sábado, 19 de enero de 2019
Política (-s)
+ En el coche, camino al trabajo, intentamos definir qué es la política en relación con las crónicas que establecen el periodismo y la historia, como si hubiese un hilo común entre las tres disciplinas, que parece bifurcarse o formar, quizá, un triángulo. La vocación de comentarista se manifiesta en nuestras palabras con cierta vehemencia contenida, pero hay un hueco que no se puede salvar: nuestra condición laboral. Esto determina nuestras opiniones, o yo así lo quiero [algo común a todas las personas ya que nadie opina fuera de su yo, de su propio contexto y de sus intereses individuales o de grupo]. Una pausa. La estrategia, la táctica y la verdad; no son solo palabras. Pero hay operarios [antes llamados obreros] que votan a la derecha o a la extrema derecha y profesionales liberales que votan a los comunistas. ¿Votan en contra sus intereses? La psicología es algo que debe ser tenido en el análisis del voto, y yo no sé, pues mi ignorancia es vasta, si se tiene en cuenta. Bien, regreso a nuestro viaje diario, los desplazamientos de los commuters, nuestras opiniones son opiniones y en esta tautología se esconde que en las opiniones hay un río subterráneo que condiciona su objetivo, que marcha y dirige la flecha hacia la diana. ¿Ingresos, estética, psicología? ¿Qué determina la posición política? ¿Periodismo, política e historia? Sí, tres brazos del mismo candelabro. La jornada laboral comienza y por ahí se desagua la conversación. El trabajo y los ingresos ponen a cada cual en su sitio.
+ He comprado Serotonina, pero sigo leyendo Sumisión. Houellebecq, sin duda. Según avanzo más me reafirmo. La capacidad de Houellebecq para retratar nuestro tiempo es asombrosa, por un lado está el detalle pop y por otro la sensación de nausea que invade nuestra superabundancia, esa incapacidad para digerir nuestro bienestar al tiempo que aflora la depresión ante la fragilidad y la vacua sucesión de los días. Sobre todo esto se puede escribir, pero la realidad no se ve modificada y el escritor lo sabe, y avanza con maestría por el mundo que propone, que dibuja con su mejor herramienta: la narración. En el balance final no pesa lo sociológico, lo político o lo económico, sino lo artístico: la indefinible literatura. Así, la narración encaja en una suma de tradiciones, mientras supera a la televisión o al cine porque hay una solución indiscutible: el desastre. El discurso es tan contundente que no hay otra posibilidad de expresión.
+ Con el ejemplar que pertenece a la Biblioteca Pública, Sumisión, me impuesto un trabajo: borrar todos los subrayados a lápiz que emborronan la narración. Me parece que contribuyo a que este mundo sea un mundo mejor.
+ Hoy miércoles he terminado de eliminar los subrayados en el ejemplar de Sumisión de la Biblioteca pública. Hoy el mundo es un lugar un poco mejor.
+ Retomo una cierta lectura de Iser donde se nos dice que la ficción nos comunica algo sobre la realidad; esta comunicación nunca ha de ser explícita, nunca será un manual de instrucciones porque así perdería toda su funcionalidad [que no es, ni mucho menos, su razón de ser]. La máscara es parte del mensaje y en el caso de Sumisión va mucho más allá de la peripecia del relato para alcanzar una cierta idea de la política, sus meandros, afluentes y desembocaduras.
+ [Interiores holandeses donde se bebe vino blanco, calvados o armagnac]. Llego a un cuadro desde la peripecia que supone encontrar la diferencia entre el cognac, el armagnac y el brandy. Sólo me interesan los textos que de ello hablan, no las sensaciones que producen los licores. No me interesa la ebriedad, me interesa las vías y la constitución de la ebriedad. Pero, finalmente, a donde accedo a es a un interior holandés de Pieter de Hooch; durante un rato me fijo con atención en el detalle de los elementos que forman el cuadro, que la pantalla me ofrece, como si me situase ante una escena definitiva y no ante el reflejo de un hecho cotidiano, una escena costumbrista sin mayor implicación. La luz, el mapa en el fondo, la actitud alegre de los hombres, la mujer de espaldas, la otra mujer; el hombre del lateral izquierda tiene dos pipas en sus manos; la mujer ofrece la copa a este hombre [en otro lugar leo que se dispone a beber]; [hago un zoom profundo], la otra mujer sonríe, parece sonreír como si adivinase o conociese ya el desenlace que se aproxima. Podría seguir detallando los elementos del cuadro y llegar a una conclusión o no llegar a ningún sitio, pero lo que me interesa es el proceso de ebriedad, que el cuadro parece manifestarse en el rostro de los hombres y es lo que produce el gesto de la mujer del fondo, la sátira contenida, la sátira que toda ebriedad conlleva. ¿Sátiro o sátira? ¿El filo de lo sexual se refleja en la sonrisa de la mujer del fondo?
+ Bajo archivos que reproducen fotográficamente libros del siglo xviii, me llama la atención como se van solapando ex libris hasta llegar al sello definitivo de la biblioteca, con sus códigos de barras [ya anticuados] y [los actuales, por un momento] códigos QR. Esa historia que se esconde tras las marcas de propiedad [el ex libris y sus arabescos variados] no tiene una correspondencia con nuestro mundo, con nuestra época, donde ya ha desaparecido esa singularidad de la biblioteca burguesa, como elemento dentro del hogar burgués que se debe mostrar como signo, como símbolo, como emblema. Como decoración, también. Ahora, el libro se constituye en algo mucho más sentimental y lo que se muestra en las casas son muros multicolores que apuntan a la sensibilidad del propietario, o a la labor de acumulación de años de estudio universitario. ¿Existen todavía los ex libris? Supongo que sí, pero más como una arqueología que como elemento vivo, supongo yo que han de pertenecer a personas que tienen gustos un tanto anticuados: fumar en pipa, coleccionar sellos, llevar un proyecto tal que hacer fotos de los autobuses que ven en las ciudades que visitan [esto último no es una invención mía, en una ocasión oí la historia de un señor que hacía estas cosas: disparaba, imprimía y distribuía las fotos de los autobuses en álbumes de considerables dimensiones]. Bien, el ex libris forma parte del pasado, debemos admitirlo ya; pero su estela en el archivo permanece y eso me hace pensar en todo lo que hoy es muy moderno mañana no lo será, porque en la misma palabra moderno está su condena: moderno no deja de ser el modo de lo de hoy [modiernus = reciente]. En fin, el domingo se acaba y yo termino de escribir esta breve nota sobre los libros y las señales que indican la propiedad de los mismos, sobre su perenne declive y el color de los lomos: antes oscuros y pardos, ahora multicolores y optimistas. Así somos, creo ver y cierro el procesador de textos.
+ Palabra de la semana: colmatar. Tal vez, la acumulación de sedimentos, tal vez cuando un terreno pierde su porosidad. No estoy muy seguro; y creo que es más productivo no buscar en el diccionario y jugar con las posibles definiciones [finalmente iré al diccionario o a un libro técnico] por el simple placer de la palabra, del concepto y su amplitud. La semana se recubre con la posibilidad conceptual: la perdida de porosidad y, por lo tanto, la elasticidad.
+ Y dice Whinnom: «la literatura es claramente una patología, un producto como el foie-gras, el almizcle o las perlas». Poco antes W. había comparado la mitología con lo que podemos leer en las revistas del corazón, cine o política. Debería desarrollar ambas ideas y ver cómo las puedo encuadrar en mi contexto y en mis visiones, en mis lecturas, pero no es momento [aunque no lo descarto en el futuro]. Me parecen dos apreciaciones muy acertadas, acertadas en extremo y en un sentido con el que coincido. En el corazón del estudio de la literatura y el lenguaje, en el universo pop que nos define, que especialmente me define.
+ Entiendo, según alcanzo el final de Sumisión, que la cuestión islámica no es absolutamente relevante, teniendo una importancia central, más bien se constituye como un elemento de un paradigma; es decir, resulta intercambiable. El tema, aunque sea obvio, resulta ser la política y la posibilidad, lo contingente. Podemos llegar a ver extrañas y peligrosas acciones o alianzas, traiciones, lealtades súbitas o cesiones inexplicables con tal de alcanzar el poder o mantenerlo. El tema es cómo esta acomodación del poder va modelando la sociedad, las instituciones, los individuos; no es el credo musulmán, que también, sino cualquier credo en función de los intereses personales: católicos, nacionalistas, comunistas, socialistas, liberales (...) La vertebración de la política. Lo sé; pero tampoco es el tema de la novela porque como todo obra de arte de altura su núcleo, su principio rector resulta ser la fusión entre fondo y forma [si es que fuesen disociables, pero es muy cierto que cuando la forma es demasiado evidente, algo no funciona].
+ Imagen: foto en Madrid, La Taranta; por la tendencia, mi tendencia a la abstracción: el seductor rojo.
