sábado, 30 de noviembre de 2024

Le flanêur

 


+ Pasear. Pasear y charlar. Pasear y guardar silencio. En compañía, en soledad, pasear. La ciudad se despliega y evoluciona con ese caminar sin rumbo ni propósito. No hay nada artístico en esto o, tal vez, sí. Un arte menor, un recodo de lo posible y lo sorprendente. Lugares que se descubren, bares que alumbran lo improbable, fotografía que nunca se habrán de disparar. Es un poco aquello de “prefería no hacerlo”. Casa bien con mi carácter [insisto: el carácter es el destino]. Alumbro una idea que se disuelve en un escaparate que me gusta, que me sugiere mundos entrevistos en la infancia. Es un destello. La conversación es otra cosa, pero hay que encontrarse con la persona adecuada, una sintonía que se articula mediante una armonía de ideas, expresiones y memoria. Lleva tiempo, aunque, si se insiste, se logra. Así han sido estos días de Madrid, cuatro, cinco, tres días. La medida del tiempo no siempre refleja el desarrollo temporal [bien lo sabían los griegos]. La oportunidad, el dibujo de los edificios, los temores al futuro, la estela de la intolerancia, la ingenuidad, el nihilismo que nos guía [otra no hay, porque mucho no se puede esperar]. En fin, días felices que no emboscan el temporal que se gesta. Lo hemos visto, lo hemos constatado. El paseo continúa. 


+ El viaje es una quimera. Somos turistas. No cabe el engaño. Así se resume el espíritu de nuestro tiempo: el desplazamiento, las estancias vacacionales, la compra de recuerdos y la degustación de los platos locales. Hay otros rasgos que caracterizan nuestra existencia en este primer cuarto del s. XXI, que ya casi se ha terminado, pero, este, este en concreto nos engasta en cierta forma de estar: el veloz desplazamiento y la estancia. Luego está el regreso. Los regalos, los comentarios y las anécdotas, las experiencias y los desencuentros. El viaje no, es el turismo el que configura nuestra personalidad, a pesar de que nos cuesta verlo o nos desagrade esa brisa de colectividad, de vulgarización. No somos sublimes sin interrupción, que rogaba Baudelaire, hoy la literatura que nos caracteriza es la de Houellebecq, no la de Charles B.


+ En algún lugar apunto: “la errancia y el límite”


+ “[…] pues son treinta mil los inmortales que se mueve  sobre la tierra y que, envueltos en niebla, vigilan sin cesar a los hombres.” Bowra.


+ Imagen: el paseo y las balizas.

sábado, 23 de noviembre de 2024

El fragmento (y 2)

 


+ Hoy he leído, en la cama, sobre la heroína, aquella droga coloquialmente conocida como caballo. Su tenebrosa presencia en los años setenta y ochenta hacía que esta esta droga fuese la droga por antonomasia, aquel desquiciado camino hacia la ruina. Tras ello, leí un poco sobre la imposibilidad de la biografía. Luego, un artículo donde se intentaba acercar la figura de Maquiavelo al presente [cómo si esto fuese posible, a pesar de que existen rasgos en el pensador italiano fácilmente traspasables, la diferencia entre nuestra sociedad  y aquella se traduce en abismos, por mucho que algunos deseen lo contrario: esto me dejo pensativo: qué permanece del pasado y qué se transforma, las lecciones del pasado válidas y las inválidas, etc.]. Quedó, así, en suspenso una niebla de irrealidad. La lectura es otra droga. Encendí el teléfono y consulté las noticias. La actualidad. El presente. Lo caduco y lo eterno. Desconozco por qué estas lecturas me trasladaron, antes de caer en un profundo sueño, a un bar de paredes de madera, mullidos sillones de cuero y grandísimas copas de cognac. Un sueño que se amasaba en la vigilia, con la misma e inexplicable textura. Pasó la noche y, sin darle importancia, me levante y comencé con las tareas del día. Sin pensar mucho, sin convencimiento, pero con determinación.


+ Elijo la pintura de David Hockney. Ni siquiera es una elección estética. La razón es meramente vital y se enlaza con el disfrute de tener una libreta para dibujar, fijarse en los pequeños detalles y en los objetos, en los rostro y sus inestables expresiones, en la importancia del color. Por ejemplo. Pero es mucho más. ¿Vitalidad? Es esto lo que me hace falta y es lo que ahora me aporta D.H.


+ La misteriosa calidad de una vieja guitarra se manifiesta, principalmente, en su sonido, pero también en esa presencia que se decanta por el paso del tiempo sobre sus materiales: maderas, barnices y herrajes. Su envejecimiento noble, la nobleza del craquelado en el barniz, una hermosa oxidación, huellas de golpes y del rasgueo de los dedos sobre la honesta tabla, la aristocrática tabla. Surge una duda: ¿en qué momento de su curación el instrumento comienza a ser el que es?, ¿cuándo se constituye su naturaleza, antes de ensamblar sus partes, cuando sus partes se escogen, cuando desarrolla su función? Las preguntas, lo sé, son un poco tontas, pero son las preguntas que no admiten una respuesta definitiva porque abren un abanico insospechado. Esto veo hoy. Fragmentariamente me acerco a esta naturaleza porque pretendo establecer un paréntesis, un antes y un después de este breve viaje a Madrid. La guitarra y su constitución atesora en sí una capacidad de síntesis que me sirve para explicarme el proceso que deseo llevar a cabo. Mientras, suena una vieja Torres y no puedo dejar de hacerme la pregunta: ¿por qué una Torres es una Torres, por todo su proceso y materiales o por la etiqueta?


+ ¿He olvidado aquel impulso fotográfico, el gesto del disparo fotográfico? Tal vez sí. Todo pasa y yo entiendo que hay en mí un nervio que disloca la constancia. He aprendido a vivir con esta condición, pero no me gusta. No me gusta porque me ha impedido llevar a cabo empresas. Tanto tiempo me ha llevado aceptarlo que no me acuerdo cuándo fue la primera vez que fui consciente de que hay una posibilidad de modulación, pero no de cambio. El impulso fotográfico se desvaneció y dejó una lección: no tenía importancia.


+ Ayer dibujé en la libreta: es una buena señal. Gestos de los que no se espera nada a cambio. Importa el camino, más que la posada.


+ [Para pensar]: Protágoras: el hombre es medida de la verdad.


+ [Para pensar]: Protágoras: el hombre es la medida de todas las cosas.


+ Imagen: insisto en la idea del desgaste noble de la materia, como metáfora, como vía.

sábado, 16 de noviembre de 2024

El fragmento (1)


+ Busco en el ordenador imágenes de Cuento de verano de Rohmer.  La nostalgia, tal vez. La melancolía, no: es una enfermedad. Llueve muy fino y Monito duerme. Los gatos son así: tienen una capacidad para la indiferencia envidiable. El café está en su punto justo de temperatura y sabor. Una buen noticia. En el horizonte se dibuja Madrid. Días que llegarán, días que pasaran. A veces creo haber entiendo un cierto sentido de la totalidad, entonces me duermo: sueño con mujeres maduras, con complejos trámites administrativos, con coches y motos. El olvido se manifiesta y veo como A. pasa en su bici, al borde de la ría. ¿Todo está en calma? Sí, pero tengo sueño.


+ Tengo pendiente la lectura de algunos libros de poesía; aunque mejor sería decir: lírica. No es tiempo para ello. Me centro en la prosa y me evado en “el mundo griego”. No son caras de la misma moneda, pero se entrecruzan en una suerte de tablero. No es un juego, es la vida.


+ Me sorprendo cuando acierto, la frecuencia que tienen mis aciertos. El secreto: el silencio perruno que tengo, ese observar que se va aquilatando. Está bien así.


+ Antes de dormir leo el periódico que compro el domingo. En concreto, los suplementos que con él vienen. El panorama es muy actual y vuelo sobre los titulares. Entender el presente requiere gran atención y huir de la fluidez que vivir da ayuda, ayuda mucho. Reparar en los detalles constitutivos de lo cotidiano es una gran tarea. En ella me centro y así encuentro alabanzas al capitalismo, el muestrario de problemas mentales, el conflicto de la vivienda o consejos para triunfar de la mano de una mujer que sabe que miente ¿[qué argumenta y qué pretende?]. Hay oposiciones significativas: la juventud herida y precaria frente al banquero que afirma que en Occidente la pobreza no existe, la mujer que alegre señala que todo lo que uno se proponga lo puede conseguir, la colección de adminículos carísimos e innecesarios, la voluntad de un escritor que se hace solida en sus deseos de lujo y lejanía. Entonces, antes de caer en las simas del sueño, analizo lo leído. Se desgaja la marmórea realidad del periódico y los fragmentos definen el momento, mucho más que su propia suma. El fragmento, ese es nuestro signo.


+ Imagen: la rutina diaria, también: un fragmento.

sábado, 9 de noviembre de 2024

El observador



+ Los días de otoño no reflejan nada, salvo aquello que en ellos queramos depositar. Me dejo llevar y estudio algunos fragmentos de realidad de la mañana con indiferencia. He conseguido, durante un lapso considerable, el mirar del perro. Un perro, qué poco, qué grandeza.


+ Los bulos son uno de los rasgos que definen nuestro tiempo. Una forma de influir en la sociedad que no se comprende sin los teléfonos y sus posibilidades [ahí está su depósito]. Sin la deriva de las aplicaciones y las redes sociales cibernéticas no existirían los bulos que hoy nos acosan. He leído, y leo, al respecto, pero todavía no tengo una idea clara, aunque los indicios apuntan hacia un algo no precisamente bueno, provechoso. Vislumbro sus peligros y la complejidad de desarmar su poder, pero, también, la necesidad de operar sobre su capacidad de esparcir la mentira. En definitiva, creo que son lo contrario a las instituciones, pilares de la democracia. Su toxicidad la tengo muy presente estos días. Denuncias anónimas, mentiras sangrantes, expertos que no son otra cosa que charlatanes que se arrogan la máscara del periodista, charlatanes que se resuelven en comunicadores o inquisidores. El imperio de la verdad se ve suplantado por una voluble catarata de intereses y detracciones. Ahí está el problema, más fácil de describir que de solucionar, pero, con todo, ¿quién puede acometer esta tarea?


+ ¿Era Borges quien decía que, como a todos los hombres, le tocaron tiempos malos para vivir?


+ Incido en mi condición de observador.


+ Glen Gould murió con 50 años. Escucho las variaciones y encuentro esa dimensión arquitectónica de lo sublime [en su único sentido posible hoy para mí: el que Romanticismo me aporta: la inmensidad y la insignificancia del hombre, del observador].


+ ¿Cuál es el punto de vista en la tarea del observador? ¿Le conduce, tal vez, a la acción? El nihilismo no resulta paralizante, pero aporta una lucidez que muestra la falta de sentido de enfrentarse a las corrientes del tiempo. El observador es un nihilista.¿Hay que enfrentarse a la deriva observada? Sin duda, pero se aparece como un esfuerzo baldío. Problemas que no tienen solución. Basta acercarse, dice, a textos previos al ascenso del nazismo para darse cuenta de que hay un algo irremediable que avanza sin posibilidad de contenerlo, una marea oscura, que habita en el corazón de la masa. La masa suma individuos porque su alimento es el desanimo, la desilusión y la pobreza a la que no hay manera de darle solución. Ha ganado Trump y la incógnita se abre, ¿quién será el próximo alcanzar la soberanía, más próxima al absolutismo que a la democracia? Está escrito ya, dice el observador mientras se esconde en su mismidad.


+ Imagen: el otoño no refleja nada, su opacidad hoy se impone.



sábado, 2 de noviembre de 2024

La pureza de lo indiscutible

 


+ El crimen es un martillo que constantemente golpea. Algo escucho sobre la violencia de los simios superiores. “Los machos más agresivos con las hembras son los que más descendencia tienen. Estos primates intimidan más a sus parejas cuanto más grande es el grupo de rivales” [entradilla de El País, 13/11/2014]. La cita está extraida de  un libro de un célebre primatólogo. A ello se añade lo siguiente: "En la naturaleza, a veces los machos se salen con la suya, porque pueden distanciarse del grupo llevándose a una hembra de safari para evitar las intrusiones de terceros. Hasta pueden blandir ramas a modo de armas para obligar a las hembras a aparearse. Pero en cautividad es imposible quitarse de en medio y a menudo he visto cómo los machos cuyos avances sexuales eran demasiado insistentes suscitaban una ruidosa protesta de la hembra, a cuyos gritos acudía una masa de hembras que la ayudaban a poner en fuga al acosador" [Frans De Waal] El título del artículo es “La violencia sexista de los chimpancés”. Los chimpancés y los humanos son las únicas especies que se atacan entre sí de manera organizada. Queda abierta la discusión porque subyace una idea de determinismo que a mí me parece incontestable. No soy capaz de resolver la ecuación. 


+ Sin embargo, los chimpancés también muestran comportamiento éticos y, al tiempo, sienten la angustia de la muerte, que no deja de ser el inicio de lo humano: esa conciencia de la propia finitud.


+ El título que encabeza la entrada surgió en un paseo con C. La conversación giraba sobre un viejo debate entre las ciencias de la naturaleza  y las ciencias que se alejan de este ámbito para fundar disciplinas en las cuales los resultados resultan más discutibles o donde el discurso es tan importante como el dato en sí mismo. Ponía, yo, en lo alto a matemática y la lógica. Luego, todo lo demás. Una forma de verlo, una verdad construida finalmente. Pensé, más tarde, en el sintagma y nada concluí, salvo que no sonaba mal. Poco más. Se puede ampliar su contexto, me dije y lo llevé hasta las cuestiones donde parece no haber discusión, esos puntos donde todos nos ponemos de acuerdo porque, socialmente, parece lo mejor, a pesar de que vaya en contra de derechos fundamentales. Surge la duda si se debe primar lo deontológico o teleológico. La ley en sí misma y el objetivo moral de la ley. Ahí quedó, sin solución de continuidad.


+ Ordenar es establecer un conocimiento.


+ “Si el νοῦς es propio del ser, lo que se está diciendo que toda la sacralidad, ese acto soberano está en él, por lo tanto, ya no está en los dioses.” Tomado de Quintín Racionero de las lecciones en línea sobre la filosofía griega, en relación con Anaxágoras. Este punto de ruptura me sirve para avanzar o para consolidar posiciones sobre creer y no creer, donde siempre hay un margen para la indefinición. No me queda más remedio que relacionarlo con lo expresado por Aquiles en la Íliada: nada es la gloria de los muertos en comparación con la vida, aunque esta se considere de un nivel inferior: la vida de un criado o de un esclavo. El día continua con sus afanes, pero el gobierno de lo finito impone su ley, su soberanía. La soberanía del tiempo es el ámbito de lo indiscutible.


+ Algunas dudas sobre sintaxis, lexicología y pragmática, que no sé si las he resuelto adecuadamente, pero la semilla queda sembrada. El interrogante germina, finalmente.


+ Un manual es una caja de herramientas. En la línea de Foucault. 


+ Días extraños y poco productivos, días que contrastan con afanes sólidos y duraderos. Mientras, la vida pasa. No hay remedio. Es el aire del nihilismo que habita en nuestros días. Acusaciones, asesinatos, juicios, periódicos que dan cuenta de los asuntos y un cierto velo de irrealidad. Me planteo debates morales que afectan al derecho [la presunción de inocencia y la denuncia anónima] y a la convivencia, pienso en la deontología y la teleología, si las reglas hay que cumplirlas por sí mismas o porque hay un fin que las justifica. La complejidad de la realidad me abruma [como me abruman las dimensiones que se contemplan desde la ventanilla del avión], como esos paisajes románticos donde el espectador es un perfil irrelevante. No creo que haya pureza en lo indiscutible, pero así se presenta hoy. 


+ Imagen: La realidad que se transforma en lo abstracto, en las primeras horas del día. Cables y una pintada, que fuera del contexto son otra cosa: informalismo abstracto.