sábado, 5 de marzo de 2016

... como uma pedra no fundo do mar



+ El título de la entrada está tomado del inicio de un capítulo de Portugal de preto, de Nuno Ferreira. El escritor se refiere a que durmió tan profundamente como una piedra olvidada en el fondo del mar. La imagen me parece gratificante. El sueño se compone de imágenes y de desconexión, fundamentalmente de desconexión. Y nadie puede olvidar lo que el clásico decía: el sueño es la imagen de la muerte. Ese aislamiento necesario que sucede entre un día y otro es uno de los grandes tesoros que poseemos y que más dolor nos puede causar si nos lo arrebatan. Nadie puede vivir sin el descanso que aporta el dormir, el sueño en sus distintas manifestaciones. Como una piedra en el fondo del mar continuo con la lectura de ese viaje a Portugal, un libro comprado hace unos meses en Lisboa y que ahora se rescata sin mayor intención que completar el inicio de esta mañana de domingo; ay, el domingo y sus anuncios. La semana comienza pronto.

+ En la radio, en un programa que se recupera de un pasado no tan lejano, tratan de definir qué es música. Desde el orden del sonido a los elementos sin un orden aparente que ofrece la naturaleza: las olas, los pájaros, el viento. Alguien dicen que el ruido de las excavadoras también es música. Las definiciones canónicas tratan de establecer sus coordenadas en función de la organización y una cierta calidad agradable que hace que vibre la sensibilidad. La plasticidad de las apreciaciones se encauzan hacia una dispersión de lo posible, y así se dispersa su concreción. El silencio es música, el tañido de las campanas que se eleva sobre el canto del gallo, abejas. Versiones de lo mismo: vibración. ¿Arte? Resulta imposible alcanzar una definición satisfactoria, y ahí reside su fuerza.

+ Por su capacidad de adelgazarse, la música es el arte más perfecto, el que ocupa la cúspide de una posible jerarquía.

+ El viento agita los árboles con violencia. Llueve. Me asomo al puente y me paro a estudiar el río, sus meandros, la corriente, la inestable superficie que el agua dibuja sin intención. La metáfora del río es permanente, comparar la vida con ese fluir parece necesario en esta mañana. La plomiza nubosidad, esa niebla que desciende apaga el ánimo, pero hay un algo que vence. Una indeterminación solapada con la voluntad. Llega el arrepentimiento y golpea insistentemente pero ese algo lucha y vence esta batalla, pero la guerra continua. El río fluye y la superficie de acero y carbón representa lo inestable y la fuerza del agua, la calidad de la vida y sus afluentes. La música de la naturaleza establece sus coordenadas, sus límites, sus dominios.

+ Aparecen fotos del catedrático y eminente analista en una página de la web que salta por arte de magia. Es muy interesante ver su casa, escrutar las fotos, los libros, el despacho, el enorme patio del inmenso ático. Su atuendo, sus gafas, sus gestos. Ay, todo inclinado hacia la muerte me digo y recuerdo a Marco Aurelio. La vanidad empaña la presencia de la muerte [durante un segundo]. Puedo ver todos esos diplomas, los reconocimiento y las medallas esparcidas en la lona del chamarilero; quizá de los diplomas se aprovechen los marcos, de las medallas el metal. Señala las distinciones  y sentenciosamente culmina con un "literalmente, pon literalmente lo que digo, que se sepa". Una oscura niebla ensordece la pantalla del ordenador y el personaje se hunde en una espesa masa de olvido y transición. La nada. Pronto llegará el sueño.


+ Imagen: como si la mesa y la silla tuviesen vida y por qué plantear una duda en lugar de permitir ese fluir que las insinuaciones ofrecen. Oporto, septiembre del 2015.