+ Algo en la radio sobre Lou Reed y David Bowie. Algo sobre Elton John. Mientras, hago mi ejercicio en la bicicleta estática, escucho la música y las palabras que la acompañan. Música que ya es música antigua, me digo, pero para mí tan actual porque, quizá, llegué tarde a ella, pero llegué y se convirtió en una suerte de amuleto [qué necesarios son los amuletos a pesar del saber que no son otra cosa que un engaño, benigno engaño]. Suena, en otro momento, Neil Young; en cierta manera, le tengo devoción, un emblema [sus canciones, la guitarra, el tiempo]. Escruto el reloj y todavía falta más de media hora para terminar, concluyo que estos ejercicios para mantener el peso están próximos a la oración. ¿La oración? ¿Cuánto hace que no rezas, has rezado alguna vez? Preguntas que están en suspenso. Hoy es viernes y hace mucho calor, como un certero poema soy yo el que se refleja en el espejo, la sombra que se proyecta sobre la arena. Amuletos, emblemas y oraciones, una triada para enfrentarse el tráfago diario.
+ Un semblanza de la vida de Michel Foucault en la radio francesa, en línea, resulta suficiente para evocar viejos demonios, demonios vencidos y que espero que no regresen nunca [no regresarán, lo sé y esta es mi fuerza]. Mientras realizo mi ejercicio diario escucho por segunda vez el programa y recuerdo un viaje de regreso de Compostela, con la égida de la biografía de Foucault. Recuerdo cómo leía la vida de Foucault escrita por Didier Eribon como si fuera un devocionario, la vida de un santo o algo similar, a sabiendas de que ese rescoldo moral era, precisamente, del que huía. Así comenzó una aventura que se extiende hasta el día de hoy. Aquel viaje tuvo un algo de iniciación a un secreto nunca desvelado, siempre oculto. Hubo cosas que intuí y otras que creí entender, flecos y puertas abiertas que fueron franqueadas con el tiempo, que dieron paso a corredores que todavía no he transitado o a los que he regresado con otros ojos. Me gusta en especial una expresión de uno de los intervinientes: erudición y barroquismo [ en realidad lo que dice y es un tanto intraducible es: érudit et flamboyant]. Es la prosa difícil la que me atrapó en otro tiempo, la que hoy rememoro. Rememoro el viaje en tren entre Santiago y Pontevedra y la sensación de vacío que se veía aliviada por la biografía de F. El tiempo ha pasado, tal vez casi veinte años, pero la vibración todavía resuena y este resonar es el que abre las puertas a la curiosidad, al deseo de desentrañar secretos que plantean preguntas sin respuesta.
+ Dar cuenta del título de la entrada es pervertir la misma entrada, como aquello de que él se nombra filosofo permanecerá inhabilitado para el oficio [extensible a cualquiera afecto artístico, que no técnico, donde toda profesión/oficio tiene unos límites y unos núcleos claros e indubitables]. Me acerco a es no-lugar que resulta ser el lenguaje porque creo entender lo que Foucault quiere proponer, la invitación que hace y que yo tomo con cierto egoísmo, no un egoísmo pernicioso sino saludable y vital. Sin duda, esa oposición radica en el rechazo a las explicaciones y a la búsqueda de un sentido, porque se trata, más que de buscar un sentido, de construir un sentido. Ahí está la cuenta que ofrezco ahora mismo: construyo en lugar de buscar, construyo porque solo lo construido puede ser demolido. La demolición avanza y yo descanso en ella, lo que desde siempre he hecho.
+ ¿Por qué llevo un blog? La pregunta carece de respuesta o no estoy dispuesto a articularla. Podría decir, y lo digo, que se trata de una suerte de taller o de bicicleta estática, entre el ensayo para la actuación y el ejercicio que me permite seguir en forma. Escribir es una parte substancia de mi persona, sobre ella y con el gobierno de la nave está la lectura. Escribir y leer, caras de una misma moneda. Por eso escribo, porque leo, y leo para escribir. Nada más. Cierto es, nadie me ha pedido explicaciones, pero yo necesito, tantas veces, contestarme a mí mismo.
+ Cada vez me interesa emitir juicios sobre escritores sobrevalorados. He llegado a una edad en que ya no puedo perder el tiempo. Me aíslo en la lectura de mis clásicos.
+ Imagen: en el punto álgido de la primavera el árbol se ofrece como objeto único, como representación de todos los árboles. Disparé rápido y con precisión, el momento permitía ese rédito que otorga el saber que uno acierta. Disparé y acerté. Un emblema, una senda.
