sábado, 6 de junio de 2020

Ars longa, vita brevis

Burdeos


+ Al hilo con la declarada deuda con la obra de Paul B. Preciado en la entrada de la semana anterior, constato la acumulación de libros y el escaso tiempo del que dispongo. Pero eso es una obviedad que me lleve a plantearme un problema más auténtico: ¿no es, acaso, la lectura un suerte de fuga o un escondite, un sustituto o un sucedáneo de la vida verdadera (qué adjetivo)? La vida nunca deja de ser una construcción, consciente o inconsciente, programada o espontánea, y en ella se posibilita mediante la certeza y la determinación. La vida es breve, muy breve, y la tarea [porque la tarea es arte y el arte es tarea, sea cual sea su manifestación], esto ni es triste, ni invita a la felicidad, simplemente manifiesta nuestra naturaleza

+ Más o menos, con dos días de retraso, yo nací cien años después que Erik Satie. ¿Explica algo este dato? El asunto no creo que se trate de explicaciones, sino de una elección de balizas en la lírica de lo diario. En lugar de comportamientos agonístas, he buscado un punto de acuerdo, que me caracteriza. En este sentido, Erik Satie juega un papel ligado a ensoñaciones infantiles, que se resuelven en proyectos de viajes, vidas fantásticas o novelas nunca escritas que hunden sus raíces en Julio Verne, Oscar Wilde o en un tardío y decadente Marqués de Bradomín, en su Sonata de otoño. Creo que estas elecciones y en este ámbito entra E.S, la coincidencia de su nacimiento con la fecha del mío es una baliza más, una señal que indica lo que yo quiero que indique. Finalmente, recuerdo la calle de Honfleur, el paseo, las gallinas decorativas que compró C. para ella y para su prima. Algo quedó palpitando, que se resuelve en la música que ahora adorna mi estudio. Gymnopédies.

+ Alguien se pregunta: «¿quién es digno de tener una vida?». En su literalidad induce a un debate, en la realidad de la boutade nos remite a la posibilidad de una biografía. La biografía como construcción narrativa es un género que nos caracteriza particularmente, al biógrafo, al biografiado y al lector de la biografía. Nunca deja de ser la biografía una suerte de esqueje de las vidas de santos, con sus particulares configuraciones: la mala vida, la conversión, los milagros, el ascenso a los cielos.

+ No soporto las versiones jazz de la obra de Bach, me ponen especialmente nervioso: ¿vergüenza ajena? No creo que sea el término adecuado, pero sí está en esa línea.

+ Constructores de violines que nos revelan sus secretos, pero ¿cuáles son sus secretos, cuál es su secreto? El pensamiento vuela en sus palabras con liberada prontitud. Su reflejo en lo diario es extraño. Certezas y habilidades. La destreza en la expresión se materializa siempre que la temática se domina, cuando no resulta ser  así algo se transparenta, esa incapacidad para trenzar el fluir discursivo. No puedo dejar de comparar las palabras del luthier con lo que ayer oía en la radio sobre economía, crisis y empleo. El dominio sobre lo expresado y el vacío de la improvisación. El secreto es la unión entre vida y trabajo, la tarea y su resultado. Indudablemente, esto es posible porque todo ello se desarrolla en un claustro extremadamente impenetrable: la música culta, la construcción de sus instrumentos, la relación entre el constructor y el músico, que este último ignora también los arcanos del constructor. Pero, con todo, resulta tangible, pues su conversación y sus palabras resaltan un trabajo que resiste nuestra mirada.  En el otro extremo, la predicción y la mancia, hábilmente expuesta, pero discutible y lejana.

+ Imagen: las sombras de los árboles sobre el río, el fluir y la inconsistencia de la sombra. Burdeos.