sábado, 25 de julio de 2020

Nostalgia del invierno

Tarde

Hojas

Noche

+ El viernes a última hora de la tarde, cuando un velo anaranjado recubre el paisaje y el calor no cesa, es entonces, en este momento, cuando disparo mi pequeño teléfono móvil sobre la ría, que más que ría se diría lago. Ese engaño que la fotografía me permite revela una ausencia en el recorte sobre lo real, en su inmensa amplitud falta la realidad y nunca podrá estar contenida en el disparo porque ella no se deja atrapara, la cámara esa capacidad no la tiene. ¿Las palabras? Las palabras y su orden o desorden, sí. Y ahí está la miseria  de la fotografía y, también, su grandeza. No es tiempo de detenerse con evaporadas reflexiones y continúo con mi trabajo, con las inspecciones y las fotografías que dan idea del estado de algunas obras, las pequeñas obras de fábrica. El trabajo y las fotografías que forman parte de él establecen un ámbito para clasificar y como toda taxonomía desvela profundas y dormidas características: la unidad, en ensamblaje, la distancia, la ruptura, la desigualdad […]. El calor aprieta y necesito beber agua, el agua aporta un grado de verdad que no se puede soslayar. Fotos, acotaciones de lo real que lo deforman en función de nuestros intereses. Envío la foto de la ría a tres personas y a un grupo, vuelan con rapidez y me puedo preguntar por las impresiones que la foto ha despertar o por la indiferencia, cualquiera de las dos, la presencia o la ausencia, tienen su propio significado, que, evanescentemente, a mí se me escapa ya, porque ya la foto no es mía sino de la más absoluta nada. La vibrante red de redes.

+ Las vidas leídas (bien en libros, en revistas o en periódicos, bien en la red) parecen funcionar a modo de ejemplos, como guías para tener una idea moral de la vida en toda la variedad inasible de momentos y oportunidades. Hoy pongo en el reproductor en línea, una vez más, Gaspar de la nuit, Ondine, lo interpreta Ivo Pogorelich. Busco al interprete en la red y ésta me arroja que estuvo casado con su profesora de piano durante dieciséis años, una mujer notablemente mayor que él, cierro la página. La posibilidad del amor más allá de las barreras que impone la edad u otras condiciones se transmite en forma de cuento fantástico en una página a la que llego mediante una foto del matrimonio. Hay una verdad incuestionable que no se alcanza a entender mediante los resortes de la reproducción porque el amor se eleva sobre esta magestuosamente, con la autoridad que concede lo construido sobre la roca. La esposa murió y el pianista se sumió en el silencio, acosado, él también, cómo no, por enfermedades dolorosas y persistentes. No hay moraleja, solo la imagen del triunfo del amor contra lo arbitrario biológico. Este es el emblema para este lunes: el pianista y su profesora, el amor y el envejecimiento y la muerte.

+ Franz Schubert Quinteto de cuerda en Do Mayor D. 956. Mientras conduzco suena la obra mencionada, me fijo con particular atención en el equilibrio entre los dos violonchelos, en su amplitud y lirismo. Las palabras no pueden recoger lo que transmiten los encajes entre los cinco instrumentos: los violines, los chelos y la viola. El paisaje se ve engrandecido y retorna otro mundo, un país sin determinaciones, una ensoñación más propia de un dilectante que de un trabajador en el filo de su jornada laboral. Son compatibles la obligación, el desplazamiento y un aliento poético en esta hora extraña de la tarde, la última hora de la tarde, que ya casi es noche. Se ensambla la perfección armónica con el recorte que los eucaliptos trazan sobre el cielo, un cielo que oscila entre el naranja desvaído y un azul lechoso por momentos, profundo al tiempo. Lo fugaz se manifiesta en el desarrollo del tema principal, pero yo me fijo en mi tarea: conducir. La música permite ilusiones que están vedadas a otras manifestaciones artísticas mucho más literales, mucho más tangibles. Es en esa abstracción donde me detengo y la música cesa. La jornada ha terminado, ha terminado satisfactoriamente. Schubert se desvanece en el oscuro horizonte. Muere el día.

+ Al hilo de lo anterior, Viaje de invierno. La fuerza de la voz humana es más sugestiva, más intensa, llega al fondo de la percepción una mirada a la posibilidad de una narración, pero desprovista de todo aquello que no es poesía. La poesía como ese reino que instaura tras el romanticismo, la lírica y el dominio y reinado del yo. Las variantes se corresponden con los matices que ofrecen las facetas del día, sus afanes. En ellos descanso y en ellos me elevo. Dejo de escribir para que la música y la palabra se fundan en esta mañana calurosa de julio. Nostalgia del invierno.

+ «La “verdad poética” no necesariamente debe ser referencial. La verdad y la mentira son categorías pertenecientes al ámbito del conocimiento científico, no al de la literatura», cita que resume una cierta idea de Luzán en su Poética, tomado de un artículo de José Checa Beltrán.

+ No puedo leer y escuchar el Viaje de invierno al mismo tiempo, la concentración para las dos actividades es muy exigente y no tengo yo esa capacidad de disgregación. La obligación ahora mismo es la lectura, postergo el Viaje de invierno. El día y sus afanes, el día y las tareas a las que nos obligamos es lo que da sentido a la rutinaria sucesión de los días, a la fluida corriente de hechos y trabajos alcanzados. El día sigue su curso.

+ He comenzado otra vez Justicia para Serbia después de leer las última páginas por segunda vez. Hay algo que me intriga e incomoda, pero que resulta atrayente. El libro tiene un tono al que me siento cercano, pero la duda que plantea es especular: yo también dudo de la tesis del libro, sobre todo cuando me enteré de que P. H. visitó a Milošević en la cárcel. La perplejidad anega la lectura, el resultado se debe esperar y entre una cosa y la otra tomo notas, leves notas, pero condicionadas por lecturas académicas sobre el tema, un tema que quizá no interese tanto, o no interesa una posible y aproximada verdad, un texto que hable de la incoherencia del relato periodístico y la contrapartida en la literatura y en la historia. Son razones que fructifican en el caluroso día de julio y que conducen hacia el desasosiego vespertino: luces marcadas de los pilotos de los coches y motos, el recorte de las montañas contra el cielo que se dirige hacia la profundad oscura de la noche, las parejas que salen a pasear, la quietud de la isla en un lateral de la ría, los cuervos, la intensa luz de un proyector sobre la glorieta, páginas de instrucciones y olvidos meditados. Por un inexplicable sortilegio, desde el Festival de Granada, desde Radio Clásica, en directo, suena el Viaje de invierno, ¿hay una conjunción, una conexión tal vez? Regreso a Justicia para Serbia, mientras la música me traslada a un paisaje nevado e infinito. Me gustaría tener un interlocutor interesado en este mi tema del día [que enraíza años atrás, quizás desde el origen: la proclamación de La guerra de los diez días], pero no lo encuentro, lo busco pero no lo encuentro y sé que ese es el camino hacia la escritura, lo sé y lo rechazo [salvo por estas escuetas notas sin demasiado interés, salvo para mi particular adiestramiento].

+ ¿El tema no es otro que el nacionalismo, en todas sus particulares variantes?

+ Espero con ansia el disco que he encargado a Inglaterra. Viaje de invierno. Tardará unas semanas y la espera tiene algo de erótico, en la ilusión de escuchar cada una de sus partes en los desplazamientos diarios, en las excursiones con C. hacia tres o cuatro puntos de la provincia. Son pequeños placeres, baratos y excelsos.

+ Imagen: como muchas otras veces, la esperanza puesta en la yuxtaposición: la tarde, las hojas de yedra en el inicio del invierno y la noche, la noche en la ciudad, de la que queda constancia mediante el esbozo incierto de las luces de los coches, semáforos y publicidad retroiluminada, conjuntos de selección aleatoria.

sábado, 18 de julio de 2020

El Yo-Observador

Sombra


+ Empiezo a leer Justicia para Serbia. Me gusta el tono narrativo, la parsimonia, el detalle y la conexión con lo cotidiano. No he percibido por el momento nada que me perturbe, pero está tras de mí esa idea que el libro contiene, que pertenece a las noticas previas sobre él. En ello trabajo, yo soy un objeto de observación en el camino hacia el núcleo de la polémica. Lo sé, los Balcanes, sus guerras, la fragmentación de Yugoslavia se ha convertido en un tema, un interés que venía desde muchos años atrás: quizá desde los años noventa, cuando yo percibía el horror mediante el tamiz de la prensa, las televisiones y las fotos. Siempre estuvo en un segundo plano y hace unos días, como ya dije en una entrada anterior, emergieron las sospechas desde un pasado remoto, para mi desarrollo biográfico, muy remoto. Le lectura del libro de P. Handke me inquieta, como si esperase una justificación de la atrocidad. La polémica sobre el genocidio late tras cada página superada, pero debo juzgar por mí mismo, aunque ello lleva alcanzar un estado móvil y ausente, donde solo la lectura puede suplir a la experiencia.

+ Tanteo la lectura de Territorio Comanche de Pérez Reverte. Se trata de tener una idea más allá de lo superficial y tocar lo que ha sido un éxito de ventas es penetrar en la idea general, en la configuración de un contexto que nos atañe como generación pero también como ciudadanos y como hombres. Rechazar lo popular por popular es tan erróneo como tomarlo por válido.

+ Porque el tema en su cumbre no es otro que el nacionalismo. ¿La cuestión europea? Europa también, Europa y su papel, Europa y su misión

+ ¿Tienen importancia las anécdotas frente al discurso de la historia, el discurso que hemos elegido como central en el desarrollo de una investigación, siempre dispuestos a desplazarlo si la necesidad lo exige? La anécdota da color y resulta verosímil, convincente, pero se revela como una trampa para el entendimiento o la construcción del entendimiento. La fuerza del yo lo viví se opone la debilidad del yo lo leí. ¿Qué escogemos, dónde situamos nuestro interés? Con la certeza de la imposibilidad de acierto incuestionable, dejamos las dos posiciones a un lado y continuamos con la lectura pausada y distanciada de todo aquello que entendemos que puede contribuir a la construcción de un teatro móvil. Un contexto y el cuestionamiento del contexto. En este ámbito se incluye el libro de Pérez Reverte, la anécdota como piedra de toque, pero, también, es necesaria su contribución a un estado de cosas. La cuestión permanece y sobre ella se eleva la maldad del ser humano guiada por la codicia, reflejo de la voluntad de reproducción. Ay, ¿podría dejar esto a un lado, el dolor que me causa? No, no puedo, pero confío en que el tránsito por esta senda me hará más viejo, menos crédulo, más centrado en el perfil que adopto desde la lejanía. Quiero recuperar mi posición de observador, la altura del vigía, la necesidad del que olvida que es humano.

+ Estoy leyendo, como ya dije, La fábrica de fronteras. Es sábado, la temperaturas son altas y me encuentro con una cierta nostalgia propia de estos días pandémicos. La nostalgia es el deseo de regresar a la patria, el nostos, pero en mi caso, desconozco dónde está esa mi patria, incluso dudo si ha existido alguna vez. ¿Es el deseo de regresar a una situación anterior, una realidad que no se vea comprometida por el contagio? No lo sé, me he asentado en esta rutina que se ordena en el trabajo por la tarde, en el desenlace vespertino de las tareas programadas, en la llegada a la cama con cansancio, un levantarse relativamente madrugador, la lectura, el estudio, el ejercicio. Toda la salud pasa por la rutina constato, pero una leve enfermedad del alma me acecha. Leve porque sé que la superaré sin mayores consecuencias que un incremento del escepticismo propio del observador, pero con un dolor punzante carente de sentido. La lectura de la Fábrica de fronteras se une a una lista pendiente, que traza una temática sobre las guerras en la ya extinta Yugoslavia, las guerras de los años noventa, pero el asunto rebasa el propio libro y los adyacentes. Recuerdo ahora, mientras escribo en el ordenador y de fondo suena un archivo continuo con oleaje, la visita al campo de concentración de Sachsenhausen, hace casi dos años; en esta línea se sitúan estas lecturas, un todo que se alimenta de intuiciones y tanteos, que, yo creo, se dirigen por un camino correcto, hacia la determinación del mal. El mal, qué palabra, pero con una correlación que no se puede omitir. El ansia y la codicia, el odio y la crueldad, la vulgaridad y la estupidez. Todo ello se une y nos arroja a un abismo insondable. La lectura es poca cosa si se compara con la urgencia de lo real, de la multiplicidad de lo real, pero otra cosa no tenemos, otras experiencias no alcanzamos. A veces la lectura se me asemeja a la oración. En ello estoy. Vale.

+ Mirroirs de Ravel, en la mañana del lunes. Comienza a subir la temperatura. Tras las elecciones siento ese asombro ante las declaraciones de los políticos y ante las opiniones de los periodistas. Me siento más cómodo en la distancia que la historia otorga. No veo sentido a las explicaciones, salvo que medie la separación de los hechos que el paso del tiempo da. Me envían un análisis del porqué de los éxitos y los fracasos, lo dejo a un lado. Sigue el desarrollo de los espejos. Otra vez, me quedo en el lado de los observadores y no sé si he participado del proceso o no. Sigo con la investigación, continúo con las lecturas al margen, dejo que la mañana consolide mi tendencia a la inacción. ¿Soy culpable? ¿Se trata de la culpa y la inocencia, o es, más bien, un problema de insatisfacción congénita?

+ ¿He encontrado una traducción para flamboyant? ¿Bombastíco? Encontramos la palabra C. y yo el sábado pasado en Caminha, en una valla publicitaria. Le di vueltas y al llegar a casa la busqué en el diccionario español [tantas coincidencias insospechadas hay]. [Drae] Bombástico= adj. Dicho del lenguaje: Hinchado, campanudo o grandilocuente, sobre todo cuando la ocasión no lo justifica. No se corresponde con exactitud, porque yo creo que ese matiz peyorativo en inglés no lo hay, tampoco en francés, porque su campo semántica se inclina hacia lo llamativo, colorista, extravagante; sin embargo, veo un punto de conexión entre lo uno y lo otro. En portugués sí aparece la acepción extravagante, que se remite al estilo ampuloso del médico suizo Bombast von Hohenheim, es decir: Paracelso; a ello se suma: pomposo, estilo oscuro, estruendoso [en el Diccionario da Língua Portuguesa, Porto, Porto editoria, 1998, 8ª ed.].

+ Acabo de terminar mis ejercicios físicos diarios. El deporte es una medicina, sin duda. Tras la ducha, después de dos llamadas telefónicas de trabajo, con la comida en la mesa a punto, veo la vida de otra manera. Necesito las rutinas, necesito el ejercicio. Tengo presente a Fr. Luis de León en la cárcel vallisoletana, sus lecturas y sus apuntes; un espejo en el que mirarse. No hay lugar para la queja.

+ Ayer quería leer antes de dormir, pero resultó imposible, el sueño me venció. Pesadamente caí, un pozo profundo que conducía a una claridad límpida, de prados y arroyos, fuentes y pájaros cantores. El Renacimiento, la flor esmaltada, la trama de los trabajos y los días. El sueño es un resumen de lo vivido, una digestión que se resuelve en el expulsar lo tóxico. Soñé con el Ogro en dos ocasiones pero su rostro había desaparecido, una cabeza donde los rasgos ya no estaban: un difuminado tan pictórico como inquietante. Salí de aquella trampa y regresé al locus amoenus y la conjunción de la música y el paisaje iluminaron el descanso. Hoy es miércoles y el tema de la guerra y el nacionalismo está enfrente de mí, en la estantería, deberá esperar al fin de semana, poco falta.

+ Imagen: la sombra, son mis manos, es mi pequeña cámara, pero ya no soy yo .

sábado, 11 de julio de 2020

La Cara Oculta

Lo cotidiano quedradizo


+ Bresson-Kertész, el ejercicio se retoma por la vía de la inversión. ¿Qué nos disgusta de ambos fotógrafos?

+ No he escrito nada sobre el binomio B-K, pero permanece presente a lo largo del día. Reflexiono mientras conduzco. Trato de lleva a cabo eso que se denomina disparar sin cámara, tan engañoso [pues hacer fotos está mucho más alejado de la falsa impresión que otorga ver algo y creer que plasmarlo es tan sólo un disparo, pues lo falso radica en la ausencia esa intuición o puntería certera, un instante que marca la diferencia]. En eso estoy cuando me desplazo hacia el tajo, no es un pensamiento que se establezca de una manera constante, pero sí con un cierto ritmo intermitente. Ritmo, la clave de lo diario, que se pude llamar también rutina. Lo cotidiano y la rutina y el rescate del instante preciso: ahí está la grandeza de las fotos. Mi reflexión llega a ese punto de apartar lo estético y dejarse llevar por lo taxonómico: qué importan los criterios de belleza si lo que nos interesa es clasificar las fotos de los aficionados, ver en ella el reflejo de una época en su propio y triunfal momento. El binomio B-K es ya arqueología y seguir esa senda en adentrarse en el pastiche; independientemente de la influencia que hayan podido tener, hoy están en la sala del museo con la etiqueta siglo xx, y nosotros ya estamos en el xxi, donde las imágenes son plenamente digitales contra esas imágenes donde la química es perceptible y condicionante. Los puntos de unión y de separación entre ambos fotógrafos se manifiestan en un plano temporal que es historia de la fotografía. Me gusta ese mundo perdido y sin existencia fuera del libro, el enmarcado o el museo. En ello me centro, lo que hoy vemos como actual habrá de sumarse en esos compartimentos, como la rejilla donde se van depositando los minerales, las plantas o la mariposas; un hueco perfecto en la exposición que muestra el discurrir temporal. Hoy las fotos de B-K son imposibles, a no ser que se hagan por contraposición o inversión del momento presente.

+ La radio del coche del trabajo se estropea y debo transitar las carreteras con la única compañía del rumor del motor. En un primer momento resulta desagradable, dada mi costumbre de escuchar Radio Clásica, pero conforme se asienta la circunstancia hay algo que crece: el silencio y mi respiración. Se une lo uno a lo otro y forma un arco que va desde el paisaje hasta la reflexión sobre los últimos tiempos, el tiempo del Ogro. Lo he dibujado con precisión mientras las montañas permanecen serenamente lejanas, las nubes se elevan y un ave rapiña se confunde con el vuelo de las hojas de algún roble. Su rostro hinchado, su voz marcadamente estentórea, el atuendo cuidado y pasado de moda, que revierte en una concepción de la vida muy desagradable: el macho que se afirma contra las mujeres, contra la totalidad de las mujeres, pues él a pesar de los pesares es superior y no puede tolerar indisciplinas. Hoy es una sombra en el pasado, un monstruo que se hunde en el cieno, pero ha causado mucho daño y todavía vibra su maldad en los sueños de C. Su disolución en la niebla del olvido nos hará mejores, lo sé pero todavía hay que esperar. El viernes me arreglaron la radio y regresó la música: largas sesiones de música española, entre la zarzuela y el piano. Sin noticias del Ogro.

+ Lo que nos disgusta de B-K no son sus fotos, que nos agradan, sino la estela: enmarcados cursis, portadas de libros, imágenes para campañas publicitarias. Algo similar sucede con la música, con qué violencia han destrozado a Vivaldi las campañas publicitarias, dónde han roto su unidad para utilizar espuriamente el fragmento adecuado a la clip. B-K son inmortales porque están muertos, porque se han fosilizado y transmiten una idea se sensibilidad y anestesia propia de los tiempos de la hipervelocidad y el tubocapitalismo, donde la finalidad del comercio filtra lo que en otro tiempo fue vida y celebración de la vida, bien con serenidad, bien con recogimiento. Todo muere; el tiempo, el gran tirano.

+ «Los acontecimientos más grandes - no son nuestras horas más estruendosas, sino las más silenciosas», Nietzsche, Así habló Zaratustra, «De los grandes acontecimientos»

+ El rumor de la guerra. Es otro tema que se abre o que lleva abierto desde hace tiempo. NO sé mucho sobre las guerras de la antigua Yugoslavia en los años noventa, poca cosa. Casi sin saber por qué se ha convertido en un tema necesario, pero tiene un arranque, sin duda tiene un arranque. Hace unos días, mientras conducía, en la radio entrevistaban a Gervasio Sánchez. Detuve el coche y comencé a escucharlo con atención. Lo sé, ese interés estaba dormido y se despertó sobresaltado. El relato resulta estremecedor, recordé lo lejana que me parecían aquellas guerras, las preocupaciones laborales nuestras del momento, la resaca de la Barcelona Olímpica, éramos un país en la modernidad. Hoy ya no estoy tan seguro. Sé que los acontecimientos históricos es mejor verlos bajo el prisma del historiador, pasado el tiempo, cuando ya a nadie le interesan y esa ganancia que se obtiene tiene un cambio ventajoso sobre el espesor indefinido del presente. La construcción de relatos tiene sus reglas y uno se debe adiestrar para descubrir quién las infringe. En eso estoy. Hoy, sin mucha gana, he cogido en la biblioteca, después de devolver el libro de Cristina Morales, Lectura fácil, Justicia para Serbia de P. Handke. También espero La fábrica de las fronteras: Guerras de Secesión yugoslavas de Francisco Veiga Rodríguez. Se construye, se trabaja, se desmonta y nunca se llega a tener una idea en su perfección, sino esbozos que nos ayudan a dudar, que es lo que permanece: la duda.

+ Así, el ejercicio se ha detenido Bresson-Kertész, pero queda en el aire una foto de Bresson que realizó durante los tumultos del mayo del 68. Una paisaje, unos árboles colocados con maestría en el encuadre, el blanco y negro, la majestad de los mismos árboles, ajenos a los vaivenes de la historias, al ir y venir de los humanos afanes. ¿Daba cuenta de la revolución aquel disponerse aquellos árboles? Ahora estoy en otro mundo, en otro espacio de crueldad y odio, de nacionalismo y barbarie. Los árboles permanecen en su jerarquía, en su dignidad, yo sigo el camino del esbozo y la improvisación, pero llego a la meta, intento llegar a la meta. Hoy cierro el ordenador con la inquietante certeza del guerra y la barbarie, el genocidio, el sombrío relato de los hechos y su doble, que habita entre nosotros: el mal.

+ Un inicio, simplemente: un incipit.

+ Imagen: un recorte de una foto, se marca el pixel, se matizan las figuras, que no se identifican, que no es posible identificar: ¿son dos mujeres o es una mujer y un maniquí, son dos maniquís? En resumen: todo está a punto de quebrarse, pero no se quiebra y permaneceen  una estática serenidad que solo es posible en el ámbito de lo fotográfico.

sábado, 4 de julio de 2020

Estilo frío


Estilo frío = aquel que carece de expresiones que interesen al lector, como que nace de la esterilidad del autor. (Prontuario de retórica y poética, extractado de los mejores autores nacionales y extranjeros por un antiguo profesor de estos ramos, 1839).

+ Ejercicio de estilo = Redacción: ¿en qué se parecen y se diferencian las fotos de Bresson y Kertész?

+ Un nuevo tema, la novela Lectura fácil de Cristina Morales. Y cita la autora a García-Calvo: «Y dejar de hablar de la Realidad con mayúscula y pasar a hablar de la realidad en minúscula.» Luego yo atrapo una cita de su novela: «la ideología de la retórica, la del dominio a través del discurso.» Una suma de indicios se concentra en el vértice de la mañana, cuando recibo una llamada que termina por desconcentrarme y como un martillo se repite la cita: retórica-discurso-dominio-discurso. Los cuatro puntos cardinales del día, y entre ellos disputa la batalle dialéctica. No hay margen para la negociación, pero la negociación, en un segundo plano, condiciona el diálogo. Yo no voy a ceder, pero escucho pacientemente y termino con un no rotundo, sin posibilidad de respuesta. No me gusta, pero la contundente negativa es necesaria, no hay margen. El espesor del discurso de la novela de C.M. y la conversación gira sobre sí misma para regresar al punto de partida.

+ Hay un deseo patente de estar en un mundo nuevo post-pandémico, pero esto resulta tan discutible como lejano. La pandemia no ha pasado ni nos dejará nunca. Se ha convertido en un motivo periodístico, hasta que decrezca o se diluya totalmente su interés. Conozco bien su articulación: un punto fijo, la búsqueda de referentes y la obsesión, la reiteración y el aburrimiento. Son los asuntos que encauza el periodismo y se reproducen en la calle, parecen responder a un deseo y crean una realidad, al menos una tendencia que no termina de cuajar y se desvanece. Todo ello lo veremos al cabo de cinco años y con cierta distancia quizá podamos evaluar qué ha pasado, a qué ha dado lugar la nueva situación, si es que hay tal nueva situación. Los pronósticos por su propia naturaleza tienen al error, los diagnósticos sobre el presente desde el presente siguen el mismo camino.

+ Puntos de conexión: el ejercicio de estilo Bresson-Kertész. [Notas] 1. Ambos son hombres blancos que hacen fotos en blanco y negro. 2. Ambos fundan una estética que llega hasta nuestros días y tiene gran predicamento en ese género que es el suplemento dominical. Podríamos seguir contando obvias regularidades en ambos fotógrafos, la suma de todas nos daría algo muy próximo a lo tópico, lo que podemos esperar y no nos molesta. Creo, sin duda, que a día de hoy las fotos en blanco y negro son una manera de falsear la realidad. Desde este presupuesto veo las fotos, tan estilizadas como alejadas de la idea de siglo que tengo ahora mismo (por el influjo de novelas de lectura en curso como por visitas a lugares de la red que me muestran un camino que quizá no se llegue a culminar).

+ «…la diferencia entre un culebrón de sobremesa y Madame Bovary está en el genio de Flaubert, en cómo nos cuenta esa historia». Silvia Querini, editora. Ya lo sabíamos pero la cita hoy nos lo ha recordado, la diferencia es Flaubert. SIn duda. ¿El autor, su sombra, su maestría o la conjunción de un haz de necesidades narrativas?

+ Llegó la nitidez extrema: el coche del trabajo se queda sin radio, el silencio sumado al rumor o zumbido del motor resalta la calidad aérea de la ruta. Pienso en la palabra cliente y luego la busco en diccionario: proviene de cliens, -entis = vasallo. Los Ogros se han transformado en El Tío Miserias y la Tía Vinagre, por ensalmo. Los personajes sufren una metamorfosis pero el principio rector se mantiene. Los Ogros se han descompuesto, Los Ogros son parte del pasado, una vez saldada su deuda. Lo nítido se impone sobre la niebla. Muere el día, nace la noche.

+ Imagen: la imagen se relaciona con el punto donde hablo muy por encima del ejercicio de estilo Bresson-Kertész. Lo mío es el color, con un teléfono móvil y el motivo un garaje, en tanto que no-lugar. Busqué intencionadamente una composición armoniosa y un reflejo en el espejo curvado que no retratase al fotógrafo (es decir, a mí mismo en mi mismidad fotográfica). El resultado a la vista está: desentenderme de las fotos como portadoras de belleza y dejarme llevar a la foto como registro biográfico muy tenue [todos los días voy al garaje y en él me veo retratado, el reflejo en su particular geometría, en sus colores y en la sugerente acumulación de suciedades que trazan el tránsito diario]. ¿Dónde está el punto de conexión? También yo caigo en este individualismo vanidoso que es el disparo, una sola persona ve y ofrece, pero, también, el camino es el mismo: el desvanecimiento, la disolución. En pocas palabras: estilo frío.