sábado, 7 de julio de 2018
El tiempo de la oportunidad
+ Llega el viernes. Se ha terminado la semana laboral. recibo la hoja donde se refleja mi nómina. La guardo en el bolsillo trasero sin abrirla: conozco las cifras que me corresponden, no hay sorpresas. Regreso a casa. El tráfico es denso y se hace pesado avanzar. A veces me parece que hablo demasiado del tráfico. El tráfico es como el tiempo metereológico: conversaciones de ascensor. El mes de junio se ha terminado. Hojas que se caen del calendario, hojas que no han de volver. No deseo sufrir esa melancolía de lo evidente. Como, duermo la siesta y arreglo la cocina. Una densa capa de pesadez inunda mi cabeza: leo y no sé qué leo. Es el espesor de la tarde, que anuncia tormenta. No es tristeza, es neutralidad. Oigo hablar de hijos, de proyectos, automóviles o números. El debe y el haber. Me relatan unos problemas con hacienda y no sé qué decir salvo un contundente: yo de eso no sé nada. Y es cierto: todo, casi todo lo desconozco. Una cosa sí sé: mejor es no tener problemas con Hacienda. Los problemas nos alejan de la única verdad: el tiempo es limitado, el tiempo del reloj, el tiempo del calendario. ¿Y el tiempo de la oportunidad? Escribir se resuelve en un hábito doloroso que nos ayuda a comprender los huecos que en lo diario aparecen, las sombras junto al camino, el vacío, el silencio. No es una terapia, es un dibujo torpe de lo no dicho a lo largo del día. Viernes, final de junio.
+ «The pursuit of beauty in much more dangerous nonsense than the pursuit of truth or goodness, because it affords a stronger temptation to the ego.» N. Frye in Anatomy of Criticism, Four Essays.
+ Poderosamente nos llama la atención aquello que no podemos reconstruir, que no alcanzamos a entender, una belleza latente donde un posible significado no termina de emerger. La escultura en el museo arqueológico, la pintura medieval ante la que nos clavamos con nuestra visión de turista, el contraste entre la hipervelocidad y el sereno equilibrio simétrico de un parque que descubrimos por casualidad en una ciudad extraña y muy grande: un remanso de paz con niños y perros calmados, sin estridencia, arropados por el murmullo del agua que corre. Esas ciudades que se construyen en la imaginación, en las que nos plantamos un día y, por sorpresa, coinciden que lo elaborado en la fantasía. Así vi yo Nápoles, así pienso yo ahora Nápoles. Por extensión, también, Pompeya. Más allá, los jardines de Capo di Monti. Palmeras, césped y una cortina de sólidos árboles.
+ Retomo la lectura de Berlin Alexanderplatz. Ahí están esas materias muy próximas a lo que yo entiendo como una visión o un punto de vista, mejor: mi punto de vista. Un punto de vista no deja de ser una selección de elementos en bruto, pero la selección es el estilo. La selección aporta una estructura, una línea, un ámbito de reconocimiento. Yo sé que lo que yo veo en la novela está muy condicionado por una educación sentimental que tiene su base en la fascinación por la ciudades y una cierta imposibilidad por alcanzar esa meta. ¿Una meta? Suena una limpia guitarra en Venecia Radio Clásica. El día está nublado y la novela reposa en el anaquel. Habré de darle vida con mi lectura, pero esta tarde, no en esta hora. Quizá en la última hora del día.
+ Moderno viene a ser el resultado de unir modus y -ernus (= hodiemus: hoy). El modo, la moda de hoy. Así, todo se extingue en el momento de la modernidad, pues el hecho de ser moderno y estar ya en el pretérito es una sola cosa. El imposible de la modernidad
+ No es posible ser por siempre joven, leo en una introducción a un poema de J. Keats [«Ode on a Grecian Urn»], una introducción que comienza con la sentencia: «It’s hard to be human». Es fácil buscar en la red información sobre el poema , imágenes, datos. Referencias que hunden al lector en el océano de las suposiciones. ¿Se debe leer el poema desnudo o precisa apoyos que ilustren sentidos a un no leído lector? Responder a esta pregunta es partir en dos la inocencia. ¿Es la belleza el tema? ¿Qué belleza, de qué belleza nos habla el poema? ¿Me está vedado este sentido, su significado, ya que no soy un hombre del XIX inglés? Se abren estos abismos y sé que para la mayoría de las personas no tienen ninguna importancia, para mí sí. Se trata de enfrentarse a ese tiempo que nos muestra la urna, la vasija griega. Eso percibí en Pompeya y ahora lo recuerdo. Aquella sensación es la misma que la del poema, con la salvedad de que yo no alcanzo a trasladarlo a una forma. Pero la perplejidad ante la incontestable presencia del tiempo en las ruinas creo que es la misma. Una melancolía resignada. La edad, la lectura, una semilla antigua.
+ Debo ir a Correos a recoger un paquete, un libro que una librería de Madrid me envía. Es algo que sucede con cierta frecuencia. La costumbre que he adquirido se resuelve en la ausencia de entretenimientos en la espera, salvo el estudio neutro de las figuras que también esperan en el amplio hall de la oficina de Correos. Señoras que no pierden la coquetería, chicas que disimuladamente rezan un post-hippie rosario, hombre panzones y aburridos. Madres: una chica muy joven con dos hijos, negra y muy delgada, con un bolso caro, con un teléfono caro, pintada con discreción, un rojo cereza que la favorece mucho; una mujer en sus treinta o cuarenta, seria, disciplinada, que reprende a su nervioso hijo con un gesto severo; la joven madre de un bebe perfecto. Observo y no añado nada, salvo las posibilidad fotográfica que no se realizará. Es un martes cualquiera de un verano que no termina de cuajar, los que esperamos tenemos un punto de aburrimiento abúlico, lastrado, pétreo. Veo que mi pesadez tras la profunda siesta no resulta privativa. Ya con el libro, camino por la calle, hablo y mi teléfono es el teléfono de un anciano, porque yo lo soy cuando quiero serlo. Veo otras caras que me ofrecen caridad en asequibles porciones de domiciliación bancaria, vendedores de cualquier cosa que, trajeados, se desplazan por la densidad del día, un tanto pasmados, un tanto ansiosos, por momentos, en una síncopa eléctrica. Correos es un dédalo de posibles retratos que nunca se ejecutan. Me sorprendo con los pasatiempos que invento y que deshecho al instante. Soy un aficionado con poco interés.
+ Imagen: entrada, escaleras, introducción, imposiblidad de recuperar el instante, el momento y la oportunidad, su tiempo y su olvido.
