+ Escucho, en el reproductor en línea, a Miguel Sánchez-Ostiz leer un fragmento de su dietario de 1995. Me quedo con la idea del naufragio y el no saber a dónde de se va. La escritura de los diarios que tienen por objetivo su publicación tiene algo de puesta en escena, un aderezarse en trucos y emboscaduras. He escuchado a M.S.-O. con interés. Me intereso, así mismo, por su libro La negra provincia de Flaubert, que es más el interés por el título que ninguna otra cosa. No poca cosa, me digo. Y sigue la tarde en su órbita.
+ El bosque, árboles. El monte, árboles esparcidos y otras cosas. No sé. La división entre una realidad y la otra tiende a unos límites imprecisos, pero el bosque se impone magnánimo. Un capricho, solamente.
+ Veo unas fotos y un texto de Sophie Calle en una revista antigua. La revista se acerca, o sobrepasa, ya, los treinta años. Los años noventa, me digo. El Europeo. Es antigua, pero no ha envejecido y mantiene un aliento de actualidad. Reflexiono sobre el texto de S.C., sobre los días que pasé en Madrid, sobre las tareas y su resolución. Esa felicidad que produce rematar bien las tareas, por una parte. Por otra, la suma de conversaciones, paseos y desplazamientos, clases y reuniones informales y productivas. Vuelvo a S. C. y me doy cuenta que hay una serie de intereses que se han mantenido a lo largo de los años. Antes no, pero ahora sí lo comprendo: ciertos meandros me han conducido hasta donde estoy. La travesía es un relato. Todo narrar es un viaje. Llegué a Madrid un domingo y regresé un viernes. Llegué a las dos y a las dos me fui. Ese arco. Los cuerpos, las voces, la silueta de los cuerpos. Una definición que no se deja atrapar. El texto de S. C. habla de matrimonios, divorcios, encuentros y despedidas, Paris o Nueva York, por ejemplo. El aeropuerto de Orly, una avenida sin nombre, el filo de una foto en blanco y negro. Todo deviene en una escritura automática, la que se desliza de las sugerencias que ofrece el tomar de una estantería la revista de la que me había olvidado. Se trata de eso: pasear sin rumbo ni propósito. Je suis le flâneur.
+ La rutina desdibuja el peso de los gestos y el movimiento de los cuerpos. Las personas pierden su sustancia, se diluyen en un gris extraño y profundo. Bastan unos días fuera de los días de trabajo, con sus ritmos y sus pausas, para volver a ver lo que ya no veíamos. Lo decía David Hockney: el mayor espectáculo es ver a las personas en su desarrollo diario. Lo suscribo.
+ “The idea that figure painting might disappear has always seemed naive to me. The most interesting thing we see in the world is another human being." David Hockney.
+ ”Other people fascinate me, and the most interesting aspect of other people— the point where we go inside them— is the face. It tells all.” David Hockney.
+ Con esta idea implícita fuimos a París y allí nos encontramos con esto que el pintor manifestó en su momento y hace un poco copié.
+ Imagen: fruto de la casualidad es el recorte. Recorto un pequeño fragmento de una foto y aplico una serie de efectos. Queda lo que queda. Un baño de irrealidad. Como el paseo mismo, como la observación misma.
