sábado, 7 de octubre de 2017
Divergencias
+ Nieblas matutinas que ilustran la entrada del otoño. Comienzan las hojas de los árboles a tomar un tono lustroso, el amarillo que es más que amarillo, un color profundo y sin transparencia. El paisaje transmite el sentido del tiempo. Conduzco como el que reza y sólo se detiene en el ritmo de la oración, pero no en sus posibles aperturas significativas, esos huecos que no se llenan. El coche es un habitáculo recursivo que se nutre de la música que lo adorna. La música, el pensamiento de mi finitud, la compañía no deseada que quiebra el equilibrio entre la máquina, el hombre (yo) y el paisaje. Trato sin conseguirlo de suspender mi atención. Tengo una gran resistencia. La niebla continuará ahí cuando yo ya no esté. Ni tú, tú tampoco estarás.
+ Ante los hechos: la historia, contada por un idiota furioso, carece totalmente de significado.
+ El viaje se prolonga durante meses. Son los libros, las revistas y los periódicos que se han comprado. También, los billetes de autobús, los tickets de los estacionamientos, las facturas de los restaurantes. Restos, esquirlas, bagatelas. Pero aquí reside una suerte de realidad que trasciende al desplazamiento. Por un momento pertenecimos a aquella realidad. Ahora el ticket del estacionamiento en Poitiers sirve de marca-páginas. La ciudad natal de Foucault, la casa de sus padres, la lluvia fina y la bandera francesa. Constatamos una intuición y sentimos una elegante tristeza que duró un minuto o dos; aquí reconocí una mi frívola tendencia estética. Ese soy yo, desde siempre: un flâneur, un dilettante. Esta dualidad se vuelve a mostrar en todo lo que se atesora durante tres días, un algo que extiende su reinado más allá de lo temporal y se instala en una memoria fingida y vagabunda. Horas en la habitación, tras el estudio y la derrota de cada jornada: ay, quién parará el reloj.
+ ¿En qué idioma se habla de metales de color y metales grises? Los primeros serían el oro o el cobre, los segundos el hierro o la plata. No deja de haber un sentido en el hallazgo, un misterio sobre que construir una lectura posible. Las bifurcaciones ofrecen siempre explicaciones a la multiplicidad cambiante de la vida. La vida como reflejo, el reflejo como ficción.
+ Atesorar libros que no se leen es un vicio como otro cualquiera. Lo sé y no lo abandono. Más fácil fue abandonar el tabaco. .
+ ¿Torino, Milano, Genova…? Las propuestas cobran fuerza y un día cualquiera estamos en el aeropuerto, las maletas, los libros y la convicción de que ninguno de esos libros se leerá, así funciona el proyecto. Lo repito ¿Torino, Milano, Genova…? ;-)
+ Imagen: lo que tras las ventanas habita tiene per se misterio y posibilidad. El maniquí expone su verdad que imitación del cuerpo humano, de discreto proyecto, de esbozo. [Bath, UK]
