sábado, 26 de marzo de 2016
Lectura (-s)
+ De alguna manera, las malas noticias vienen de Madrid. La enfermedad es implacable y cuando se nombra parece tener un espíritu propio, parece ser una persona que nos visita con una noticia: negra y desalentadora. No es así, no tiene concreción y su personificarse es un reflejo de nuestro interior. En fin, cuelgo el teléfono, termino de tomar el café y salgo a la calle para hacer dos o tres recados. No puedo dejar de observar los rostros y preguntarme qué misterios y dolores se esconden tras la expresión cotidiana; la enfermedad todo lo modifica, ese metamorfosis comienza en la mirada. Caminamos sin fijarnos demasiado en lo que nos rodea, pero hay tantos detalles intangibles que la suposición arrastra un vértigo profundo, el abismo, el hueco que se abre en lo cotidiano. Los mendigos ya no son humanos, pienso cuando observo la indiferencia con la que pasan a su lado los viandantes. Pero la enfermedad me acompaña con un latido simultáneo y me hace solidario con el sufrimiento, aunque sé que para mendigar y resistir es necesario crear una creciente capa de cinismo, quién resistiría si no. Pero estoy en otra cosa. La recuerdo en la juventud, en una ocasión la llevamos al aeropuerto su hermano y yo. Tomamos cerveza en la cafetería y pagó ella. Era joven y ganaba mucho dinero. Alta, delgada y rubia. Tenía algo nórdico y frágil. Luego nos fuimos a Vigo y hablamos de ella, de otras chicas, de los estudios y del éxito profesional, de la literatura y de la escritura como mal necesario, un veneno que corría por nuestras venas. Paseos por Madrid, estaciones de metro, calles sin fin. Todo va quedando atrás. Nada permanece, todo cambia. Vuelvo a concentrarme en los rostros, en el caminar de los otros peatones. Ella está otra vez enferma, herida, con una sentencia tal vez. La temporalidad es la única patria. Lo diario continua y rebelarse contra su curso es inútil. Me dejo atrapar por mi tiempo, por ese segundo que no ha de volver.
+ Vi un caballo suelto en el monte, se adentraba por un sendero y luego relinchaba con tristeza. Se perdió, más tarde, en la entrada de un bosque, pasó a ser una mancha borrosa: el marrón oscuro, el blanco y el negro de sus crines. Un caballo pequeño con unos hermosos ojos grandes y muy negros, como una piedra preciosa, como una piedra negra y brillante pulida por la corriente, espejada por una fina capa de agua limpia. El caballo bajo la lluvia, el recorte de su silueta en el horizonte, una señal y un símbolo. Creo recordar que el horóscopo chino me asigna el caballo como animal, con todas sus virtudes y sus defectos. Así, mi identidad era ese caballo que se adentra en el bosque y es ya un borrón de colores apagados. Ese era el afán del día, qué poca cosa.
+ Se reserva un libro para el viaje como una parte más del equipaje, con la sospecha de que no se ha de leer. Es una vieja costumbre. Se compra el libro y se guarda para cuando el viaje comience, con la ilusión de adentrarse en su propuesta. Un libro que se disfrutará, tal vez, en las asépticas salas de los aeropuertos, en los aviones, en el metro. O no. Habitaciones de hotel, cafeterías sin personalidad, bares o autobuses sin nombre ni destino. Como un talismán, como un cheque para el futuro. En este caso, es un libro sobre la escritura, sobre su razón de ser, sobre su necesidad y sobre el silencio que la recubre, paradójicamente. Un tema que va y viene, que se hace materia y se desliza sin solución hacia zonas oscuras; una vida es transparente y un tanto sutil, pero porque se ha elegido así, lejana del poder, lejana de la influencia. Una ventana. El avión despega y la lectura se ve vencida por el sueño, el sueño fruto del madrugón, pero el hecho de tener el libro en las manos establece una conexión cierta y solida. Una vez más: signo y símbolo.
+ Monstruos. Libros que nos hablaron de criaturas monstruosas y que terminamos por identificarnos con su devenir, con su biografía de miedo y ansiedad. Dónde está la redención. La criatura camina en ese halo de blanco y negro y confunde a la niña con las flores que ella arrojaba al río, termina por arrojar a la niña al río: esa disfunción, esa falta de entendimiento de la realidad es lo monstruoso: lo que se aparta de la norma. El vampiro no duerme, necesita esa sangre vivificante y confunde la vida con la muerte, la muerte que se precipita es su razón de vida; anida la paradoja: otra vez. Camina sin ritmo pero su mirada es mortal, su abrazo es muerte, pero la muerte es otra vida sin brillo, sin ilusión ni amor; es la soledad su emblema y en él encuentra la razón de su dolor: una condena. Esa comunión con el monstruo nos lleva a establecer cuáles son los objetivos, dónde está la tarea, ese reunir los talentos, los afanes y las derrotas. Mi querido monstruo vela mis sueños y yo me dejo llevar, sumergirme en ese sueño como la muerte, como un lago donde se hunde mi perfil en "los placeres y los días".
+ Recibo la noticia de la muerte del padre de una persona muy querida. Hay un velo que oscurece la ciudad y desluce esa alegría del comienzo de vacaciones de Semana Santa. Previamente, hubo una suma de señales que parecían indicar que este momento se aproximaba. La intuición vence a la regla, aunque he tomado la costumbre de desconfiar de mis intuiciones, de ponerlas en cuarentena. Una vez más, no me equivoqué.
+ Como las esculturas de Claes Oldenburg que representan objetos cotidianos: bien en su versión fuera de escala, aumentadísima; o en la versión blanda, descompuesta. Son ilustraciones válidas para acompañar la sensación de temporalidad, su variable percepción: nada es lo que parece, nada permanece.
+ Toda traducción es un fracaso. Toda traducción es un triunfo. ¿El punto intermedio? El silencio.
+ Un mendigo recorre el metro y pide una ayuda que nadie le da; replica con un solemne y sepulcral gracias por la generosidad, que "ha sido ninguna". Establecer una funcionalidad no deja de tener un rastro de mal gusto: el mendigo nos recuerda quienes somos, así: con su pantalón empapado en orines, su cara congestionada, sus manos callosas: sarmientos pálidos que atraviesan las nieblas del asco y la vergüenza. La ciudad siempre es un barco a la deriva. Madrid contiene incontables historias, pero en alguna ocasión se resuelven en una imagen, en una frase: la generosidad que ha sido ninguna. Esa invocación a la responsabilidad moral es una técnica efectiva para vender, para mendigar. La utilizan los políticos y las tías a las que visitamos por educación y tratan de captar bien nuestro voto, bien nuestra voluntad en un asunto que no nos atañe. El viaje en el metro continua sin más incidentes. Caras, gestos, vestuario. La variedad es muy grande, pero se coagula en la equiparación de todos los cuerpos: la muerte: el gran tema.
+ [Consejo para un comentario de texto sobre un poema]: todo poema tiene por tema la muerte, por lo tanto se trata de hacer patente esta verdad, una vez explícito: crear otra cláusula e ir de una a la otra con una argumentación: se cierra el círculo. Así es la vida, I think so.
+ Escucho a Paul Weller con un acompañamiento mínimo. Hay identificaciones que nos vienen dadas por nuestro carácter, otras por la personalidad que deseamos construir. La conjunción de ambas nos lleva a momentos intensos de difícil traslación. ¿Traducción? No, un fluir ambiguo y sutil.
+ Imagen: interior del edificio de la Tabacalera en Madrid, en Lavapiés. La falta de foco resume un estado de ánimo: la sospecha, el desconcierto y la apertura a las ideas: por contra: la voluntad, la ambición y el atractivo físico al que se suma una magnética personalidad. Muere del día.
sábado, 19 de marzo de 2016
Simulación (b)
+ [Fotos y textos]. Un folleto electrónico de una universidad privada en algún país de la Unión Europea; otro folleto de otra universidad privada en otro país de la Unión Europea; y un tercero y un cuarto y un quinto. Los formatos comparten ciertas características, pero, al final, difieren ligeramente: equiparables, tal vez . En todos ellos hay una línea en las fotografías que los ilustran que establece algo más que un estilo. La alegría, el desenfado, una apertura en los espacios y una camaradería multirracial y una disparidad que no permite distinguir los profesores de los alumnos, salvo por evidentes diferencias de edad. Es un mundo atractivo y líquido, que se opone a una idea de rigidez que los estudios superiores suelen connotar y denotar. La foto parece, en un primer momento, más importante que el texto o la maqueta del folleto, que están mucho más próximos a esa idea de universidad como liderazgo, experiencia, trabajo en compañías internacionales, entornos y excelencia. No es necesariamente un hiato entre fondo y forma, entre mensaje e intención. No hay un sentido alegórico. Estudiar los rostros, los cuerpos y los espacios como si se tratase de un comentario de una instalación en el sentido clásico del formato escolar arroja un retrato del mundo que habitamos muy exacto: lo lúdico es el destino. El destino es la trayectoria divertida que la vida nos da y nos ofrece con gallardo optimismo, hasta en esos momentos tan serios de la elección del futuro, la elección de la carrera. El texto y la maqueta nos dan el contexto. Fotos para los hijos, texto para los padres. El mensaje es que se puede combinar el desenfado con la exigencia más severa: aquí nadie tira su dinero, pues todo está destinado al triunfo, a obtener una muy substanciosa plusvalía vital. El folleto es perfecto y su producto también, sin duda. El producto no deja de ser la vida excelente de los elegidos. Una frontera invisible.
+ La postmodernidad es ante todo cuestionamiento. Nuestra época es una época sin certezas, sin anclajes, difusa tal vez. Dios murió en el siglo XIX, y ahora ajemos al desarrollo histórico debemos ocupar su lugar, pero ni siquiera creemos en nosotros: porque estamos muertos y como los protagonistas de alguna película no lo sabemos. Es una duda constante, una incerteza que sólo se combate levantando presas y represas que contengan el aburrimiento. La soledad es muy mala de aguantar. Yo que pasó mucho tiempo solo aprendo a estar con mi mismidad, a luchar contra ella, anularla, a rebajar ese tono que el yo quiere imponer. El silencio es la medida, el silencio es el remedio. Un vacío necesario. Vuelvo a ver las alegres poses que el folleto ofrece. Me detengo en la escuela de arquitectura y trato de darle un sentido al relato que se pretende escenificar. Ya está reseñado un poco más arriba; pero algo brota espontáneamente: quizá no sean estudiantes y se trate de modelos, totalmente ajenos a la enseñanza universitaria privada, a esa clase social que pueble estas aulas y desconectados de esa suerte de valores que sustentan todo el entramado. Pensar que son modelos me sitúa en el centro de este mirar postmoderno: duda, anulación del yo y la simulación. La simulación como moneda, la simulación como lingua franca
+ La simulación, el disfraz, la farsa o la vida como obra teatral. El telón se levanta cada mañana y saltamos hacia el escenario. Cuánto tiempo nos ha llevado preparar el papel que hoy representamos: desde el vientre materno hasta el último suspiro: esa es la tarea: encomendarse a una buena interpretación de ese yo que nos posee. Una buena representación se sustenta en el vértice entre la seguridad en uno mismo y la asunción de que lo imperfecto es la piedra angular de toda personalidad. Se vierten las sensaciones en ese cambiante personaje que somos. El dibujo del gesto se da en función de los que nos acompañan, nos evitan o le producimos una abúlica indiferencia. El día comienza, la función se inicia, el telón se levanta según el despertador suena.
+ Le saludé y no me saludó. Bajó la cabeza y continuó silbando. No le di importancia porque me propuse no darle importancia. Una longitud variable es el límite. Ni siquiera le molestó mi indiferencia: ahí es donde estaba la lección: el vacío como posibilidad nuclear.
+ Al borde de la carretera veo tres motoristas, por las matriculas de sus motos me doy cuenta de que son británicos. Les observo como se observa la pintura en el museo, vaya: con solemnidad. Esa reverencia no es percibida, pero me permite componer una escena que se evapora sin remedio. Arrancan y se alejan por la carretera: tres motos, la niebla que recubre el paisaje y oculta las copas de los eucaliptos, el brillo del asfalto: entre el charol y la piel del reptil. No hay colores, salvo el brillante color amarillo de sus chalecos, que en la parte posterior llevan escrita una sentencia: Be Polite, Be Brit. El día es un misterio y sus imágenes son guías para descifrar lo indescifrable; su relato, otra codificación.
+ Suena Babies de Pulp. Harvis es elegancia para la clase trabajadora. El estilo es posible en cualquier circunstancia. En ello estamos, aunque nuestra estatura no alcance el metro noventa y cinco: no se puede tener todo.
+ Imagen: una turista perdida en el metro de Lisboa. La imagen es un emblema, o eso me gustaría: ¿cuál es acertijo, quién lo desvelará?, ¿y la sentencia? La sentencia: canciones de Pulp en el Mp3, el mundo y la juventud sonora que pastorea en las ciudades en una equiparación de tatuajes, teléfonos y reiteraciones.
sábado, 12 de marzo de 2016
Detritus (II)
+ Pienso en hoteles, recepcionistas y clientes. En cómo el recepcionista termina siempre por adquirir la destreza de ver a una persona y adivinar extraños pliegues. Esa manera se desarrolla lentamente y termina por ser pétrea y duradera. Así, el recepcionista puede sopesar el destino con una habilidad extraña. Le oigo en la radio y cuenta como leía, como entregaba llaves. Finalmente, explica con fluida sencillez de que manera se fraguo esa intuición: ver el dinero en la mano del que va a pagar, la forma de devolver la llave, las propinas y la manera de contar el dinero. Ahí está todo: en el dinero. Cuando su voz se apaga entra la música de los Beatles y el tránsito es una cortina que se ve agitada por el venenoso aire de la mañana: frío, sol intermitente y una lluvia fina y molesta. Yo sé que no es cierto, pero me ha gustado el relato del recepcionista porque yo también viví en ese reverso de la vida.
+ ¿Cuándo está realmente terminada una tarea? ¿Cuándo alcanza su final? Parece que la respuesta es obvia, pero en muchas ocasiones no resulta fácil responder, determinar ese momento con precisión, cuando el círculo se cierra. Esto se debe a que no hay una frontera clara entre el antes y el después. Esa regla incierta que sustenta el aprendizaje de idiomas, el enamoramiento, la consolidación de una amistad o el fundamento del lugar que uno debe ocupar en el ámbito laboral. El cierre es la medida y la media es la regla, no olvidarlo y permanecer en silencio a la espera, sin mirar atrás.
+ Oficinas. Edificios de oficinas y su anónima realidad. Tras las puertas se esconden vidas y afanes, pero, no cabe duda, parecen celdas y esconden trabajo y negocios. El triunfo, el trabajo, las preocupaciones, el aburrimiento, el desasosiego, el pacto y la gloria o el hundimiento, la traición o la entrega. Semejan espacios propicios para la fotografía documental en blanco y negro: puertas, pasillos, ascensores de luz palpitante, carteles y flores de tela y cartón. Si esa fuese el objetivo, buscaría, tal vez, una figura que se mantuviese a contraluz para ilustrar lo diario de ese trabajador independiente que se esfuerza en su despacho, que lucha contra la marea de las obligaciones y se arropa con música de radio fórmula. Todo es narración, fragmentos que esperan a ser recogidos para que se les inspire vida mediante la ordenación. El orden certifica su realidad: las fotos, los relatos o este humilde apunte. Los trabajadores, en esta hora temprana, duermen y yo escribo. Hay un paralelismo que explica como encajan las vidas, piezas de una maquinaria: los que hacen y los que miran. La unión de los extremos es una sentencia lanzada hacia el futuro más lejano.
+ Hay maneras de constituir una ficción que terminan por alcanzar e infectar la realidad cotidiana, la vida ordinaria. Es esa manera de constituir una realidad literaria que supera lo que todos los días pasa en las calles o en los bares. Se carga de sentido ese contorno, se reflejan matices insospechados que serán los que terminen por dar una estructura al desorden imperante. En un cuento de Borges se hace explícito como su conocimiento de Palermo es una ficción en sí mismo, como se ha compuesto de charlas y bibliotecas y, según el cuento avanza, me doy cuenta de que es algo que a todos nos sucede. Nadie escapa de la construcción de un personaje, con mayor o menor intención. Revestirlo de cualidades que afronten la superficie plana de lo diario es la tarea. No hay un revés, una vuelta. Tras la verja no hay nada, todo se ha reducido a la biblioteca, al ámbito de los libros. Un espacio que se eleva desde la página elegida y transforma lo que vemos. Un mundo redivivo, que se traslada de la imaginación a la calle.
+ Una vez más: el detritus. Es continua la reflexión y la presencia del detritus. El detritus contiene una explicación de lo nuestro: la lectura, nuestra escritura, el paseo o el trabajo. El deseo, la pasión y el olvido. Son piezas deslavazadas que reclaman una unión: el bricolaje. Pero el detritus es estático y no desea junturas, sino olvido y desafección. Quizá ni eso, sólo olvido e indiferencia. Así, como si de una sentencia budista se tratase, la basura de las cunetas calla, pero transmite lo que nuestra civilización no se atreve a representar. ¿Es un símbolo? En una ocasión encontré una bolsa de terciopelo comida por la lluvia y el polvo, que contenía relojes, esferas de relojes y cajas y correas de relojes; pensé que eso era una señal, como si el destino se pudiese contener en esa bolsa, pero no fuese posible desentrañar el significado porque sólo era significante. Como un gruñido, como el grito de dolor o la mueca de fastidio. ¿Era el producto de un robo o la huida de un recuerdo desagradable? Sin embargo, llegué a la conclusión de que sólo era olvido y silencio. A nadie le podía importar aquello, como el detritus: esa es su calidad que a nadie le interesa. Bolsas de patatas que el sol ha desvirtuado, los colores evaporados que quedan sobre las latas de cerveza o de refresco, la botella de whisky arrojada desde el coche, el incendio de preservativos o sujetadores olvidados, vidrio y plástico, papel y telas ennegrecidas. Una tonelada de deshechos que se empeña en relatar los viajes de los que un día consideraron que aquello era basura y sólo merecía ser arrojada por la ventanilla del coche. Nada refleja mejor la ciudadanía que sus basuras, pero, mejor todavía: el lugar donde se arrojan sin pensar, sin remordimiento, sin dolor.
+ Imagen; pavimento. La geometría, el azul, la pata de la silla componen una abstracción, pero esa abstracción permanece más allá de la insinuación.
sábado, 5 de marzo de 2016
... como uma pedra no fundo do mar
+ El título de la entrada está tomado del inicio de un capítulo de Portugal de preto, de Nuno Ferreira. El escritor se refiere a que durmió tan profundamente como una piedra olvidada en el fondo del mar. La imagen me parece gratificante. El sueño se compone de imágenes y de desconexión, fundamentalmente de desconexión. Y nadie puede olvidar lo que el clásico decía: el sueño es la imagen de la muerte. Ese aislamiento necesario que sucede entre un día y otro es uno de los grandes tesoros que poseemos y que más dolor nos puede causar si nos lo arrebatan. Nadie puede vivir sin el descanso que aporta el dormir, el sueño en sus distintas manifestaciones. Como una piedra en el fondo del mar continuo con la lectura de ese viaje a Portugal, un libro comprado hace unos meses en Lisboa y que ahora se rescata sin mayor intención que completar el inicio de esta mañana de domingo; ay, el domingo y sus anuncios. La semana comienza pronto.
+ En la radio, en un programa que se recupera de un pasado no tan lejano, tratan de definir qué es música. Desde el orden del sonido a los elementos sin un orden aparente que ofrece la naturaleza: las olas, los pájaros, el viento. Alguien dicen que el ruido de las excavadoras también es música. Las definiciones canónicas tratan de establecer sus coordenadas en función de la organización y una cierta calidad agradable que hace que vibre la sensibilidad. La plasticidad de las apreciaciones se encauzan hacia una dispersión de lo posible, y así se dispersa su concreción. El silencio es música, el tañido de las campanas que se eleva sobre el canto del gallo, abejas. Versiones de lo mismo: vibración. ¿Arte? Resulta imposible alcanzar una definición satisfactoria, y ahí reside su fuerza.
+ Por su capacidad de adelgazarse, la música es el arte más perfecto, el que ocupa la cúspide de una posible jerarquía.
+ El viento agita los árboles con violencia. Llueve. Me asomo al puente y me paro a estudiar el río, sus meandros, la corriente, la inestable superficie que el agua dibuja sin intención. La metáfora del río es permanente, comparar la vida con ese fluir parece necesario en esta mañana. La plomiza nubosidad, esa niebla que desciende apaga el ánimo, pero hay un algo que vence. Una indeterminación solapada con la voluntad. Llega el arrepentimiento y golpea insistentemente pero ese algo lucha y vence esta batalla, pero la guerra continua. El río fluye y la superficie de acero y carbón representa lo inestable y la fuerza del agua, la calidad de la vida y sus afluentes. La música de la naturaleza establece sus coordenadas, sus límites, sus dominios.
+ Aparecen fotos del catedrático y eminente analista en una página de la web que salta por arte de magia. Es muy interesante ver su casa, escrutar las fotos, los libros, el despacho, el enorme patio del inmenso ático. Su atuendo, sus gafas, sus gestos. Ay, todo inclinado hacia la muerte me digo y recuerdo a Marco Aurelio. La vanidad empaña la presencia de la muerte [durante un segundo]. Puedo ver todos esos diplomas, los reconocimiento y las medallas esparcidas en la lona del chamarilero; quizá de los diplomas se aprovechen los marcos, de las medallas el metal. Señala las distinciones y sentenciosamente culmina con un "literalmente, pon literalmente lo que digo, que se sepa". Una oscura niebla ensordece la pantalla del ordenador y el personaje se hunde en una espesa masa de olvido y transición. La nada. Pronto llegará el sueño.
+ Imagen: como si la mesa y la silla tuviesen vida y por qué plantear una duda en lugar de permitir ese fluir que las insinuaciones ofrecen. Oporto, septiembre del 2015.
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