sábado, 22 de diciembre de 2018
La soledad en el viaje
+ Me llama la atención cómo tras nuestros viajes hay una estela que se extiende de una manera que semeja indefinida, aunque siempre, siempre termine por morir. Es un hecho palpable en la elección de las fotos que aquí subo. Las veo y su extensión es la extensión de la idea que guió el disparo. Reflexiono sobre mis disparos fotográficos y sobre cómo hay gestos que nos definen, fotos o escrituras. Fotos en este caso, escrituras en este mismo caso. Escrituras del yo, pues otra no es posible. Llegados a un momento, si volvemos la vista hacia atrás, podemos percibir líneas de fuerza que nos retratan: la indolencia, el temor al fracaso, la alegría, la amabilidad, cierta intuición, cierta inocencia. Se suman los elementos y creemos reconocernos, pero nos equivocamos. Ya no somos aquellos que fijaron su vista en motivo, lo seleccionaron, lo recortaron con la ayuda del visor y dispararon [¿disparar?, repito el verbo unas cuantas veces hasta que pierde su apresto, sí: disparo y no otra cosa, pero es un disparo sin víctimas, me hay una fuerte relación con quién esté para que el resultado sea uno o sea otro, ¿y si estoy solo? La soledad del viajero. Otro tema, un tema más por explorar.
+ [La soledad del viajero]. Pienso en las personas que viajan solas, que están obligados, contra su voluntad, a guardar silencio durante largos períodos. El viaje sin conversación, el viaje sin compañía, tal vez, sea el único que así se pueda denominar viaje. Una investigación. La sugerencia me llegó desde el libro de W.G Sebald Austerlitz. El protagonista, Austerlitz [como la estación parisina, como la batalla, y si él es el protagonista, y no resulta serlo el propio y misterioso narrador] acostumbra a viajar solo, y sus viajes tienen el objetivo de realizar croquis y fotografías de elementos arquitectónicos. A. agradece la conversación tras largos días de silencio, o arropado exclusivamente por conversaciones meramente funcionales: pedir comida, agradecer, solicitar un billete de tren. Las conversaciones a las que se refiere el narrador son aquellas que nos enriquecen, en donde intercambiamos nuestra visión del mundo, contrastamos lo nuestro con lo del otro, sin enfrentamientos, sin alardes. Me interesa ese vacío: en el desplazamiento, en la contemplación. Lo estudio en la lejanía porque no me puedo hacer cargo y de alguna manera se eleva un deseo sobre el plano de lo cotidiano.
+ «… el autor entra en su propia muerte, comienza la escritura», R. Barthes La muerte del autor.
+ Escucho una canción de Paul Weller. Sencillos ataques con guitarra eléctrica y voz apagada. My Whole World Is Falling Down. Una canción de amor, una canción que a mí me habla de nuestros desplazamientos por el Sur de Inglaterra; es es el poder evocador de la música, una música que me hace comprender el porqué de P.W. en mi biografía, tan transparente como adelgazada. Se desgaja el sonido y la calle está tranquila, ha cesado la lluvia y la Navidad se aproxima, he leído tonterías en los periódicos, he trabajo bien, sé de los peligros políticos que acechan, de los disturbios larvados, pero mi mundo no se está derrumbando. Mi mundo tiene una coherencia con la que siempre soñé, no puedo puedo pedir más; aquí está mi victoria. Sacaré de su hermoso estuche a mi hermosa Telecaster, imitaré a Paul y la semana comenzará. [My Whole World Is Falling Down es una versión, no lo olvidemos, no es propiamente una canción de Paul; la versión original no me gusta, pero en la versión de Paul Weller se refleja el tránsito a ese mundo soñado, ese mundo en Sur de Inglaterra, con sus sugerencia y negaciones]. Este ha sido un apunte que sobrevuela nervioso el inicio de la semana, ahora remata y siento que un hilo traspasa los días: la coherencia. Cumplo objetivos.
+ En la línea de lo anterior: Cucurrucucú Paloma, en la versión de Caetano Veloso. La versión sí, la original no. En fin, podría decir que soy yo y mi circunstancia, pero no lo haré, mis gustos me definen en la medida que son elecciones, que procuro que no resulten casuales, pero sé que es una tarea imposible: el determinismo planea sobre la opinión como los pájaros planean sobre el animal muerto.
+ Iremos a Burdeos.
+ Hay un deseo que comienza a crecer: hacer un viaje a Normandía. Veo mapas, leo sobre el territorio, escucho una radio local de Rouen, la ciudad de Flaubert. Eso me lleva a recordar lecturas lejanas a las que quizá esté obligado a regresar.
+ Imagen: caminamos por Madrid y en la acera encontramos una tortuga, esta tortuga es una sopresa agradable, lo comentamos y disparo. ¿La tortuga es una señal? No lo creo, es un guiño, poco más; esas conexiones que se establecen con los lugares mediantes los detalles casi imperceptibles. Pienso que funcionamos con bloques de conocimientos que resultan intercambiables, al rato cambio de opinión y todo resulta más libre, menos inmanente, ni encastrado, ni condicionado. La tortuga guía mi camino durante esta semana: constancia, pasos lentos, distancia. Acierto.
