+ Cuando los verbos se transforman en auxiliares pierden su semanticidad. Así, también hay palabras que pierden su significado porque se desgastan con el uso, debido e indebido. No es así exactamente. Más que una pérdida resulta ser una transformación, aunque, para que esta se produzca, primero la palabra debe vaciarse de contenido. Ahora, la derecha es el nuevo punk, leo en algún sitio, lo que no quiere decir que la etiqueta haya perdido totalmente sus propiedades designativas, sino que se ha transformado en otra cosa distinta, al tiempo que mantiene algo de su esencia y conserva rasgos del original, pero adquiere, interesadamente, otros que, de alguna manera, se oponen a su sentido primero. Se adosa a su naturaleza primitiva la idea de que la derecha es lo moderno, lo vanguardista, lo que sustituye a lo viejo porque lo viejo son los derechos sociales y el estado del bienestar. La derecha se viste de ruptura. Ese es el nuevo punk: derrumbar lo construido para volver a lo anterior. La perversión de las palabras se extiende y termina por alcanzar la totalidad para perjudicar al conjunto de los ciudadanos, no solo a los estúpidos.
+ Claude Fontaine, “Laissez-Moi l’Aimer”. Primera hora del día. He dormido bien y encuentro en la mañana razones suficientes para aislarme y no pensar. La canción que suena en la radio en línea me devuelve una idea de Erik Romer sobre el verano y sus infinitas derivaciones, todas tan caducas como la propia estación, que siempre se repite y varía según nosotros envejecemos. Más que una idea es una intuición o el reflejo de unos anhelos no cumplidos. Los paisajes, las playas, el mar. Poco más. Ahora que el otoño se aproxima, se renueva un pacto lírico con las insinuaciones de algunos cuentos que, a su manera, nos hicieron felices.
+ La necesidad de ser alguien, curiosa acuñación. No sé si es el triunfo o el éxito, no sé cómo distinguir ambas palabras y no deseo indagar en la cuestión, pero siempre me ha interesado el tema: la importancia de ser alguien destacado. Investigué los rostros de personas que habían logrado un puesto elevado en la vida, a las que tuve acceso, de una manera u otra en algún momento. Era una escrutinio para ver si así lograba dar con alguna clave. Lógicamente, la investigación fue fallida. En realidad la cuestión del éxito no deja de ser la acumulación de una serie de circunstancias que apuntan a un destino. Una acumulación donde la suerte juega un papel muy importante. Ahora que observo con perspectiva aquellas tribulaciones, achaco al deseo de ser alguien una suerte de carencias que se verían cubiertas por ese estado próximo o equiparable a la fama. La fama como la posibilidad de ascender un escalón sobre el común de los mortales. Por ejemplo, entrar en un restaurante y que a uno de den una mesa estupenda y las gente se gire para verlo a uno. Hay otra cosa: establecerse en la categoría de los semi-dioses. Deberé pensar más en ello.
+ Imagen: lo diario.
