sábado, 18 de junio de 2016
Viajes cotidianos, variaciones, personas especiales
+ Los desplazamientos cotidianos tienen su protocolo y, cómo no, sus excepciones. Caras de la misma moneda que componen el mosaico de la vida común, ordinaria.
+ “… la esperanza de convertirse en personas especiales”. Extraigo la cita de las páginas de cultura de El Mundo. La cita pertenece a un artículo de Luis Alemany sobre la última novela de VIrginie Despentes. La novela se centra en un personaje que ha envejecido y le que queda lejos aquella vida luminosa de los años noventa. Pronto tendrá cincuenta años. La cita que he copiado nos remite a aquellos jóvenes que escuchaban Radio 3 y, al mismo tiempo, se entregaban al ruidismo de Sonic Youth. Lo recuerdo perfectamente, yo era uno de ellos. El color perfecto de la cerveza, la voluta exacta del humo del Chester, discos, guitarras, salones desordenados y torres de libros de filosofía, crítica literaria, historia del arte, y novelas, muchas novelas, exposiciones de arte contemporáneo, liturgias y ebriedades variadas y exquisitas, y, sobre todo ello, gobernando el ambiente, un excelente acopio de pedantería. Vidas que se remiten a aquel momento, que hoy resulta lejano y antiguado. Sí, es cierto, todo envejece muy rápido y lo que ayer estaba dentro de un catálogo de buenas maneras y elegantes tics encaminados a eso: “convertirse en personas especiales” y, añado a renglón seguido, ser amados, hoy se ve como viejas veleidades perdidas en el fondo de los baúles, veleidades apolilladas y prescindibles. Ay, la soledad, la tristeza y el deseo. Atisbos de extravagancia, cinismo y culturalismo de ocasión: suplementos culturales, revistas de moda y mucho acopio de pop y cine, que eran emblemas de las carencias afectivas, las inseguridades y el reflejo de un mundo plano y provinciano. Todo, como acabo de escribir, se puede traducir en pedantería, sin duda, pero hay, también, verdad y una pérdida que habla de lo literario, de lo que fuimos y no volveremos a ser, que condiciona todo el tiempo que nos queda por vivir. Sin duda, hijos de Nirvana y la vida ejemplar de Kurt Cobain. Un camino de santidad, con su Fender y sus épicas depresiones. Allá queda, siempre, en alguna medida, y algo permanece: somos lo que fuimos.
+ Después de lo anterior: simultáneamente, estoy leyendo un grueso tomo sobre los entramados, políticos, financieros y periodísticos de la década de los noventa. Me detengo y me doy cuenta de que han pasado veinte años. No que es ignorase esta cuenta, sino que no la asumía como propia, de alguna manera me parecía que esos tiempos tenían una presencia que, valga la redundancia, era un presente continuo. Y no. Todo eso es material para el historiador, como lo anterior es material para el novelista. Finalmente, asisto al sedimento del tiempo que se fosiliza en la escritura, paso previo a la lectura, única actualización posible del pasado. El futuro no nos gusta. Somos lo que fuimos.
+ Una vez más, regreso a Heráclito, el oscuro. El carácter es el destino. La nobleza o la mentira, la pedantería o la humildad, el vicio o la virtud. Tantas y tantas posibilidades, tantas y tantas mezclas. La suplantación es otro rasgo del carácter.
+ He vuelto a las lecturas políticas. Se resuelve en un interés por lo diario que está contagiado por la actualidad periodística. Reconozco que el interés por el economista se ha desplazado hacia el politólogo, una la palabra que hasta hace bien poco resultaba extraña. Es, en ocasiones, necesario dejarse llevar por la corriente, flotar sin preocupaciones y disfrutar del baño. Pero, no hay más remedio, en un momento dado se debe volver a la obligación, pisar la orilla, secarse, vestirse y conducir hasta el hogar, con la idea del descanso con vistas al trabajo del día siguiente. Allá queda ese mecerse sin preocupación sobre la superficie del mar, dejarse llevar por las lecturas de la actualidad. Las opiniones, los comentarios, los argumentos. Pasará esta moda y estos libros que consulto hoy ocuparan el lugar que ahora ocupan otros libros que tuvieron su momento, su fama, su gloria. ¿Y la filología? No es, precisamente, un saber de masas. Demasiado abstracto y prescindible, podría decirse y se dice. ¿A quién le interesan hoy las humanidades, es esta etapa posthumanista? Yo, sin embargo, me entrego con gusto a la elaboración de un algo sobre el Conde de Villamediana. Un tema muy importante y nuclear en mi travesía de indagación y aprendizaje. No creo en la sentencia que dice que las tareas inútiles producen melancolía. Las etiquetas útil o inútil quedan fuera de esta órbita, por decisión propia y mayestática.
+ Imagen: botellas que permanecen alineadas, ¿alguien las ha colocado así por alguna razón, hay una intención artística? Bien, también el arte se hace al ver, y no necesariamente recluido en la veneración museística. Disparar es seleccionar, seleccionar es crear.Disparo, una y otra vez; una vez están las fotos en el ordenador, una vez más, selecciono.
