sábado, 24 de junio de 2017

Posición



 


+ Leo a Proust a saltos. Entre su prosa hay sugerencias que me llevan tiempos remotos, anclados en el siglo pasado. El hecho de nombrar un otro tiempo como ‘el siglo pasado’ establece alternativas y fronteras. No soy el que fui, aunque algo hay que se mantiene. ¿Qué permanece, qué muta? Un traspaso, una intención, el humano desleírse en lo diario: los afanes, las decepciones, bolsas de dolor, bolsas de alegría. Se decanta uno mismo en su propio vaso. Cierro a Proust y creo en esa vocación literaria que a mí me faltó. La pasión lo es todo, pero sobre ello está la vida misma, la alegría que viene a iluminar esa cotidiana realidad.

+ Busco el sentido que mi madre quería darle a la expresión «está en la tierra de su padre». Ella pronunció la sentencia cuando mi padre y yo nos fuimos juntos a donde él había nacido. Un viaje en tren. Años más tarde, una vez ella muerta, creí alcanzar el sentido de sus palabras. En mi humilde coche recorrimos una carretera paralela a un cauce, en el que cada cierta distancia se establecía una presa o una represa. Una vez que el coche quedaba aparcado, dábamos un paseo y estudiábamos la geometría y los perfiles de aquellas viejas construcciones donde mi padre había trabajado en su juventud. ¿Era aquello a lo que ella se refería? En eso confié, mientras me explicaba cómo los camiones bajaban de una cantera, ya abandonada. La bóveda de la presa era un desafío. El agua espejeaba y en ella el extraño reflejo de la montaña parecía expresar deseos sin confesión. Terminamos en la provincia de Zamora. Los nombres ocultan y muestran realidades, son variables y caprichosos. Zamora retumbó en mi fantasía: aquel cartel con oxido y verdín. La tierra de mi padre se componía de la sensación narcótica del calor de agosto y el tacto de la cerveza helada (sin alcohol). Sólo fue un instante, pero comprendí a mi madre, en la lejanía. Sólo una expresión, sólo una posición.

+ Deslizarse en un despacho y ver los emblemas que lo presiden, tomar una posición y decir no. No hay por juzgar, únicamente se necesita una enumeración sin aderezos, guardarla y al cabo del tiempo rescatarla. Ahí reside una definición, pienso. La definición queda en un margen de los textos sobre la persona, para aclarar motivaciones y rechazos. Las fotos de los hijos, recuerdos de algún viaje, cubiletes para bolígrafos, los bolígrafos mismos, plumas estilográficas o portaminas. Un cuadro, una vista, la foto escogida en su marco dorado. Quieren hablar de la persona y no lo consiguen, ya que falta la otra mitad: la voz que los sustenta. Habría una solida obligación de consolidar esa declaración en un texto. ¿Qué desear pues? El texto se escribe sólo, sin ayudas ni manifiestos.

+ «El aire se serena / y viste de hermosura y luz no usada, / Salinas, cuando suena / la música extremada, / por vuestra sabia mano gobernada». «A Francisco Salinas», de Fr. Luis de León.

+ Conversaciones sobre otras personas que terminan por perturbar lo diáfano del día. Cuanto todo está mal, alguna responsabilidad tendrá el que se queja. Pero hacer oídos sordos es el mejor ejercicio. El calor, la transparencia del día o el café amargo. Líneas quebradas, la pantalla del ordenador, las chispas de un motor averiado. Nadie acierta, todos se equivocan, le oigo decir entre suspiros y cansancio. La injusticia se cierne sobre su biografía, escanciados versos sin voz. La injusticia no es tal, pero manifiesta su descontento y la mezquina inquina de los otros. Salvo él, salvo dos o tres personas que hablan de inversiones y coches carísimos, vacaciones, cruceros cinco estrellas, pero el sentido y la voz del labrador que no desiste. Habría que iluminar esas parcelas de la realidad para su vergüenza.

+[5:50, la radio]. Habla un cura de la transparencia. Todo viene, sin que él lo diga, del filosofo coreano Byung-Chul Han. Resulta evidente para aquél que lo conoce. Sin embargo, lo que pretende es sacar un beneficio castrador. Una afirmación más para el inventario de la debilidad.  Pero no. Todo eso me inoportuna levemente. Luego las noticas. El día comienza con calor, hay música y todo parece abierto. Esa sensación de apertura se acentuada por las cuestiones propias a las que nos obligamos. Un desgaste en el lustre de los días, en la percepción de la novedad. La transparencia no es mala, ni buena; como casi todo, como todo. Es una herramienta que suplica adecuación a las posibles funciones, nada que tenga que ver con la incomunicación ni con esa esclavitud contemporánea que pretende el cura. La esclavitud para ser tal no tiene escapatoria, la que el menciona es precisamente un escape en sí mismo. Declaraciones en los juzgados, amistades, concejales. Etc.

+ Imagen(es): cabaña de pastores [ahora: refugio de montaña para montañeros, en las proximidades del Lago de Sanabria]. [En la tierra de mi padre: la soledad y el abandono que se percibe en las dos imagenes da cuenta de una realidad, del abandono de formas de vida tradicionales en beneficio de lo urbano; cuántos se han ido, que nunca volverán, mucho menos sus hijos, un índice de melancolía se atesora en las fotos que he subido, no por su calidad (presencia o ausencia), sino por el testimonio que para mí son recuerdo de la tierra de mi padre].

sábado, 17 de junio de 2017

L´homme du monde

 

+ [Primera declaración]. Cada día aporta su relato. Unos vienen y otros se van. Matizan o delimitan el anterior y parece que hubiese una decantación que conduce los sedimentos hacia el fondo, allí emerge un dibujo: la verdad que esclarece la continuidad. Oímos historias sobre agravios, desencuentros y humillaciones. Intuimos ciertos reflejos lejanos, los rememoramos y asentimos con impostado convencimiento. No es cinismo, es necesidad. Las historias descargan al contador, como si expulsase un humor venenoso y fatal. Allí se coloca la penitencia: el oyente. Y si no interrumpe y asiente con esas ligeras palabras que sólo tienen por función comprobar la certeza del canal, mejor. Felicitaciones, recursos, ambivalentes constataciones que no sirven de nada pues nada devuelven al estado anterior. Sonrió y dijo que de alguna manera se hacía justicia, yo entregué una felicitación seria y eficaz. Había paz y la mañana llegaba a su fin, el lunes se encaminaba hacia su muerte cotidiana.

+ [Segunda declaración]. Soy mundano y ese es mi encanto: lo superficial, lo débil y el vapor de mi tacto. Lo sé y lo mantengo. Así me hablaba hace tiempo. El viento levantaba su cabello y dejaba ver la línea de la calavera, aquella curva perfecta. Recitaba poemas y citaba a Proust. La noche, el vino y su silueta. Sus amores y la defensa de su genealogía. Sus padres, sus abuelos, los coches familiares: negros y amarillos, caballos con nombres persas, elegantes cigarrillos y gatos soñolientos en casas solariegas. Avenidas con eucaliptos centenarios, fuentes con caños broncíneos, esculturas de falso mármol. Su mundanidad se la otorgaba su falta de ocupación, la pereza y el silencio matinal. Cigarrillos y novelas en inglés sobre la mesa del comedor. No engañaba.

+ [Tercera declaración]. Aspecto cuáquero y olor a tabacazo recién fumado. El humo y la sombra. Unos ojos penetrantemente acuosos y la certeza de la jurisprudencia, esos lomos librescos, casi maderables, que adornaban los armarios metálicos. Rojo, azul, siena. Secretario de ayuntamiento, senderista y políticamente comprometido con el nacionalismo. Su voz no era firme, pero estaba muy seguro de lo que decía. Resolutivo y meticuloso. Observarle con cuidado no era una tarea apasionante, pero el cazador de mariposas debe caminar mucho antes de clavar el alfiler. A veces la búsqueda termina por ser en vano. En el caminar estaba yo y no me orientaba. Sabía que poco obtendría pero este estudio resultaba punto menos que necesario. Se afina el instrumento en la monotonía, lejos del escenario, en la mediocre penumbra de lo diario negativo. Sentenció con razón y desaparecimos de allí. Dije: se nota que sabe de lo que habla, quien conmigo caminaba negó con torpe suficiencia, la suficiencia que se ve raptada por la estulticia y el esperpento que llega desde la ignorancia. Yo sí un hombre mundano y con ese cinismo que aleja de lo infértil, inelegante, prescindible. Los días se desgajan sin más substancia que el ronroneo de conversaciones sin interés.

+ [Cuarta declaración]. No intento clasificar sujetos, ni hacer claro en sus motivos. Observo y olvido, pero esto me aporta un conocimiento preciso de las acciones y los motivos. Me gusta creer que doy en la diana, pero sólo emito un dictamen cuando no hay margen para el error. Escucho porque el silencio resulta ser el arma del sabio, cuando menos hables menos te equivocarás. Para comprender se debe encauzar el juicio desde la humildad. ¿Para qué un juicio? Por entretemiento probatorio.

+ [Escolio_001] «Llega a ser lo que eres» Píndaro.

+ [Quinta declaración] Y citó a Searle: «Hablar una lengua es tomar parte en una forma de conducta (altamente compleja) gobernada por reglas. Aprender y dominar una lengua es (inter alia) haber aprendido y dominado tales reglas». La afirmación zanjó la diatriba. Su autoridad era evidente, mucho más tras el largo silencio que había ostentado. ¿Por qué negar esa cualidad de la lengua, con tanta insistencia y falta de pericia? Hablar de todo y en todo errar. Ese elegancia en el silencio lleva un sello de victoria e indiferencia, la que se matiza en cada gesto y en cada voluta del eterno cigarrillo negro entre sus finos dedos. Así, en la tarde de agosto, la verdad y el dios del momento resplandecía como brillo verde y oro que se derramaba desde las copas de los árboles. «Searle, dijo». Y el silencio obró el milagro, se oyó a un cuervo graznar y la noche comenzó a tomar el lote asignado, su propio lote.

+[Summa]: Han sido días donde me dejé llevar por la contemplación y este contemplar terminó por resultar admirable y didáctico. ¿Qué se aprende? ¿Es un reflejo de la propia estulticia? ¿Cómo reconocerla, dónde habita? Las preguntas se hacen solidas en el momento en que se abandona la observación y se pasa a la escritura [este preciso momento]. El tiempo en suspenso y la vida como escaparate o teatro. Vieja fórmula para evitar lo dado y atreverse con lo posible y lo imposible. La sospecha es nuestra guía en la noche teatral.

+ Imagen: pasillos del metro de Madrid, como necesidad de cuadricular y abstraer un todo diario para evitar la tendencia elegante hacia lo futil.

sábado, 10 de junio de 2017

Index


 



 

+ Por casualidad reviso fotos del edificio Torres Blancas de Sainz de Oiza, en Madrid. Cómo ha envejecido la construcción. Y no ha envejecido mal, pero sí, es un edificio viejo ya, con una dignidad que nos remite a esos mundos posibles que no cuajaron, más allá de una estética que resultase ser una reconstrucción histórica. Las formas orgánicas contra la línea recta, la planta que se eleva en extrusión. Hay fotos donde aparece la planta vacía y lóbrega o blanca e inmaculada. Son los áticos, que tienen unas dimensiones imposibles: cuatro cientos metros cuadrados, tres millones de euros. Se proyectaron dos torres, pero sólo se construyó una, pero la denominación es en plural, como si la ausencia de la segunda torre no fuese óbice para limitar la pieza al singular. Una vez vi las Torres Blancas mientras surcaba la M-30, me pareció algo fantasmal, el misterio atesorado por fascinaciones tardo-adolescentes, el humo y el licor orlaban esa visión. Podría haber imaginado un relato post-sci-fi, pero yo estaba embebido en una línea estética de turbantes, hachís y whisky helado, sin hielo, venenoso. Las Torres, con muy buen criterio, me ignoraron y yo seguí en aquel coche el deslizarse de la vida. Ahora las veo y las siento pretéritas, como pretérito estoy yo. Una paradoja, otra más.

+ Una nota respecto a lo anterior: hubo días en que Madrid parecía ser Texas; una ciudad elevada en medio de un desierto, con sus rascacielos de cristal y acero. Hoy regreso a esa visión y me alejo de ella rápidamente; prefiero un algo acuático y vegetal.

+ [Crhistina Rosenvinge]. ¿Imperfecciones? El arte, la lectura, gradaciones, estudio y olvido, mitos o deserciones. Me dejo llevar y no me centro. 0:30. Veo un vídeo en que se entrevista a CR. Recuerdo que en noviembre del pasado año vi a CR en Madrid. Era muy menuda y tiraba de un carro de la compra por una calle del centro, próxima a la Calle Mayor. Ahora, en el vídeo, aprecio su cadencia, la cultura y una abrirse que representa una manera de entender que hunde sus raíces en una burguesía y en una izquierda bien conocida; a lo lejos, pero bien conocida. Así,  entiendo lo que dice, lo comparto. Ella ya no es joven, yo tampoco soy joven y lo sé. En otro vídeo toca lo que parece una maravillosa Telecaster Rosewood, aunque no es auténtica [¿importa eso hoy?]. Me sumerjo en el guitarreo. Envidio esa fácil disposición. Esto me lleva a pensar que en muchas ocasiones me ha faltado una necesaria flexibilidad. Ahora que todo se ha sedimentado comienzo a comprender, ¿es tarde ya? Es ese entender el paso del tiempo y el decaimiento de las edades. Sombras. Distingo la persona del personaje; se ilumina la pantalla y comienza el proceso de desconexión: el ordenador termina por apagarse. 1:28.

+ [Dos citas en relación (o no)] 1.- «El enorme éxito del que gozaron los poemas de Lamartine no puede explicarse sin esta ligazón estrecha entre una manera de decir y una manera de inscribirse carnalmente en el mundo» Dominique Maingueneau. 2.- «Cada día atribuyo menos valor a la inteligencia. Cada día me doy más cuenta de que sólo desde fuera de ella puede volver a captar el escritor algo de nuestras impresiones, es decir, alcanzar algo de sí mismo y de la materia única del arte. Lo que nos facilita la inteligencia con el nombre de pasado no es tal». Proust en Contra Sainte-Beuve.

+ Imagen: planos paralelos que no ofrencen nada más que luz y sombra; las flores como balizas de los años, la silueta de una ventana y el fulgor que tras ella palpita escriben en zig-zag la caligráfica rutina del acostarse, dormir y levantarse, la cena y el desayuno con el reloj digital que testifica esas horas de la noche y de la madrugada. Todo un mundo, o la nada.

sábado, 3 de junio de 2017

Ductus



+ [Ductus: cualidades de la escritura manual, básicamente: el trazo]

+ Dirección, secuencia, trazo. Así caminaba por las calles de Madrid. Y las miradas hacia ella resultaban inútiles. El día era hermoso en su limpieza, el sol, su reflejo en los cristales, la luz tan limpia, el cielo limpio. Su piel era transparente y sus pasos se elevaban sobre el pavimento. La observaban, la estudiaban y ella permanecía ajena. Un té, una pasta de coco, la mirada elevada de un bebé. Ni más, ni menos. Sólo ella.

+ [Encontrar dinero]. Encontrar dinero en un parking, un billete de 50 €, tomarlo y no pensar. Si hubiera estado alguien buscando algo, le preguntaría y si me dijese que había perdido un billete de 50 €, se lo hubiese dado. Pero no sucedió esto. Pronto lo gastamos. Un libro, unas tapas y unas cervezas. Una alegría doméstica y sensorial. En el espejo de la tarde se reflejan las vidas y las potencias del dinero. Me pliego y soy flexible. El dinero tiene poder, es el poder en sí, pero también es veneno y peligro. La ambivalencia se puede extender a la totalidad.

+ Me cuentan como alguien ha caído en la locura. Recuerdo sus esfuerzos por hacerse funcionario y la consecución del propósito. Recuerdo sus anhelos, las promesas y la alegría. Fue hace tiempo, cinco o seis años, quizá más. Se compró un coche, él y su novia compraron un piso, no sé: ¿tuvieron hijos? La vida se compone de sucesiones sin cortes abruptos, eso parece, pero no es así; no hay una regla, la regla es posterior. Se puede deducir y encontrar explicaciones, pero son unas explicaciones que nadie advierte en el momento. Como leer libros de historia, las razones siempre están en función del presente, en el momento resulta imposible atisbar ese fluido invisible y letal.

+ [La locura]. Comenzó a aprenderse teléfonos de memoria, a llevar a un extremo ridículo sus funciones y tareas: puntillismo, exigencia, mal humor. Cayó en el silencio y un día se derrumbó. El silencio siempre resulta ser sintomático, más tarde el loco se hunde en el aislamiento. Qué palabra, loco. Ahora está postrado en una cama, pero no estoy seguro de que esto sea cierto. Lo apunto y poco más. Loco es el substantivo que emplea quien me lo cuenta y yo pienso todo lo que yo he leído sobre el tema, la falta de consistencia del propio sustantivo. Pero, finalmente, lo recuerdo a él y trato de trazar su perfil, pero es un esbozo del pasado que carece de correlación en el presente. El pasado, el presente, la locura. Indicios nunca vi, pero si pienso un poco: su padre padeció depresiones y era un hombre bueno, pero inestable. La locura, el loco, su entorno y las explicaciones espontáneas que florecen en la hora del café, en el tránsito del ocio y de la nada. Yo no tengo que decir, repito, nada que decir.

+ El parte del tráfico en la radio dibuja un mundo total y extraño, aunque en un momento me dirija al trabajo en coche. Yo también. El dibujo de la carretera sobre el mapa, el color rojo de las nacionales, su abstracción, su desvanecimiento. Un día me detendré a pensar en todo esto y dispondré en un texto las sugerencia que recibo a diario, mis reflexiones y la pintura espuria de lo diario, que se eleva y alcanza el rango de explicación. Hoy no; hoy no, no tengo tiempo, debo coger el coche e ir al trabajo.


+ Imagen: Burela. Un alto en el camino, un paseo, tres fotos.