+ Si me preguntan por mis opiniones sobre el arte, me mantengo al margen. Me cuesta. Cada año que pasa, más me cuesta tener una opinión. Ay, las opiniones. La observación de la realidad me distancia de aquella manera del yo siempre presente y dispuesto para el combate. El concepto me abruma, digo. Solo hay concepto, repito y me abstengo de opinar. Mi interlocutor sonríe. Tiene veintiséis años y hay en su mirada la ilusión que yo he descargado: soy un observador, me digo, casi sin saber que es algo más propio de la edad que de mi condición. Ahora, tras ver las impresiones sobre paneles de madera de grandes páginas de conocidos tabloides que hizo en los años noventa Sarah Lucas, me reafirmo. En realidad, son más balizas que objetos en sí mismos estas extrañas expresiones. Se transforman en expresión de un tiempo. El contexto y del discurso que las ampara le otorga el sentido. Eso busco, le digo y él vuelve a sonreír. Son cosas sin importancia que puntean el día a día de transiciones, agradables transiciones.
+ Clara Shumann, es el sábado. El piano desliza dificultades y soluciones. Una parte de luz, otra de sombra. El piano sugiere las medidas precisas. El sábado resulta luminoso, extraño para esta época del año. Un camino en el bosque, accidentes, conversaciones, silencio. El mar, quizá.
+ En una transcripción de un texto alguien confunde espera con esfera. ¿Es un hallazgo? ¿Es el camino para un hallazgo? La esfera se podría unir a una idea de totalidad y, al tiempo, de perfección. La espera casi se puede tomar como una cualidad. La esfera y la espera, la determinación en la espera de una cierta armonía perfecta. Aunque, claro, ya sabemos, la perfección de la esfera solo existe en la abstracción de una geometría matemática, en cuanto esta se materializa, la perfección desaparece. Ahí está la espera, la espera de la perfección. Solo fue una confusión entre palabras que tienen cierta proximidad en el sonido, pero tender puentes entre orillas imposibles resuelve un entretenimiento más.
+ Imagen: otro recorte, el recorte acentúa una nota absurda en lo cotidiano. Poco más.