+ [Primera declaración]. Cada día aporta su relato. Unos vienen y otros se van. Matizan o delimitan el anterior y parece que hubiese una decantación que conduce los sedimentos hacia el fondo, allí emerge un dibujo: la verdad que esclarece la continuidad. Oímos historias sobre agravios, desencuentros y humillaciones. Intuimos ciertos reflejos lejanos, los rememoramos y asentimos con impostado convencimiento. No es cinismo, es necesidad. Las historias descargan al contador, como si expulsase un humor venenoso y fatal. Allí se coloca la penitencia: el oyente. Y si no interrumpe y asiente con esas ligeras palabras que sólo tienen por función comprobar la certeza del canal, mejor. Felicitaciones, recursos, ambivalentes constataciones que no sirven de nada pues nada devuelven al estado anterior. Sonrió y dijo que de alguna manera se hacía justicia, yo entregué una felicitación seria y eficaz. Había paz y la mañana llegaba a su fin, el lunes se encaminaba hacia su muerte cotidiana.
+ [Segunda declaración]. Soy mundano y ese es mi encanto: lo superficial, lo débil y el vapor de mi tacto. Lo sé y lo mantengo. Así me hablaba hace tiempo. El viento levantaba su cabello y dejaba ver la línea de la calavera, aquella curva perfecta. Recitaba poemas y citaba a Proust. La noche, el vino y su silueta. Sus amores y la defensa de su genealogía. Sus padres, sus abuelos, los coches familiares: negros y amarillos, caballos con nombres persas, elegantes cigarrillos y gatos soñolientos en casas solariegas. Avenidas con eucaliptos centenarios, fuentes con caños broncíneos, esculturas de falso mármol. Su mundanidad se la otorgaba su falta de ocupación, la pereza y el silencio matinal. Cigarrillos y novelas en inglés sobre la mesa del comedor. No engañaba.
+ [Tercera declaración]. Aspecto cuáquero y olor a tabacazo recién fumado. El humo y la sombra. Unos ojos penetrantemente acuosos y la certeza de la jurisprudencia, esos lomos librescos, casi maderables, que adornaban los armarios metálicos. Rojo, azul, siena. Secretario de ayuntamiento, senderista y políticamente comprometido con el nacionalismo. Su voz no era firme, pero estaba muy seguro de lo que decía. Resolutivo y meticuloso. Observarle con cuidado no era una tarea apasionante, pero el cazador de mariposas debe caminar mucho antes de clavar el alfiler. A veces la búsqueda termina por ser en vano. En el caminar estaba yo y no me orientaba. Sabía que poco obtendría pero este estudio resultaba punto menos que necesario. Se afina el instrumento en la monotonía, lejos del escenario, en la mediocre penumbra de lo diario negativo. Sentenció con razón y desaparecimos de allí. Dije: se nota que sabe de lo que habla, quien conmigo caminaba negó con torpe suficiencia, la suficiencia que se ve raptada por la estulticia y el esperpento que llega desde la ignorancia. Yo sí un hombre mundano y con ese cinismo que aleja de lo infértil, inelegante, prescindible. Los días se desgajan sin más substancia que el ronroneo de conversaciones sin interés.
+ [Cuarta declaración]. No intento clasificar sujetos, ni hacer claro en sus motivos. Observo y olvido, pero esto me aporta un conocimiento preciso de las acciones y los motivos. Me gusta creer que doy en la diana, pero sólo emito un dictamen cuando no hay margen para el error. Escucho porque el silencio resulta ser el arma del sabio, cuando menos hables menos te equivocarás. Para comprender se debe encauzar el juicio desde la humildad. ¿Para qué un juicio? Por entretemiento probatorio.
+ [Escolio_001] «Llega a ser lo que eres» Píndaro.
+ [Quinta declaración] Y citó a Searle: «Hablar una lengua es tomar parte en una forma de conducta (altamente compleja) gobernada por reglas. Aprender y dominar una lengua es (inter alia) haber aprendido y dominado tales reglas». La afirmación zanjó la diatriba. Su autoridad era evidente, mucho más tras el largo silencio que había ostentado. ¿Por qué negar esa cualidad de la lengua, con tanta insistencia y falta de pericia? Hablar de todo y en todo errar. Ese elegancia en el silencio lleva un sello de victoria e indiferencia, la que se matiza en cada gesto y en cada voluta del eterno cigarrillo negro entre sus finos dedos. Así, en la tarde de agosto, la verdad y el dios del momento resplandecía como brillo verde y oro que se derramaba desde las copas de los árboles. «Searle, dijo». Y el silencio obró el milagro, se oyó a un cuervo graznar y la noche comenzó a tomar el lote asignado, su propio lote.
+[Summa]: Han sido días donde me dejé llevar por la contemplación y este contemplar terminó por resultar admirable y didáctico. ¿Qué se aprende? ¿Es un reflejo de la propia estulticia? ¿Cómo reconocerla, dónde habita? Las preguntas se hacen solidas en el momento en que se abandona la observación y se pasa a la escritura [este preciso momento]. El tiempo en suspenso y la vida como escaparate o teatro. Vieja fórmula para evitar lo dado y atreverse con lo posible y lo imposible. La sospecha es nuestra guía en la noche teatral.
+ Imagen: pasillos del metro de Madrid, como necesidad de cuadricular y abstraer un todo diario para evitar la tendencia elegante hacia lo futil.