+ El título de la entrada me remite al diccionario de Nicolas Antonio y la entrada del Conde de Villamediana. Un poeta que no bebe en una vena vulgar, y, cierto es, al contrario se puede decir. He leído hoy alguno de sus sonetos y declaro un interés sin fisuras por la complejidad de los versos, por ese ejercicio o pasatiempo que implica ese descifrar, el recomponer la sintaxis y ver en ello la belleza que contiene. Ahora el tiempo es otro y los modelos son distintos, el tiempo habrá de arrojar oscuridad sobre ellos y descifrar lo de hoy será entender lo que a nosotros nos condiciona, nuestro contexto. Pasatiempo o sustancia nuclear, no creo que la elección tenga importancia.
+ No me cabe la menor duda de que estamos en un proceso de descomposición. También, como lo escuché a Bruno Latour, pero también a Macron, nos encontramos ante el fin de la abundancia. Tengo la impresión de que se está cargando el combustible preciso para que el conflicto estalle, en cualquier momento la chispa surgirá en el momento y en el lugar menos esperado. Necesito tiempo para explicarme algunas cosas pero sé que en la historia hay elementos para conocer el presente, ese cómo que nos lleva hasta este punto al que hemos llegado. Todo esto me viene a la cabeza tras leer el ejemplar de Público, el diario portugués, que compré ayer en Caminha. Hoy, domingo, lo leo en cama y me esfuerzo por entender la realidad de un país que no es el mío, con la intención de, por contraste, ahondar en los problemas que atañen a España. España, qué palabra. Y cuando la pronuncio recuerdo algo que ayer leí en una librería de Braga: la característica principal de España es su diversidad, por encima de cualquier otra. ¿Se puede entender toda la realidad política desde este punto de partida? Vuelvo al principio, la descomposición institucional me parece peligrosa, el reflejo de una época. Lo del fin de la abundancia se traduce en la inflación, los bajos salarios y la acumulación de riqueza en unas pocas grandes fortunas. No sé si es un balance esto que escribo, pero sí hay una cuenta pendiente, un arqueo que explicaría la deriva de los equilibrios políticos y sociales. Algo se ha descompensado y, a consecuencia de ello, la putrefacción se extiende.
+ Privatizaciones, impuestos bajos y precariedad laboral, altos precios de los alquileres, la inflación y un cierto rumor fantasmagórico. Niebla en el horizonte. La política nos atañe a todos, pero me siento desvalido por no saber cómo actuar. Me fatiga mi posición de observador.
+ La nostalgia se impone, sin saber muy bien a qué responde y sin percibir que no se trata de otra cosa que una construcción preparada para la ocasión, para ese discurso que niega o afirma en función de la necesidad. Falta de coherencia discursiva. Y qué. La velocidad que se ha impuesto impide trazar una línea clara que separe lo falso, lo verosímil y lo aparente. La verdad es una construcción, salvo hechos indiscutibles que tienen su razón en datos que tampoco admiten discusión. La hipervelocidad, como en otros ámbitos, acelera los procesos constructivos. ¿Está hay el principio de descomposición? No olvido que antes de que brote la semilla debe haber muerte y descomposición, es aquella máxima que regresa: lo viejo no ha muerto y lo nuevo no termina de nacer.
+ Al hilo de lo anterior, la cita es de Antonio Gramsci: “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos.”
+ De eso se trata, de monstruos que comienzan a brotar. Observo, poco más. En una vena no vulgar, pero un tanto inútil. Qué le vamos a hacer.
+ Qué fatiga me entra. Veo, en línea, unos reportajes de un periódico sobre las bibliotecas de algunos autores. No soy capaz de ver ninguno de ellos completos, ya que me parecen unos notables ejercicios de pedantería. Al tiempo, me acuerdo ante al exposición de una afamado fotógrafo español, con el fotógrafo presente en la inauguración, me dijo: me gusta el arte y no soporto a los artistas. Ahí guardé yo la idea de desligar obra y autor. El autor permanece en la sombra, pues solo el producto de su trabajo tiene interés, el resto a la tiniebla lo condeno.
+ No sé si causa sonrojo o risa, la polémica de la tilde en solo o su ausencia. Qué fácil es olvidar que todo lo humano es arbitrario. Todo, salvo el nacimiento, la muerte y la enfermedad. Pero, ¿cabe otra cosa que darle sentido a las cosas mediante los artefactos de la vida, las simulaciones y sus arquitecturas? Ahí estamos, sólo o solo o solo.
+ Después de un año y medio, he llegado a donde me había propuesto hace un año y medio. ¿Qué decir de tal proyección? La meta y el camino son complementarios y su reflejo nos permite establecer una cierta paz en el día a día, esa manera de suspender y obviar el futuro que se basa en la disciplina del presente. Consigo conciliar el sueño sin dificultad, me parece un logro sublime y que se relaciona con lo dicho: el presente como medicina para soportar las esperas. Un año y medio de esperar no es para tanto.
+ Imagen: un cierto desorden.
