de marzo de 2023

Viento y lluvia

Coimbra

+ Otra vez llueve. Estoy seguro que en algún lugar habrá un manual de escritura que recomiende no utilizar los fenómenos meteorológicos como recurso expresivo. Quizá sí, quizá no. Sin embargo, a mí se me parece que contienen en sí mismos un sistema de balizamiento que muestra el discurrir de lo diario y su efecto sobre el ánimo. Llueve. Podría sentir la melancolía del pasado y otras aventuras, pero no es así, la lluvia certifica la solida estructura de este presente que yo me he dado. En este sentido, me gusta emplear con contundente audacia el pronombre de primera persona del singular a sabiendas de que no deja de ser un trampantojo. En realidad ese yo es una construcción y, estoy seguro, está determinada por múltiples factores que no se puede alcanzar a identificar y clasificar, algo que resulta indiferente para mi propósito. ¿Mi propósito? Me gustaría que esto fuese un conjunto vacío, pero no es así. Creo que aspiro a un discurrir tranquilo en la playas de la lectura. Ese pasión, ese vicio.


+ ¿El estudio? Creo que ese trata de un sesgo contemplativo y no de una acción. Pero puedo variar mi opinión. Es la costumbre.


+ Continuo con la lectura del libro de Mariana Enriquez El otro lado. Me sorprende mucho su inclinación hacia lo esotérico, los fantasmas y los espíritus. Dice, en algún momento, que mantiene estas creencias por razones estéticas. Esta afirmación se cruza con lo que de Jan Mukarovsky voy leyendo: no se puede desligar lo estético de lo histórico. Sí, la recepción de las obras de arte se subordinan a lo social y a lo histórico. ¿Los fantasmas y los espíritus? Ambos son rasgos de determinados momentos históricos, que hunden sus raíces en el Romanticismo. Un rasgo del momento donde la necesidad de espiritualidad se ve colmada por diversos tipos de ficción y es en este marco donde se inserta esa posible estética a la que se entrega la escritora: vampiros, espíritus y fantasmas. Romanticismo, literatura y drogas. La triada resulta significativa y, en algún sentido, me identifico con ella y sus extensión. Me lleva a la adolescencia y aquellos senderos en lo boscoso, la indagación y el descubrimiento de la lectura como una forma de identidad. Una identidad más recoleta y menos expresiva, reconcentrada y sin alarmas, sin imposiciones. Lo sé, es imposible la existencia sin identidad, pero su conformación puede conducir a extremos indeseados. Yo siempre he huido de esta circunstancia, me cuesta identificarme con una colectividad. Esos caminos de la adolescencia se veían vestidos de música y libros, ensoñaciones de hadas o cloróticas ninfas. Las ninfas eran uno de aquellos estadios que se la edad disolvió. No tengo añoranza, ni veo otra posibilidad que el sosiego. Me duermo y no tengo ganas de encontrar razones donde no las hay, conozco nuevas personas y los veo como personajes o arquetipos. Ya no soy el mismo y algo de aquello permanece. Se han ido los amigos y se refleja en el rostro el paso del tiempo, pero creo que tengo la serenidad necesaria para poder sonreír y no darle demasiada importancia a lo que no la tiene. Es ese el que lee con asombro de su prosa el libro de Mariana Enriquez, el que no juzga y el que reposa sobre las posibilidades de una nueva divagación.


+ Aparcados están algunos libros, la poesía y la literatura sapiencial a la que lleva mi afición por trazar límites, fronteras, marcos. No es tarde, me digo, pero no regreso a los libros. Es una etapa de vacío y ese vacío es barbecho, que ha de aportar lo necesario para regresar al placer, a la noticia que los muertos nos traen del más allá: aquel momento cuando escribieron. No son fantasmas, son carne de viento y lluvia.


+ Me cuesta mucho trabajo continuar con tareas que son algo más que un compromiso. La reiteración es la clave, no se debe desistir. Pero hay días que son nefastos, temporadas de inactividad que me resultan dolorosas. Veo una cierta incapacidad y enfrentarme a mí mismo ante este espero me desconcierta, aunque, lo sé, se ha atenuado y es un efecto del paso del tiempo, del envejecimiento. La oración adquiere diversas formas: escribir sobre la circunstancia es una más.


+ He vuelto a leer algo de Marina Enriquez, de ese libro que antes cité. Vuelve la autora sobre los fantasmas, me gusta que se refiera a ellos como “filamentos", me parece un gran hallazgo. Como las patitas de la gata que se extienden en un intento de atrapar el viento que se desliza entre mis dedos: jugamos y ella siempre gana. No hay reglas. Leo el libro de Mariana Enriquez en la primera hora de la mañana y sé que es eso un condicionante, una apuesta perdida contra los fantasmas. Las múltiples caras de los espíritus son solo una cara y esa cara, ese rostros me indica mediante un gesto austero a dónde se dirigen los pasos perdidos, aquel deslizarse de la nombrada adolescencia. Hoy más que un paisajes es un gesto, aquellos recuerdos, materia poética, poética del deslizamiento.


+ Imagen: líneas y una ausencia, la lectura de los momentos que fuimos dichosos se traduce en imágenes que tienen valor individual pero no transmiten la dicha, sino, cómo no, lo aleatorio que los disparos fotográficos son. ¿En Coimbra?


sábado, 18 de marzo de 2023

Una forma de estar


+ Domingo por la tarde. Ya no llueve. Después de pasear por A Lanzada vamos a Sanxenxo. Seguimos paseando. Hay mucha gente y todos tienen un aire similar, supongo que me debería incluir en el conjunto, no soy una excepción: vestuario, el tono de voz y el paso lento y tranquilo. Es domingo. Así, entramos en una de esas tiendas que abren los domingos. C. ve la ropa y yo me fijo en la tienda, en las dependientas, en su uniforme, pero me llama la atención sobre todo la música. Lo venía pesando, pero en este momento me doy cuenta de una cierta muerte de la música de guitarras. Se ha terminado una época. Anoto el nombre del cantante, que luego buscaré en el ordenador. Sí. Es música sin instrumentos, salvo la voz, o son instrumentos sin soporte, como la música misma. Es otro mundo y, ahora, más que nunca, soy un espectador.


+ Uno que dice que ahora hay menos libertad que en el franquismo y la mentira le dijo a la verdad que ella era la verdad. Así es la televisión. Así es la vida. Me pregunto el alcance de la afirmación y veo que todo está dentro de una agenda que no termino de identificar, pero sí intuyo. Ahí está la razón de la propaganda. Propaganda, propagar. Un uso del verbo: el incendio se propagó. Ay, la libertad y sus atribuciones, la libertad y la extensión de sus definiciones.


+ Extraña convivencia esta que tengo yo con Villamediana, Juan de Tassis y Peralta, segundo Conde de Villamediana. Sé que estoy a un paso de tener una visión sobre su persona, de soñar con un soneto perfecto en su ámbito renacentista o barroco, bañado en el petrarquismo y doliente de Góngora y amor cortés. No sé. Extraño viaje el que he emprendido, travesía oscura en la noche oscura que me conduce a una parte de mi persona que no es que desconociese sino que ahora estoy creando.


+ Los días pasan y nos llega el mensaje mismo del paso del tiempo a través de las conversaciones, encuentros con personas que tienen nuestra edad y han descubierto que ya no son jóvenes. Parece un sueño, pero no lo es. No se trata de que un día te despiertes y sientas que era un viejo, no, es paulatino y esta característica hace que sea menos doloroso, o que el dolor sea de otro tipo. Clasificar los dolores es una tarea para esforzados, que no es mi caso. Caminamos durante las últimas horas de la tarde y encontramos a otras personas, nos paramos con ellas y nos cuentan sus cosas: padres enfermos, el dolor que le ha sobresaltado esta misma mañana, los hijos que se hacen mayores y pronto tendrán sus propios hijos. El paso del tiempo no es una novedad pero se descubre sin lírica. ¿De qué trata la poesía? De la muerte y del paso del tiempo, solía decir yo con un punto de mundano cinismo. Ahora sé que no era mentira, pero he visto su carne abierta, el paso del tiempo es el recuerdo de ebriedades nulas, de noches en soledad, amigos en el olvido. Todo eso y más. Leo con interés el libro de Mariana Enriquez El otro lado. Este párrafo tiene mucho que ver con el libro, con la lectura en las primeras horas de la jornada. Tiene que ver con que he recuperado el hábito de coger libros en la biblioteca pública. Tiene que ver, finalmente, con mi edad, con asumir una suerte de tránsito necesario y liberador. Ay, los días pasan sin noticas, en una calma que induce a la pereza, como si esperase el verano y el verano no es una estación que me guste especialmente, lo pienso y me parece que se trata de un estado vital que se relaciona con una forma de estar. El silencio es mi aliado, hoy, siempre.


+ Pensé en un paseo que dimos entre casamatas y puesto de tiro. Estábamos en Normandía y era la consecución de un viejo anhelo. Hoy lo recuerdo en el sentido del párrafo anterior. Se trata de establecer un diario, el registro de momento que poseían una especial factura: el color del cielo, la plasticidad de las nubes, los rostros de las personas, nada interrumpía el fulgor del momento, tras visitar los cementerios del desembarco y comprobar que los que allí estaban enterrados eran niños; ay, siempre son los niños los que luchan en las batallas, siempre mueren los niños. Volví a ver a C. en aquel prado que se rompía sobre el canal, que se prolongaba hasta el horizonte, nubes y una cometa que rasgaba aquel cielo de perfección y olvido. La poesía permanece, es su sentido netamente lírico.


+ El título era Lugares a los que no volveremos, pero no llegó a escribir nada, salvo ese título. Un título es fácil, pero que luego tenga continuidad es una tarea no está al alcance de todos. De hecho, cuántas veces nos hemos dejado arrastrar por un título y luego no ha habido nada tras él; quiero decir: cuando recorremos las estanterías de la librería o de la biblioteca [a donde felizmente he regresado]. Creo que es algo que sucede, también, con las fotos que ilustran las portadas de los libros: una buena foto invita a abrir el libro y, cuántas veces, el texto no está al altura de la foto. Se llaman paratextos y son tan descriptivos como engañosos, pero son parte del producto, si así se puede llamar. El envoltorio constituye una frontera. En ello estoy, al menos hoy miércoles, en esa frontera, porque todo avanza y nada se detiene. El cambio.


+ Imagen: esta transición entre foto y texto, que no llega a fosilizarse. 

sábado, 11 de marzo de 2023

Non vulgaris venae

blur

+ El título de la entrada me remite al diccionario de Nicolas Antonio y la entrada del Conde de Villamediana. Un poeta que no bebe en una vena vulgar, y, cierto es, al contrario se puede decir. He leído hoy alguno de sus sonetos y declaro un interés sin fisuras por la complejidad de los versos, por ese ejercicio o pasatiempo que implica ese descifrar, el recomponer la sintaxis y ver en ello la belleza que contiene. Ahora el tiempo es otro y los modelos son distintos, el tiempo habrá de arrojar oscuridad sobre ellos y descifrar lo de hoy será entender lo que a nosotros nos condiciona, nuestro contexto. Pasatiempo o sustancia nuclear, no creo que la elección tenga importancia.


+ No me cabe la menor duda de que estamos en un proceso de descomposición. También, como lo escuché a Bruno Latour, pero también a Macron, nos encontramos ante el fin de la abundancia. Tengo la impresión de que se está cargando el combustible preciso para que el conflicto estalle, en cualquier momento la chispa surgirá en el momento y en el lugar menos esperado. Necesito tiempo para explicarme algunas cosas pero sé que en la historia hay elementos para conocer el presente, ese cómo que nos lleva hasta este punto al que hemos llegado. Todo esto me viene a la cabeza tras leer el ejemplar de Público, el diario portugués, que compré ayer en Caminha. Hoy, domingo, lo leo en cama y me esfuerzo por entender la realidad de un país que no es el mío, con la intención de, por contraste, ahondar en los problemas que atañen a España. España, qué palabra. Y cuando la pronuncio recuerdo algo que ayer leí en una librería de Braga: la característica principal de España es su diversidad, por encima de cualquier otra. ¿Se puede entender toda la realidad política desde este punto de partida? Vuelvo al principio, la descomposición institucional me parece peligrosa, el reflejo de una época. Lo del fin de la abundancia se traduce en la inflación, los bajos salarios y la acumulación de riqueza en unas pocas grandes fortunas. No sé si es un balance esto que escribo, pero sí hay una cuenta pendiente, un arqueo que explicaría la deriva de los equilibrios políticos y sociales. Algo se ha descompensado y, a consecuencia de ello, la putrefacción se extiende. 


+ Privatizaciones, impuestos bajos y precariedad laboral, altos precios de los alquileres, la inflación y un cierto rumor fantasmagórico. Niebla en el horizonte. La política nos atañe a todos, pero me siento desvalido por no saber cómo actuar. Me fatiga mi posición de observador.


+ La nostalgia se impone, sin saber muy bien a qué responde y sin percibir que no se trata de otra cosa que una construcción preparada para la ocasión, para ese discurso que niega o afirma en función de la necesidad. Falta de coherencia discursiva. Y qué. La velocidad que se ha impuesto impide trazar una línea clara que separe lo falso, lo verosímil y lo aparente. La verdad es una construcción, salvo hechos indiscutibles que tienen su razón en datos que tampoco admiten discusión. La hipervelocidad, como en otros ámbitos, acelera los procesos constructivos. ¿Está hay el principio de descomposición? No olvido que antes de que brote la semilla debe haber muerte y descomposición, es aquella máxima que regresa: lo viejo no ha muerto y lo nuevo no termina de nacer.


+ Al hilo de lo anterior, la cita es de Antonio Gramsci: “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos.”


+ De eso se trata, de monstruos que comienzan a brotar. Observo, poco más. En una vena no vulgar, pero un tanto inútil. Qué le vamos a hacer.


+ Qué fatiga me entra. Veo, en línea, unos reportajes de un periódico sobre las bibliotecas de algunos autores. No soy capaz de ver ninguno de ellos completos, ya que me parecen unos notables ejercicios de pedantería. Al tiempo, me acuerdo ante al exposición de una afamado fotógrafo español, con el fotógrafo presente en la inauguración, me dijo: me gusta el arte y no soporto a los artistas. Ahí guardé yo la idea de desligar obra y autor. El autor permanece en la sombra, pues solo el producto de su trabajo tiene interés, el resto a la tiniebla lo condeno.


+ No sé si causa sonrojo o risa, la polémica de la tilde en solo o su ausencia. Qué fácil es olvidar que todo lo humano es arbitrario. Todo, salvo el nacimiento, la muerte y la enfermedad. Pero, ¿cabe otra cosa que darle sentido a las cosas mediante los artefactos de la vida, las simulaciones y sus arquitecturas? Ahí estamos, sólo o solo o solo.


+ Después de un año y medio, he llegado a donde me había propuesto hace un año y medio. ¿Qué decir de tal proyección? La meta y el camino son complementarios y su reflejo nos permite establecer una cierta paz en el día a día, esa manera de suspender y obviar el futuro que se basa en la disciplina del presente. Consigo conciliar el sueño sin dificultad, me parece un logro sublime y que se relaciona con lo dicho: el presente como medicina para soportar las esperas. Un año y medio de esperar no es para tanto.


+ Imagen: un cierto desorden.

sábado, 4 de marzo de 2023

La casa del padre

regreso

+ Me paro a pensar en aquellos que en su juventud fueron comunistas y hoy se sitúan en el extremo contrario, con una exacerbada defensa de aquello que parecían atacar en su momento. Si de tener razón se trata, no creo que tengan razón ahora, pero tampoco antes. Es más, me parece que para explicar estos cambios se debe indagar no tanto en las razones que aportan, por muy elaboradas y fundamentadas que se nos aparezcan, sino que es su trayectoria vital la que puede arrojar luz sobre sus cambios de parecer. Sus trayectorias vitales parecen apuntar más bien a un regreso a los orígenes, a la casa paterna, a aquel punto del que un día se alejaron y deben volver, ahora que los años los han hecho sabios y han estudiado lo que antes aceptaron espontáneamente. Tal vez, nunca dejaron de ser lo que fueron y el comunismo fue una veleidad propia de la juventud, que el tiempo ha aclarado. Otros tomaron drogas y hoy postulan contra los perjuicios que ocasionan las substancias, como el fumador que pontifica sobre los males del tabaco. No sé si hay un paralelismo entre una cosa y la otra, pero me parece que una falta de coherencia vital se manifiesta, sobre todo, en la pasión con la que aparece el nuevo discurso, su voluntad de erigir un edificio, una torre que alcance a iluminar con la verdad de la conversión. El hijo pródigo regresa a la casa del padre.


+ Pienso que la casa del padre es un síntoma, pero también una suerte de relato donde se citan la expulsión, el abandono y el regreso. Hay late la parábola del hijo pródigo y sus inconsistencias, que, al tiempo, hacen mella en el imaginario mientras arrojan un rédito de perdón y olvido que hiere al que estuvo ahí: en la casa del padre.


+ La cuarentena pasó a la historia y no sé muy bien qué significa esto de “pasar a la historia.”  Escucho la canción de Los Enemigos, Siete mil canciones, versión cuarentena, y me hago la pregunta anterior a raíz de esa etiqueta que a la canción le ponen. Queda todo tan lejos, tan extraño resulta pensar en aquel encierro, un estado que ahora es un reflejo o el recuerdo de un sueño, con esa deletérea materia que se diluye en el olvido. La canción está bien pero me parece antigua como yo me veo antiguo. Son años que pasaron y su rastro es la senda del recuerdo. Ay, el recuerdo. Sin contexto no hay sentido


+ La casa del padre, qué título. Indago.Lo sabía. Hay una novela con ese título. Karmele Jaio. Una novela sobre escribir novelas. Qué género, pues. Extraño tipo de novelas donde la tipología es una parte de la trama, un rasgo más. El título es bueno, pero lo que leo el resumen y no me motiva. Tanto por leer y tan poco tiempo.


+ Los hijos guardan con sus padres una relación muchas veces insospechada que va más allá de los rasgos físicos y acentos del carácter. Como si fuese un secreto, algo que se tiende a ignorar, pero que termina por emerger. Según pasan los años se delimita el perímetro de estas fluctuaciones del destino y es aquí donde recuerdo la máxima de Heráclito El Oscuro: “el carácter es el destino”; una cosa lleva a la otra y entre ambas terminan por definirse. Observo ciertas personas de las que sé lo suficiente para ver ese alargado reflejo de sus padres en sus acciones, cómo se van desplazando hacia esa frontera entre el deseo y la obligación, donde triunfa una suerte de solida tendencia. Una tendencia que no se puede ignorar, a la que no se le puede decir que no. Esa insospechada relación no es otra cosa que el destino que se inscribió en el momento mismo de la concepción. El determinismo que comporta resulta desagradable en un primer momento; después, es liberador.


+ Notas a pie de página es este diario, pues otra cosa no es. Constituye una herramienta, como es la vida misma herramienta para reflexionar y yo no hago otra cosa que observar y reflexionar. Trabajar con lo que se tiene: despertar, el tajo diario, la comida, las palabras y los silencios, los trayectos en coche, la música, los encuentros y los enfados, el peso del pasado que ejerce su fuerza sobre el presente, la idas y venidas de las personas, conversaciones en la calle y otra vez a comenzar el ciclo: dormir y despertarse. Los paisajes, las varias arquitecturas, la forma de una taza de café, el apunte rápido de una plaza en algún lugar del Norte de Portugal, próximo a la frontera, una paloma o un niño que se entretiene con un charco, poco más hace falta. Notas a pie de página elaboradas con una cierta improvisación y bajo el espontáneo gobierno de los trabajos y los días. ¿Espontáneo es? Así redacto.


+ ¿Es poca cosa un título o encierra algo más que una promesa? ¿Podría recordar a aquel hacedor de títulos, el coleccionista de novelas nunca escritas?


+ Sigue mi lectura de Gracián. No sé que he encontrado o, quizá, no buscaba nada, aunque tenía un propósito claro y eran textos que me obligasen a pensar en propia sintaxis y su ramificación de sentido y mensaje. ¿La dificultad ofrece mensajes y sentidos? No me cabe la menor duda y así visito al Conde de Villamedina, así regreso a su Faetón. De eso se trata, de un ejercicio que me obliga a pensar más allá de la rutina y el texto instrumental, de la bendita rutina extraigo ese material que me ayuda a establecer un mundo, la infinita y deseable realidad, nunca definida, nunca atrapada. No añoro otros tiempos y esta lectura me reconforta porque renueva una idea sobre la lectura misma. La lectura por sí misma, sin otro propósito.


+ Imagen: el regreso podría ser recuperar fotos de cámaras de fotos olvidadas, me sorprende que funcione y que atesore fotos que ya no son otra cosa que arqueología [de mi propia vida].