sábado, 28 de noviembre de 2020

¿Hormigas?

Bicicleta

+ Por fin termino el documental que había comenzado a ver la semana pasada, se trata de Mi vida entre las hormigas, donde el protagonista es el cantante de Los Ilegales Jorge Martínez. No sé si me ha aportado algo, salvo una amarga sensación biográfica en relación con las drogas, el alcohol y las malas compañías. Algo lejano y nada memorable, sumido en el olvido pero con su garra afilada de presencia en ciertas acciones y actitudes. Vi reflejos del pasado en las declaraciones del cantante y de sus compañeros de escenario, en su manera de juzgar la realidad y de constituir un esquema moral, en la atribulada sensación de violencia y escapismo, ese medianía de una clase burguesa de provincias donde sus hijos están hartos de incorporarse el nicho laboral que se ha previsto para ellos y eligen ser ese Rimbaud portátil: un tanto atribulado, un tanto violento, con su inteligencia sumergida en alcohol y la ambición abotargada por el estilo, sumidos en la niebla triste de las tardes de domingo y las calles principales desiertas y melancólicas. Todo es pasado y ya no pesa, se olvida. Lo que se dice no me afecta, aunque me cause una cierta tristeza, casi agradable, casi imperceptible. Cuánto olvido es necesario para alcanzar la tranquilidad.

+ Viernes, viernes luminoso. Comienzo, como todos los días, con mi carrera de tres kilómetros, una ducha y el café recién hecho: aromático, negro, muy negro, vigoroso, energético, amargo, caliente, vehemente. Antes de la carrera, desayuné y repasé las novedades que me ofrece Twitter. Comienza el día y siento, me digo al cerrar el teléfono, el siglo XXI en la piel, con intensidad, la intensidad propia de una persona que, a conciencia, pertenece al segundo tercio del siglo XX. Suena en el reproductor en línea una extensa selección piezas para piano de Maurice Ravel. La música es música en línea, luce el sol y tengo mis dudas sobre algunas certezas extendidas. Acabo de ver en un twit un vídeo de un parlamentario que ensalza las bondades del comunismo y afirma que todo aquel que equipara comunismo y nazismo es porque es un fascista. No sé, me parece un pobre argumento aunque retóricamente su materialización resulta efectiva; se ve claramente que domina la escena, más que los hechos importa el envoltorio de la elocutio, vibra su convicción y la firmeza de su voz, los ejemplos que contraponen al buen comunistas con el malvado fascista son enternecedores, y en el olvido quedan crímenes sobre los que no cabe discusión. Me parece sospechoso, el comunismo me parece sospechoso, y también me lo parece la extrema derecha, los terroristas;  siniestros hombres que creen que el asesinato es una vía válida para alcanzar el paraíso. Esto no implica que abrace el liberalismo, ni el fascismo, ni la extrema derecha ni la moderada; sin embargo, esa idea de conmigo o contra mí flota en este discurso como también flota en la parte contraria. A lo que me lleva esta reflexión matutina es a mi alejamiento de la clase política, de sus artes, de estas y aquellas batallas dialécticas bajo las cuales, ajenos, estamos los ciudadanos; es algo que me lleva a saberme en al margen, en la duda, en la crítica. Suena Ravel y ahí me quedo durante un momento, un sobro de café y sé que debo regresar a mi investigación. La mañana luminosa de este viernes de noviembre es un regalo, sin duda, un magnífico regalo.

+ Hay una serie de temas que están la recámara. Van desde el carácter epigonal de la narrativa y el ensayo en la actualidad hasta la razón de la ciencia en el imaginario popular, con una sociología solapada que impide discernir lo que es opinión fundada de explicaciones para el momento que se guían por el ego y la oportunidad. Pero los temas quedan ahí, en la recámara, a la espera de un tiempo mejor, a que yo termine de ordenar mi biblioteca en su nueva ubicación. Qué trabajo, qué enseñanza este enfrentarse al que fui en el pasado y al que soy en este momento; qué variable resulta la persona, que inestables los gustos, pero qué guías definen una trayectoria. Como leía en tiempo no tan lejano en un libro de un filósofo del que ahora no recuerdo el nombre, el comienzo de una vida no se puede narrar hasta que la persona ha fallecido porque sin el relato cerrado la explicación no es posible. Así estoy, entre temas posibles y las tareas de este mi canon personal que se resume en el orden y escrutinio de mi biblioteca, con el expurgo necesario.

+ El filósofo es José Luis Pardo y el libro La regla del juego. Sobre la dificultad de aprender filosofía. Vale.

+ Temas en la recámara para las próximas semanas; al menos es lo que espero.

+ Imagen: en mi indagación sobre los emblemas me encuentro con la posiblidad de la bicicleta, como relación entre lo uno y la identidad. Vale.