+ Domingo por la tarde. Ya no llueve. Después de pasear por A Lanzada vamos a Sanxenxo. Seguimos paseando. Hay mucha gente y todos tienen un aire similar, supongo que me debería incluir en el conjunto, no soy una excepción: vestuario, el tono de voz y el paso lento y tranquilo. Es domingo. Así, entramos en una de esas tiendas que abren los domingos. C. ve la ropa y yo me fijo en la tienda, en las dependientas, en su uniforme, pero me llama la atención sobre todo la música. Lo venía pesando, pero en este momento me doy cuenta de una cierta muerte de la música de guitarras. Se ha terminado una época. Anoto el nombre del cantante, que luego buscaré en el ordenador. Sí. Es música sin instrumentos, salvo la voz, o son instrumentos sin soporte, como la música misma. Es otro mundo y, ahora, más que nunca, soy un espectador.
+ Uno que dice que ahora hay menos libertad que en el franquismo y la mentira le dijo a la verdad que ella era la verdad. Así es la televisión. Así es la vida. Me pregunto el alcance de la afirmación y veo que todo está dentro de una agenda que no termino de identificar, pero sí intuyo. Ahí está la razón de la propaganda. Propaganda, propagar. Un uso del verbo: el incendio se propagó. Ay, la libertad y sus atribuciones, la libertad y la extensión de sus definiciones.
+ Extraña convivencia esta que tengo yo con Villamediana, Juan de Tassis y Peralta, segundo Conde de Villamediana. Sé que estoy a un paso de tener una visión sobre su persona, de soñar con un soneto perfecto en su ámbito renacentista o barroco, bañado en el petrarquismo y doliente de Góngora y amor cortés. No sé. Extraño viaje el que he emprendido, travesía oscura en la noche oscura que me conduce a una parte de mi persona que no es que desconociese sino que ahora estoy creando.
+ Los días pasan y nos llega el mensaje mismo del paso del tiempo a través de las conversaciones, encuentros con personas que tienen nuestra edad y han descubierto que ya no son jóvenes. Parece un sueño, pero no lo es. No se trata de que un día te despiertes y sientas que era un viejo, no, es paulatino y esta característica hace que sea menos doloroso, o que el dolor sea de otro tipo. Clasificar los dolores es una tarea para esforzados, que no es mi caso. Caminamos durante las últimas horas de la tarde y encontramos a otras personas, nos paramos con ellas y nos cuentan sus cosas: padres enfermos, el dolor que le ha sobresaltado esta misma mañana, los hijos que se hacen mayores y pronto tendrán sus propios hijos. El paso del tiempo no es una novedad pero se descubre sin lírica. ¿De qué trata la poesía? De la muerte y del paso del tiempo, solía decir yo con un punto de mundano cinismo. Ahora sé que no era mentira, pero he visto su carne abierta, el paso del tiempo es el recuerdo de ebriedades nulas, de noches en soledad, amigos en el olvido. Todo eso y más. Leo con interés el libro de Mariana Enriquez El otro lado. Este párrafo tiene mucho que ver con el libro, con la lectura en las primeras horas de la jornada. Tiene que ver con que he recuperado el hábito de coger libros en la biblioteca pública. Tiene que ver, finalmente, con mi edad, con asumir una suerte de tránsito necesario y liberador. Ay, los días pasan sin noticas, en una calma que induce a la pereza, como si esperase el verano y el verano no es una estación que me guste especialmente, lo pienso y me parece que se trata de un estado vital que se relaciona con una forma de estar. El silencio es mi aliado, hoy, siempre.
+ Pensé en un paseo que dimos entre casamatas y puesto de tiro. Estábamos en Normandía y era la consecución de un viejo anhelo. Hoy lo recuerdo en el sentido del párrafo anterior. Se trata de establecer un diario, el registro de momento que poseían una especial factura: el color del cielo, la plasticidad de las nubes, los rostros de las personas, nada interrumpía el fulgor del momento, tras visitar los cementerios del desembarco y comprobar que los que allí estaban enterrados eran niños; ay, siempre son los niños los que luchan en las batallas, siempre mueren los niños. Volví a ver a C. en aquel prado que se rompía sobre el canal, que se prolongaba hasta el horizonte, nubes y una cometa que rasgaba aquel cielo de perfección y olvido. La poesía permanece, es su sentido netamente lírico.
+ El título era Lugares a los que no volveremos, pero no llegó a escribir nada, salvo ese título. Un título es fácil, pero que luego tenga continuidad es una tarea no está al alcance de todos. De hecho, cuántas veces nos hemos dejado arrastrar por un título y luego no ha habido nada tras él; quiero decir: cuando recorremos las estanterías de la librería o de la biblioteca [a donde felizmente he regresado]. Creo que es algo que sucede, también, con las fotos que ilustran las portadas de los libros: una buena foto invita a abrir el libro y, cuántas veces, el texto no está al altura de la foto. Se llaman paratextos y son tan descriptivos como engañosos, pero son parte del producto, si así se puede llamar. El envoltorio constituye una frontera. En ello estoy, al menos hoy miércoles, en esa frontera, porque todo avanza y nada se detiene. El cambio.
+ Imagen: esta transición entre foto y texto, que no llega a fosilizarse.