sábado, 29 de mayo de 2021

Levedad / Pesadez

 

Nocturno

 + Un día de esta semana entré en una fábrica acompañado de uno de sus directivos. Era un hombre educado pero distante. Una distancia extraña y correcta. Su corrección era una barrera, pero no me importaba demasiado, es más: prefería que el encuentro discurriese en estos términos. Intercambiamos la información precisa y nos despedimos sin muchas ceremonias pero dentro del marco de la educación y la cordialidad. Mientras atravesaba los caminos de la fábrica me daba cuenta de su aspecto siniestro, que se veía acentuado por los penetrantes olores de azufre y cocciones, pero también por el aspecto de los hierros, las paredes de hormigón y una hierba sucia y negruzca que crecía en zonas más o menos amplias. La impresión resultaba desoladora. Aquellas máquinas con aspecto de animal cruel, los operarios igualados en sus uniformes, las aristas de las edificaciones, el recorte de las chimeneas contra el cielo azul, tan limpio. Volví a cruzar los controles y pensé en la poesía que se podría atesorar en aquel espacio, el reflejo de la modernidad, el trasvase de la revolución industrial y la contaminación. El ser humano no se puede estar quieto, no puede permanecer inactivo porque esa es el único conjuro contra la certeza de la muerte. Esa es la poesía que vi, el reflejo de la caducidad; todo al servicio de ese memento mori.

+ El viernes comienza con una agradable conversación sobre como se ha de estructurar un texto, desde donde partir y la manera adecuada de esquematizar los contenidos. Nunca está de más escuchar al que sabe más que uno, mucho más. Se iluminan zonas que permanecían ocultas bajo el velo oscuro de nuestra inexperiencia. Saber desde dónde se parte y a dónde se quiere llegar es primordial. No hay otra vía, sino la certeza de los principios y los finales porque la estructura lo es todo, su coherencia da la medida del texto. Datos objetivos, valoraciones personales, el contraste con lo dicho y lo escrito, el mundo por alcanzar, el placer de la escritura.

+ Tarde de sábado con C. en Vigo, en Bouzas. Una primera cerveza en una terraza, una conversación sobre cómo han cambiado las cosas en el último año, cómo reconducir las situaciones hasta un punto deseable. La tarde es limpia, estamos sentados en una terraza y se respira una felicidad verdadera, provista de lo auténtico que aporta lo sencillo, esos placeres de cerveza y conversación. Luce el sol  y los niños juegan despreocupados. La pandemia sigue ahí, pero, en algún momento, se olvida y se retorna a ese tiempo pasado que no volverá (pues ningún tiempo pasado regresa). Los problemas laborales asoman en la conversación y sé que la complejidad del mundo presente no atenúa ninguno de los dolores particulares de cada persona que los sufre; si leo el periódico o escucho la radio, percibo, no siempre, una confusión entre los datos y la verdad de los hechos, porque, no siempre, la acumulación y análisis de datos reflejan lo real, el pálpito de lo diario. Incido sobre la necesidad de valorar lo cotidiano, la fluidez de las relaciones y el espacio que nunca nos llega a pertenecer. Terminamos las cervezas y continuamos el paseo. Otros bares, otras personas, una indeterminada inocencia sobrevuela el ambiente. La inocencia de que quien le han robado las ilusiones y comienza a recuperarlas. ¿Un espejismo?

+ Llego a una idea sobre la edades geológicas, sobre el tiempo geológico. No es poco inquietante comparar nuestro desarrollo vital con el tiempo de los estratos, las placas tectónicas o el tiempo de los procesos que constituyen las montañas, los ríos y los valles. Esta comparación tiende a un cierto nihilismo, a ver toda construcción y pretensión humana como la expresión vana de un anhelo imposible. Es conveniente apartarse pronto de tal certero veneno porque su verdad mina la ilusión, aunque aporta un punto de vista que todo lo relativiza. En la senda de Marco Aurelio, tal vez. Paso la página y me centro en lo diario, en el fulgor de la vida ordinaria.

+ Me defino en ese debate entre lo liviano y lo pesado; intento definirme en ese debate planteado por Italo Calvino. “Mi labor ha consistido las más de las veces en sustraer peso; he tratado de quitar peso a las figuras humanas, a los cuerpos celestes, a las ciudades; he tratado, sobre todo, de quitar peso a la estructura del relato y al lenguaje.”, dice Calvino al inicio o en el prólogo de la conferencia sobre el tema que titula la entrada de hoy. Trato de capturar en la cita un motivo para emprender otro relato posible de los últimos meses y veo que esa suerte de adelgazamiento es clave para continuar con múltiples acciones que he emprendido años atrás. Veo en la pesadez las obligaciones heredadas, en las imposiciones del deber y la lógica de un esfuerzo sin recompensa, en ese violento: “si quieres, puedes”. No, no siempre se puede por mucho que nos empeñemos en la empresa. Lo liviano me puede salvar, me digo mientras en silencio conduzco y estudio el paisaje como resultado de la actividad geológica; dejo ese veneno a un lado y trato de centrarme, otra vez, en la magia de lo ordinario, de lo cotidiano.

+ Alejo el temor que inyectan las edades geológicas, tan parejo a aquel miedo infantil al espacio infinito y al tiempo eterno. La ausencia de límites atenaza la razón, pero en el irracionalismo descansa una parte poética de nuestro ser: lo busco y no lo encuentro, pues en lo fugitivo se desvela la transformación diaria.

+ En la radio oigo un programa (Documentos Radio Nacional de España) sobre Carlos Edmundo de Ory y pienso en una idea sobre la libertad creativa y un proyecto de vida que no es otra cosa que la construcción de un personaje en torno a una obra, bendecido por el talento y la oportunidad. La escucha se produce mientras conduzco y observo las blancas y grises nubes contra el cielo de mayo, los poemas y lo que él denomina aerolitos se funden en un desvanecimiento imposible. Una nostalgia de unos paisajes inexistentes, fundados en el fulgor del sueño de las cuatro de la mañana, en el trepidante tren nocturno. El poeta desaparece y surge la idea sobre las biografías y su manera de trenzarse mediante un plan premeditado o espontáneo. En cualquier caso, con una tendencia al ejemplo y la conseja; incluso la vida menos significativa.

+ Imagen: la noche en su espesor, difuminado y movimiento.

sábado, 22 de mayo de 2021

Lo espectacular difuso

 

A Brasileira

+ Después de muchos meses, regresamos a Portugal. Regresamos a Caminha, donde habíamos estado en octubre. Meses en los que han sucedido muchas cosas y no ha sucedido nada. La paradoja está o reside en el estado ánimo, en cómo este se va atemperando y se regenera en un intento de simular serenidad. La serenidad. El café, la torradas, las natas. Placeres humildes, pero intensos. Comprar prensa, hacer un regalo, disfrutar de la conversación con la dependienta sobre la pandemia y la economía, en un intento de ser optimistas. No llueve. No hay mucha gente en las terrazas (esplanadas, como se dice en portugués). Hay un aire triste y el cielo permanece despejado. Han sido unos meses de aislamiento y todo parece no haber cambiado, pero los cambios imperceptibles resultan profundos, como si restaurasen un orden intenso y decisivo. Todo cambia, nada permanece. Pago la prensa en la tabacaria. Dejamos Caminha y nos dirigimos a Vilanova da Cerveira, donde tomamos otro café con natas. Lírica y nostalgia. Nada cambia, todo permanece. La paradoja sobrevuela el paisaje.

+ Como una colección, así lo vio. Algo necesariamente incompleto porque si se culminase la colección carecería la misma de un sentido, el sentido de enfrentarse a la tarea de investigación búsqueda. La colección establece una cartografía total y móvil del mundo, o el mundo se pliega a sus necesidades. ¿Una biblioteca es una colección, una colección imposible; una pinacoteca o una discoteca? Bien, todo ello se suma a una carta donde se da validez a la identidad, la colección aporta rasgos a la persona, la eleva, hace que se distinga por una posesión que contiene conocimiento, un conocimiento, tal vez, hermético. Como una colección, repitió para subrayar ese carácter hermético de su conocimiento sobre la materia. Habla de carreteras, pero podría ser una conversación sobre vinos, arqueología o mecánica. Poco importa, salvo la distancia.

+ “Une œuvre ne reflète pas seulement son temps, mais elle ouvre un monde qu’elle porte en elle-même.” Paul Ricoeur.

+ Un mundo en sí mismo, que se propone y se actualiza en la lectura. A esto aspiramos, pero no se plasma ni se mantiene, se insinúa y asciende por momentos, pero no deja de ser un fantasma que nos desconcierta. El mundo que propone la novela es un mundo que transita entre lo cotidiano y lo excepcional, ese interregno se define el estado tras una intensa tarde de lecturas y afirmaciones sin respuesta. Ahí está, El amante bilingüe de Juan Marsé. Otro mundo, otro tiempo, el mismo mundo, el mismo tiempo. ¿Soy yo el mismo lector?

+ “… el espectáculo de los automóviles exige una circulación perfecta que destruya las viejas ciudades, mientras que el espectáculo de la propia ciudad necesita barrios-museo.” Guy Debrord.

+ Tomo el título de la entrada de G. Debord.

+ “Lo que veo está determinado, al menos parcialmente, por lo que deseo ver”, una cita que recojo al vuelo, copio y no olvido.

+ Tengo en el ordenador una libreta electrónica donde voy apuntando rasgos que me parece que definen esta época. Anoto cuestiones sobre arquitectura, empleo, alimentación, política o literatura. Hay otras áreas, hay otros intereses; pero en definitiva, se trata de perfilar una situación y una posición el mundo. La posición del observador y sus límites. Siento que la consciencia del límite es lo que me puede dar una perspectiva, un punto de apoyo sobre el que edificar el entendimiento. Toda época es cambiante y tienda a la inestabilidad. Hoy he apuntado que se han cumplido diez años del 15M. Recuerdo aquellos días y no me parecen tan lejanos, pero no soy capaz de reconstruir con claridad el discurso del momento, solo es una reconstrucción provocada por el latir de los compases que arroja la radio, mientras hago ejercicio. Recuerdo ver en el escaparate de una librería que ya no existe el libro de Stepháne Hessel ¡Indignaos!, recuerdo unas asambleas que se celebraban frente al ayuntamiento, recuerdo una acampada en un parque céntrico, pero poco más. Luego, tres años más tarde, llegó Podemos, hace poco Pablo Iglesias se retiró de la política y, posteriormente, se cortó la coleta. Todo ha pasado y me pregunto qué lugar ocupa en la historia el movimiento, el partido político, su líder. Nadie es capaz de determinar como se leerá en el futuro el 15M porque se leerá desde un presente que es imposible adivinar; sin embargo, la posibilidad de una novela podría atrapar aquello que sucedió y de lo que hoy se cumplen diez años.

+ Ahí continua el miedo, la incertidumbre, la tormenta que amenaza en el horizonte. La pandemia no es una metáfora, ni un relato construido para la ocasión. La pandemia es la escala, lo que nos da una referencia para compararnos. Desde lo imperceptible, esa minúscula porción de la realidad (el virus), llega un ataque que rompe lo cotidiano y nos pone en el abismo, pero aparece una solución mediante la ciencia: la vacuna, que no responde ni a la casualidad ni a la magia. La ciencia nos saca del problema y nos explica el fenómeno, pero esto no se puede equiparar a una comprensión de la dinámica que comienza y se circunscribe a lo social. Son mimbres para un cesto, pero el cesto no se articula por sí solo, hay que vestirlo de estructura y estilo. El miedo a la pérdida del empleo y con ello a la disolución de la identidad, la incertidumbre por los que dependen de uno, la realidad terca del dinero, las deudas y los embargos o desahucios. El que da una receta desde la frialdad de los altos estamentos e instituciones parece no pensar en personas sino en elementos de un sistema, pero, cabe la posibilidad, de que sí piense en personas y su intención sea buena, pero esto tampoco garantiza ningún acierto. Las ciencias de naturaleza en comparación con las ciencias sociales tienen ventajas

+ Imagen: café en A Brasileira de Braga.

sábado, 15 de mayo de 2021

Crisis

Caminha
 

+ Entre todos los indicios que nos llegan a diario destacan aquellos que nos conducen a la confirmación de nuestras certezas. Los buscamos, los encontramos y los reconocemos. Necesitamos ver que tenemos razón y para ello nada mejor que salir a la caza de verdades y confirmaciones, los indicios que nos llevan hacia ellas son algo más que una cartografía, se trata de nuestra identidad. Leo en línea sobre elecciones, dimisiones, victorias, fracasos, ilusiones y engaños, puedo ver en cada una de las balizas que se elevan sobre los senderos la mano firme de la convicción y la determinación. No tengo yo esa confianza y mi tendencia hacia la sospecha dificulta que encuentre verdaderos asideros en esta materia ofertada, esa mercancía de verdad. La mercancía y la construcción de la verdad, o a la inversa: la construcción y elaboración de esa verdad que será vendida o se convertirá en moneda. La confirmación de las certezas es uno de los temas del presente, que hace que se pierdan y se ganen elecciones en el mismo sentido que un producto obtiene éxito o fracasa. Su medio natural, el teléfono móvil, que ya es más que un teléfono para haberse convertido en una extensión o prótesis del cuerpo humano. Hay que estar atentos a estos indicios difusos.

+ “… donde coincidían la historia sagrada, la doméstica y las coordenadas de la imagen proyectada a un ondulante destino.” [En Paradiso].

+ Que melancolía me produce ver a los jóvenes en las películas de Rohmer, tal es el reflejo que percibo. Así, todo ha quedado atrás.

+ (4) “El espectáculo no es un conjunto de imágenes sino una relación social entre las personas mediatizada por las imágenes”, Guy Debord, La sociedad del espectáculo.

+ Asustarnos ante los malos presagios que se asoman en el horizonte no parece muy conveniente. El miedo tiene gradaciones que se deben observar escrupulosamente. Ni temerosos, ni confiados. Los tiempos que se aproximan no serán buenos y los políticos no desatienden la estrategia comunicativa en lugar de hablar con claridad. ¿Qué política? La política es, en buena medida, comunicación. El miedo si no es paralizante, ayuda. Debemos temer la crisis que se aproxima, de la que tenemos indicios sólidos en cada una de las comunicaciones que gobierno realiza. La cuestión se circunscribe en torno a la pobreza y la necesidad, que aletea sobre la población. Subida de impuestos, reducción de beneficios fiscales, descenso del consumo. El espectáculo, el parque temático, el relato y su flexibilidad limitada. Ya lo decía Borges, como a todos los hombres, le tocaron tiempos difíciles en los que vivir.

+ No le puedes gustar a todos.

+ Ayer, tras mucho tiempo, compré dos libros. Un tomo sobre la obra y la vida de David Hockney y, el segundo, La sociedad del espectáculo de Guy Debord. A partes iguales, condicionan mi estado de ánimo. D. H. me habla de algo que me resulta muy próximo y es la alegría de la vida como juego; G. D. hace que esa misma alegría se vea sumergida en la reflexión sobre la calidad especular del todo que nos rodea, el cuestionamiento de nuestra propia vida cotidiana. Hacía tiempo que no compraba libros porque he llegado a la conclusión de que se trata de un vicio y he encontrado algo morboso [en su verdadero sentido, “Que causa enfermedad, o concierne a ella.”] en la propia compra. Sin embargo, hay un rayo de luz en la propia compra: los dos libros se convierten en importantes ladrillos del edificio que construyo, demuelo y reconstruyo a diario. ¿Quién soy y qué lugar ocupo?, veo que son cuestiones secundarias porque adquiero ese papel de observador, tan frívolo como exacto. Buenos marcadores para los malos tiempos que se aproximan. Siempre, los malos tiempos.  

+ Me asomo al Enquiridion y se inicia el libro con la distinción entre las cosas que dependen de nosotros y las cosas que no dependen de nosotros. Es interesante, parece sencillo, y ni una cosa ni la otra. Tener criterio y serenidad para distinguir lo uno de lo otro es el fiel de la balanza. Uno esto a los libros comprados y me centro en lo que propone la pintura de D. H. Ahí está uno de mis modos de ver, de entender la realidad, mediante el juego de la percepción. Lo que me gusta y lo que me disgusta, eso es algo que puedo decidir. Me centro en la elaboración artística de mis decorados, ambientaciones, atmósferas. Contribuye la música, la pintura y la frivolidad. Mientras, la crisis avanza.

+ “Disimuladamente sobresaltado, saborea un jerez con galletas inglesas.” [En Paradiso].

+ Imagen: un segmento, el cielo y la casa con las ventanas tapiadas; el domingo como ilustración, la casa y su amplia metáfora.

sábado, 8 de mayo de 2021

Papier

 

Bordeaux - papier

+ Encuentro una foto de una maqueta de Redondela, donde se destacan o se subrayan los viaductos ferroviarios (frente al gris del territorio y los edificios, pequeñas elevaciones sobre terreno, se alzan en negro las estructuras de piedra y hierro que articulan los viaductos). Es una maqueta sobria y eficaz en su labor de comunicación de un espacio y un tiempo, quizá el tiempo presente donde las obras todavía perduran. Indago y la foto y la maqueta pertenecen al CEDEX (Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas). Junto a la foto, se da noticia de la historia de los dos viaductos, que caracterizan la villa, hasta el punto de que hay quien se refiere a la población como la villa de los viaductos. Dicho lo dicho, escrito lo escrito; yo paso por allí con frecuencia y los viaductos se han convertido en una compañía diaria, sin amenazas, sin preguntas, los viaductos se integran y desparecen bajo el influjo de lo cotidiano. Bajo ellos discurre la carretera nacional, mi nexo de unión. Los he observado con detenimiento en los últimos años, he reparado en su estructura y en sus perfiles, en diferentes momentos (con lluvia, con niebla, en días soleados y en días grises), bajo diversos estados de ánimo, he hecho mediciones en su entorno y, a media voz, me repito que son compañeros en lo diario. A veces creo que hay una vida oculta en los elementos que nos acompañan en esta rutina que es la vida cotidiana. En este sentido, los viaductos contienen una leyenda que se remonta a mi infancia, una leyenda de muerte y maldición. Nunca averigüé si respondía a una posible verdad o era un invento propio de pre-adolescentes. Quién sabe. Alguien afirmaba que el ingeniero fue un antepasado suyo y que, al verse en la ruina a causa por el impago del proyecto, se arrojó al vacío desde la obra ya terminada. Me impresionó en su momento y, muchas veces, cuando paso por debajo de su geometría me acuerdo del relato, sin embargo nunca busqué internarme en investigaciones, en desvelar una posible explicación a aquella leyenda, por preservar la lírica de la infancia, de la entrada en la adolescencia. Con todo, cierto es que algo hay, pues se dice que fue un ingeniero italiano el que diseñó uno de los viaductos y la empresa que encargó el trabajo se negó a pagarlo, por lo que el ingeniero se arrojó al vacío desde esa misma obra, pero sobrevivió a la caída. Lo acabo de consultar en un blog, donde se da cuenta de aquel posible suicidio. Se llamaba Pedro Floriani, pero no hay fuentes documentales que lo avalen; el autor del blog titula la entrada como “Un fantasma llamado Pedro Floriani” . Lo recordaré cuando la próxima vez que pase por debajo de los viaductos, pero quiero que se preserve el relato que en el pasado me impresionó y que durante años, cada vez que cruzaba Redondela, venía a mi mente. Son balizas en lo diario que lo revisten de una lírica necesaria y necesitada.

+ ¿Las vidas olvidadas? ¿Qué vida no tiende al olvido, ya que hasta la vida que ha llegado a la cumbre de la fama está condenada a la disolución? ¿Se desvanecen las hazañas en el tráfago de los días, las semanas, los meses, los años, los siglos, los milenios? Nada resiste la percusión del tiempo, el imperio de la nada. Pero contra esto hay que alzarse por la acción del dios del instante, el que nos puede enseñar a construir nuestros propios marcos, en nuestro propio provecho, en contra de los embates vitales. Como un libro de autoayuda, sobrevuela la sombra de Marco Aurelio.

+ La primera vez que me sucedió fue con la Sonata de primavera de Valle-Inclán. Hace unas semanas que abrí Paradiso de Lezama Lima. El milagro se ha vuelto a producir, lo que no deja de ser una ilusión y un estallido de esperanza. Mientras hay un resquicio para una prosa deslumbrante, hay esperanza. Pero una esperanza en el futuro, sino una esperanza modesta, que tiene su objetivo en la próxima página, en el próximo párrafo que se leerá, en encontrar este placer intenso y asequible, que se logra mediante el ejercicio de años de lectura y una determinada personalidad. Lo constato y me alegro; no es pequeño tesoro.

+ Me subyugan los escenarios de las películas de Rohmer. Identifico un tiempo que levemente fue el mío y se refleja en las arquitecturas, en el mobiliario y en las costumbres. Esa niebla, ese ambiente. Nunca volverá o siempre estará ahí mediante rememoraciones diversas. A mi lado, espera Paradiso. Mientras, en otro ámbito, pero, en cierto sentido, en el mismo ámbito (asunto que supone un desarrollo externo) continuo con Rohmer, La mujer del aviador. ¿Se trata de la búsqueda de un fármaco en el dominio de la narración, una narración adelgazada, sutil, donde ambas propuestas de relato se cruzan? Este es el motivo que se baraja en el paréntesis antes abierto: el desarrollo externo de las posibilidades de una narración casi inexistentes (algo que forma parte de mi principio rector, defecto del que hago/haré virtud).

+ Demasiado lirismo, poca noticia, exceso de sentimiento, contemplación y debilidad. Se reconoce en el espejo y se sitúa un paso más atrás de sí mismo. Hay en todas sus explicaciones claves que la contradicen.

+ Imagen: papel.

sábado, 1 de mayo de 2021

Abstracción - 2016 (y ss.)

Abstracción - 2016

 + Quizá mi error parte de juzgar Pauline á la plage aisladamente y no en el conjunto de obra, de la serie que propone el director. Hago esta reflexión mientras comienzo a ver El rayo verde. El universo de Rohmer, para mí, se articula en aspectos ambientales que se relacionan con los diálogos y cierta estatuaria de los actores. Ese punto inmóvil donde se establecen las posibles tensiones entre los sentimientos y las obligaciones, el tiempo primero tras la adolescencia, donde todavía esta extiende sus dominios, una madurez inacabada, estados que me resultan próximos por mis propias carencias y ambiciones. Las ambiciones no cumplidas retratan sin ambages las aristas de una personalidad. Veo a Dephine hablar de la carne en El rayo verde y creo entender o contemplar ciertas simas del pasado. Lo sumo a otros momentos en que el director propone historias que pueden parecer banales o, definitiva, irrelevantemente cotidianas. Pero, yo así lo veo, es en lo cotidiano donde reside lo nuclear de la vida, ya que no hay situaciones excepcionales, a no ser en el ámbito de lo construido, el relato de lo construido. Dejo a un lado los meandros en los que me sumerjo y regreso a la corriente del río que me conduce al mar. Hay una explicación no requerida en la yuxtaposición de los relatos de Rohmer, esta explicación me aleja de demonios que no son tales, salvo en la quiebra recién sufrida, la que ha elevado un terror sin fundamento, porque quien permite este fundamento soy yo. Rohmer, en definitiva, es un fármaco.

+ Hasta quien cometió un asesinato y cumplió su condena tiene derecho al olvido.

+ [Otra palabra, la coherencia]. ¿La coherencia está sobrevalorada? Conduzco y en un programa de radio un profesor lanza está pregunta y yo no sé contestarla. La coherencia es imposible, resuelve el profesor y su explicación me parece satisfactoria. Nunca somos el mismo, y mucho menos cuando estamos en el abismo de la soledad, enfrentados al vacío que el yo nos ofrece. El yo es cambiante y depende más de los otros y de la circunstancia que de nosotros mismos. El yo tiene una función que se confunde con la nociva aristocracia de la arrogancia y el orgullo; pues, cuánto dolor se evitaría si no nos tomásemos tan en serio. ¿Es necesaria la coherencia? Quizá esté yo pensando en términos absolutos y, como en otras ocasiones, sea un asunto gradual, donde la dosis es el éxito. Y, hila que hila, se llega, en el debate, al punto donde la coherencia se une al secreto, pues el secreto es una de las bases sobre las que la coherencia se asienta: cuando menos sabemos de una persona más coherente se nos aparece. De todas maneras, aunque no sea una meta alcanzable sí me parece una tendencia que se debe impones, a pesar de las dificultades. Y me digo, qué espeso resulta todo en este lunes de abril, mientras comienza a llover. El paisaje no necesita precisiones, es y ya está, indiferente a nuestro juicio, como un gato que solo quiere comer y dormir, como el vuelo del cuervo que se interesa por un despojo.

+ Vuelvo a Paul Weller. Este regreso pertenece a un recorrido circular que se relaciona con el estado de ánimo y con las tendencias a la tristeza, a la alegría y la serenidad. Cuando elegí el emblema, ¿busca algo, algo concreto?, me pregunto. Las guitarras son el emblema, repito como solución. Paul Weller ha empuñado el instrumento con una inteligencia y una poesía que siempre he envidiado, pero en realidad no era la inteligencia ni la poesía lo que envidiaba sin la presencia y la persona. Ahora me identifico en el momento, con la permanencia de ciertas referencias. No soy yo cuando estoy en la soledad del estudio, es un reflejo de otro que fue y no alcanzo a distinguir. La música fluye y la disolución del olvido hace su tarea.

+ Podría analizar la palabra olvido, equiparar el olvido con un fármaco, recordar aquello de que la felicidad está relacionada con tener mala memoria, podría tratar de retratar momentos y situaciones donde el olvido fue un regalo y el velo que ofreció una suerte de magia para propiciar el encuentro con el dios del instante. Podría llegar hasta este momento que el golpe de la realidad ofrece con precisión la perspectiva exacta de la vida, esa visión deletérea que se disuelve al contacto con el aire. Podría, pero no lo haré. Hoy no.

+  "Pour bien cuisiner, il faut de bons ingrédients, un palais, du cœur et des amis." Pierre Perret.

+ Oigo la canción de Los Enemigos Siete Mil Canciones. ¿El futuro? El futuro se ha desvanecido porque el futuro se igualaba a la esperanza. ¿La pandemia? No, todo se disolvió mucho antes. Una gran canción, sin duda.

+ Hoy es sábado. A las nueve y cuarto de la mañana, escucho en la radio pública el programa que semanalmente ofrece la Biblioteca Nacional de España. Habla un conservador de papel sobre la enfermedad del ácido que afecta a los libros posteriores al siglo XIX, en torno a su mitad. Se trata de que la elaboración del papel con celulosa arbórea lleva consigo la destrucción del mismo, porque hay una degradación de las moléculas que terminará por convertir este papel en un polvo amarillento (un proceso que se puede apreciar en el mismo amarillear de las páginas de los libros que atesoramos). Por lo tanto, todos estos libros que componen nuestras bibliotecas están condenados a una pronta extinción (por otra parte, ¿qué hay que no esté condenado a su desaparición?, ¿hay algo que se resista a la caducidad?). Tomo nota, mentalmente tomo nota. Hacia las doce y media de la mañana, dentro de mi investigación, abro Paradiso y comienzo su lectura, que, en principio, debía ser superficial, lo que se traduce en la visita a las páginas donde se cita a Villamediana, que no son más de dos o tres dentro de una larga novela. Sin embargo, desde tiempo atrás, siempre me he atraído por el título de la novela, la figura de Lezama Lima, por Cuba en sí misma. Son razones que me llevan a creer en la intuición, el olfato libresco y el buen gusto, mi buen gusto ¿se relaciona con la distinción o con una capacidad estética?

+vNo puedo dejar de maravillarme y unir Paradiso a  la afirmación del conservador de la BN. ¿En qué punto toda caducidad se une a la belleza, a su inasible verdad, ese rasgo de difícil o imposible concreción? La obra de Lezama Lima es una portentosa maquinaria que trastoca el filo de lo diario. No resulta fácil que esta ampulosa visión no se traslade a la vida cotidiana, ordinaria. El papel y su muerte, Lezama Lima, el sábado como artilugio para la lectura. Compases de la misma canción. Todavía no llueve.

+ Domingo: llueve intermitentemente, la tormenta ensombrece el paisaje, llueve y hay un ritmo soterrado en la lluvia. Domingo. Los gatos están tristes, llueve y la lluvia no les gusta.

+ Imagen: abstracción, 2016.