sábado, 5 de enero de 2019

Nunca volveré a Londres




+ Bad Gyal, Más raro. Un vídeo que se localiza en Londres, con mayor precisión: en el Norte de Londres [puedo ver una parada de autobús y encuentro el barrio en el mapa en línea]. Londres y sus infinitas caras. Nunca volveré a Londres, me dijo alguien y no terminé de entender la sentencia porque, lo sé, desconozco la clave para llegar a un significado oculto, al menos eso se pretende cuando tal cosa se expresa. No indagué, no pregunté. Los significados y los sentidos.

+ Hoy es el último día del año, leo y escribo. He visto algunos vídeos en la red sobre las bondades del liberalismo [del anarco-capitalismo, mejor: un por más allá], leí sobre los peligros de la tecnología, me asomé a la venta y vi a la gente pasar ajetreada. Pienso en sus vidas y en el gobierno de sus personas. Las personalidades y sus fosas insondables. Cada persona tiene su novela, una narración, un desarrollo particular. Pienso en mis ideas sobre el determinismo, que no terminan de cuajar. Hablamos C. y yo sobre ello el otro día en una cafetería al borde del mar [música electrónica, luz mediada, parejas jóvenes con hijos]. Recordé, una vez más, la cita de Heráclito de Éfeso: Heráclito el oscuro, el carácter es el destino. La cita me ayuda a explicar muchas cosas. No sé, ¿no es posible el cambio? No lo creo, hay una posibilidad de mejora, pero el principio rector se mantiene. Sobre ese principio rector se construye la biografía. No discutía, se trataba de exponer las dudas que me asaltan, porque creo que todos tenemos derecho a rectificar y que aquél que fuimos hace diez años no debe condicionar el somos hoy [esto tiene relación con el arrepentimiento y la conciencia; el dolor que a lo largo de los años percute sin descanso, cuando todo parece ya olvidado]. C. me escuchó atentamente y sentenció con sabiduría que siempre hay una posibilidad de salvación, siempre podemos ante un dilema ético tomar la decisión adecuada o la inadecuada, algo que nos aleja radicalmente de los animales. Hoy es el último día del año y veo que estoy conforme.

+ La personalidad del catedrático anarco-capitalista se opone a la personalidad del poeta. Si son así, es porque no hay otra posibilidad. Biología, contexto, tendencias. Bien cierto es que los factores ambientales contribuyen en la configuración, pero esto también determina. ¿Es posible una conversión artística, una inversión de sus valores: del turbo capitalismo a la bohemia; y al contrario: del verso al asiento contable? Ambas posibilidades han coexistido en algunos hombres, sin llegar a ser contradictorias; porque las posibilidades son muchas, muchísimas. Me quedo con el poeta que con el catedrático que viaja en Bentley con chofer y predica las bondades de eliminar el estado mientras trabaja en una universidad pública.

+ Me he hecho un marcapáginas con el recorte de la publicidad de una tienda vintage de Madrid, situada en la calle Atocha. En el recorte se ve a un chico con la barba cerrada, una camisa floreada y la actitud previa a la asistencia a la galería de arte o a la noche eterna; también se ve a una chica: camiseta de baloncesto que deja ver su costado libre de sujetador, el dibujo del inicio de su pecho izquierdo, su cara es seria y sus labios son de un rouge intenso y retador, la melena abundante, espesa, pelirroja. Me gusta llegar a ese libro [El acto de leer, Iser], entre otras razones, razones de mayor peso, por ver a los dos jóvenes, porque los dos jóvenes me recuerdan Madrid en una dirección, una entre muchas. Aprendo en cada viaje lo que olvidé en el anterior, así se crea un poso. A este poso acuden las dos figuras, como elementos de una narración. Los he visto en plazas, en museos, en nocturnidades varias. En el amor, en la distancia, en el olvido. Me gusta pensar en ellos, en la ciudad y sus ramificaciones, las conexiones que establece el paisaje urbano con los habitantes y los viajeros. Cierro el libro y duermen los dos jóvenes su sueño de papel, es el último día del año y ello conlleva un deslizarse hacia la nostalgia, la nostalgia de lo no vivido.

+ Por momentos leo Hotel, os batidores, de Inês Brasão. La crónica de los hoteles tiene su lírica, sin duda. Me gusta el ejemplo lisboeta, la idea de haber vivido en el escenario estas peripecias e ignorar la trastienda. Yo trabajé en un hotel y sé de que se habla: eso creo pero no estoy totalmente seguro. Me parece adecuado, interesante, un análisis muy del tiempo en el que vivimos: el mundo de las posibilidades infinitas, la información inabarcable, la reunión de oferta y demanda en una misma mano. Los entresijos tras los bastidores me ayudan a alejarme del esfuerzo que supone la lectura pautada, las tareas bajo programación, ese tachar con rotulador rojo lo que se cumple, en negro lo que no se ha culminado. Un pequeño libro, entre el ensayo y la narración, disfruto de la prosa y del idioma. ¿Disfrutar? ¿Esto es la lectura? Aquí me detengo y admito la función, que me lleva a ampliar el conocimiento sobre mí mismo, un conocimiento impermanente, que desagua en el olvido. Somos olvido, pero los hoteles tienen el mineral remedio: la no identidad, que tiene a la permanencia.

+ Me pregunto por la identidad y regreso a Pierre Bourdieu y elijo esa elevación sobre lo real que resulta ser la constitución del campo literario, la elaboración de un panorama social, más allá del arte, pero dentro el arte. El arte. Leer es un arte, termino por afirmar en mi ecléctica estética de la recepción.

+ [Repaso por encima los temas que tratamos en nuestra conversaciones en inglés E. y yo]. Los temas de los ejercicios de conversación son una cartografía del mundo, de un universo particular que no tiene porque tener una correspondencia necesaria con una cierta realidad, a pesar de aproximarse con cierta exactitud a esa misma realidad, a una realidad tangible en su momento, únicamente en su momento: conectada a un tiempo y a un espacio concreto y no intercambiable. La realidad como tal es problemática dada su multipicidad y acercase a ella sólo es posible mediante esquema variables. Eso son los temas sobre los que conversamos [en inglés] E. y yo. Admiro su fluidez y precisión, me ayuda y encuentro un extraño placer en la conversación [a través de la pantalla]. La realidad propuesta es un simulacro que tiene su gracia, me interesa la distancia entre el simulacro y lo posible: donde se eleva el estudio y la improvisación.

+ [Una posible explicación del título de la entrada]. Londres siempre fue para mí un destino entre la magia y la identidad. Una parte de la construcción de mi persona: el idioma, su literatura, la música. Ante todo la música, sobre todo la música. Esa forma de entender la vida que arranca en los años sesenta y alcanza el presente: The Beatles, The Jam, The Smiths. Cito los tres grupos como puntas de lanza de tres tendencia que he observado en mi biografía. Cada uno estos grupos se alinea con un tiempo, un tiempo que no ha de regresar pero que compone el presente. ¿No volveré a Londres? No volveré a Londres, sólo es una frase que se ramifica y se destruye a sí misma, un ejercicio de estilo, una posibilidad por construir: el texto que arraca desde la paradoja. Descanso ahí.

+ Imágenes: a) [foto sobre/contra] Muro, Londres, 8/12/2018 -  b) [captura de] Pantalla, Pierre Bourdieu, ¿1999 / 2019?